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Antiguo 18-03-2013 , 12:59:53   #2
HOMER.
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Wave Respuesta: 'Quiero morir en una tarima': Maía

¿Y ha recibido tomatazos alguna vez?
He tenido conciertos, no con tomatazos, pero sí con gente muy, muy parca, seria, ajena. Antes me apabullaba, ahora el reto es ganarnos a esta gente. A veces hasta el final tengo que hacer muchos esfuerzos. A veces se logra todo o solo con los del frente; pero con que uno me aplauda, significa que todavía tenemos esperanza.
Llegó a odiar ‘Niña bonita’...
Sí. Creo que dejé de odiarla cuando comencé a cambiarla y a hacerle arreglos. El odio que tuve no fue hacia la música sino hacia cómo la estábamos manejando. Hoy la gente ve que me lo estoy gozando y se conecta.
¿Qué quiere decir con su canto?
Empoderamiento femenino, pero sobre todo del ser humano. Cero canciones suplicantes. No las hago, y no porque no quiera pedir perdón ni lo sepa hacer, sino porque hay maneras de pedir perdón y seguir adelante sin continuar arrastrado... y eso es algo que se ve mucho en la cultura latina. Me rehúso. Es el estado para revisar qué paso vas a dar más adelante, que te prepara y no que te hunde en la tristeza. Hay que levantar la cabeza y seguir adelante.
En estos tiempos, Maía prefiere componer con alguien, y a quien más se acerca es a Daniel Roa: “Yo llego con un orden de sonidos y él me pone la contracara. Eso enriquece la canción”. Discreta y muy reservada con lo privado, son pocos los que saben que hace siete años comparte la vida con Diego, un productor de comerciales de TV al que conoció en el 98, cuando ganó el concurso. Entonces hubo un pequeño interés que no se concretó. La vida volvió a ponerlos varias veces por la misma senda y ahora es su partner: “Él comprende que no es el amor de mi vida sino el hombre de mi vida, porque el amor de mi vida es la música. Es difícil que alguien entienda eso. No me pone problemas por los horarios porque también trabaja en el medio y está enamorado de su profesión”.
En enero pasado estuvieron en Curazao, allí se hicieron los tatuajes que tienen en los brazos. Son runas. El de ella dice ‘Yo amo a Diego’. “Estamos casados por el famoso rito del trasteo (risas)... Y hemos durado más que otras parejas que se han casado. A los dos nos parece una tontería gastar plata en algo como eso; es mejor regalarnos un viaje”.
Maía, la que estudió en el Alemán de Barranquilla, que vivió cerca a Bremen (Alemania) dos años y medio y dos más en Chicago, tiene 30 años, fue profesora de alemán e inglés durante su época universitaria y ahora la ronda el pensamiento de tener hijos después de los 35. Su nuevo tema en el mercado, Antídoto, es tal vez parte del exorcismo para las inseguridades del pasado. “En Alemania, durante el intercambio, tuve mi primer novio. Allá todos eran monos o pelirrojos y ojiazules. Yo, la antítesis: bemba colorá, pelo rizado y negro, morenoide. Todos me miraban como a un alien. Antes, en el colegio Alemán, yo no levantaba. Estaba enamorada de un compañero, le hacía las tareas y todo, pero no pasaba nada. Cuando allá vi que los muchachos comenzaron a caerme pensé que tenía oportunidades en la vida y que no solo era buena persona.
Cuando regresé a Colombia, obviamente la patilla me había crecido, tenía bigote, la gafa, más repuestica… era Betty la fea. En Chicago bailé jazz, me fue muy bien, y me adelgacé. Descubrí la cera y volví a vivir, pues supe que tenía ojos. No era monoceja, pero sí me cubrían todo el párpado. Comencé a cuidarme el pelo pues había sido surfista, tenía la piel quemada por el sol, como un mapache, con manchas. Hoy no hago nada del otro mundo pero me cuido, pues sé que la cara es para el público. También comencé a explorar mi parte sexi, pues he sido muy varonil en mi carácter, y eso es intimidante.
¿Para qué le sirvió estudiar ingeniería mecánica?
Pulió la manera como pienso, como craneo y para organizar el trabajo. Me llama la atención la ingeniería de sonido, estoy pendiente de las mezclas y del show. Puedo salir mal en un concierto, pero no con un mal sonido.
¿Cómo es el combate de egos en ‘La pista’, con tanto artista en escena?
¡Muchacho!… Eso son flechas que pasan y pasan. No es fácil. Son muchas personalidades. Los hay muy tímidos, unos que han tenido una vida muy difícil, unos muy ruidosos, como yo; pero lograr compaginarnos, y cuando nos fuimos conociendo, se ha ido aflojando. Al comienzo no teníamos claro que este programa no es para nosotros, que solo somos líderes de un equipo. Ahora almorzamos juntos, echamos cuentos, mamamos gallo; ya se maman más la situación de que uno sea boquisucio, otro sobreactuado... Nunca había estado con tantos artistas juntos y al final eso nos da seguridad, pues al enfrentar tus inseguridades, te fortaleces. Cada uno está matando sus propios demonios, y eso también corta el ego.
En el álbum más reciente, Instinto, está escondida una canción que le hace un nudo en la garganta. Es Ciénaga, la que compuso su abuelo materno Rafael Orozco Lalinde y que en todas las reuniones le escucho entonar con guitarra, desde que ella tenía 2 años. “Le decían Príncipe y escribió el tema cuando salió de Ciénaga (Magdalena), muy joven. Todos los sobrinos y nietos la cantábamos. Mi papito -así le decía- se fue para el cielo hace seis años. Era mi llave. Cuando se me prendió el bombillo y hablé con Sony para hacer el disco, sentía que me debía a mí misma poner esta canción, sin producción, solo con guitarra y voz, como él la cantaba”.
Y cuando la canta es muy emotivo. No siempre lo hace, pero siempre le cuesta no llorar.
¿Cómo asegurarle a un ‘fan’ que no se va a recluir otra vez y que no lo va a dejar colgado de la brocha?
También lo pensaría. Es posible que tenga una racha de muchos discos o uno cada dos años, pues soy muy meticulosa. Si la gente va a una tarima, compra un disco o una boleta, hay que ser respetuoso con eso. Voy a seguir cantando y haciendo música. El break también era buscarme; ya me encontré, pero sé que hay un pozo de cosas que voy sacando.
¿Hay Maía para rato?
No sé cómo será el proceso, pero sé que ahora me lo gozo. Y de lo que estoy segura es de que quiero morir en una tarima.






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