Isabel quería más sexo y yo necesitaba un poco de tiempo para recuperarme. Según llegamos a la cama se lanzó a por mi mujer. Se había despertado su instinto animal. La abrazó desde atrás, pegando todo su cuerpo. Unos besos en el cuello la despertaron pero siguió sin abrir los ojos. Pensando que era yo quien estaba detrás, se dejó hacer. Las manos de nuestra amiga recorrían todo su cuerpo, excitándola. Abrió sus piernas para que los dedos acariciaran su coño.

Hundió sus dedos hasta el fondo de su sexo. La temperatura de la escena iba subiendo por momentos. Desde mi posición, pude percibir como fluía sin control un riachuelo que discurría por sus piernas, yendo a morir sobre las sábanas. Sin quitar ojo de la escena, fui preparándome mentalmente para el instante en que fuera el momento de actuar.

Ser el convidado de piedra de un show lésbico no me resultó sencillo. Lo que deseaba es sentir mi pene nuevamente deambulando por el interior de cualquiera de la dos. La secuencia de manoseos estaba llevando al colapso. Retorciéndose sobre las sábanas.

Me acerqué a mi mujer por el otro lado y al meterla la lengua dentro de su boca abrió los ojos. Se dio cuenta de la situación, comprendiendo que esas manos no eran mías. Lejos de echarse para atrás, la situación la excitó mucho más.

Isabel sacó sus dedos y lanzó su lengua al sexo de mi mujer. Ésta me pidió acercara mi polla a su boca. Asiendo mi pene con dulzura, se lo acercó, y sacando la lengua, fue acariciándolo. Incrementó sus caricias al sentir que su cuerpo se calentaba con la lengua de su compañera. Pronto llegó al orgasmo.

Echó a nuestra amiga sobre la cama y cambiando de posición se tumbó sobre ella, dándome la espalda, dejando su sexo expuesto. Con su lengua le devolvió el favor. La mujer convulsionaba.

Yo estaba dispuesto a penetrar otra vez. Aunque me sobraban ganas, nunca me había follado el culo de mi mujer. Dispuesto hacia mí, separé sus nalgas con mis manos y repasé la zona con mi lengua. Acercando mi glande a la boca de Isabel, le exigí que la lubricara. Incapaz de negarse abrió su boca engullendo mi miembro mientras yo acariciaba sus pechos. Ya completamente ensalivada, me volví hacia ese culo que me esperaba. Al darse cuenta de mis intenciones, me pidió que fuera con cuidado. No hice caso, le abrí sus nalgas y de un solo golpe se la metí. Se quedó paralizada al sentir que le rompía el culo. Había supuesto que iba a revelarse a mi agresión, pero en contra de mi previsión, esperó pacientemente a que yo marcara el ritmo. Nuestra amante decidió que ella también quería su parte y tirándola del pelo, empujó más adentro su boca en su sexo.

“¡Dame duro!” me ordenó.

No sé si fue eso o verme como un semental, pero dándole un azote en las nalgas empecé a mover mi pene en su interior.

“Agg…” gimió al notar que sus músculos eran forzados por los movimientos de mi polla en su trasero.

La posesión de ese ansiado trasero me espoleó y acelerando mis penetraciones tiré de su negra melena, mientras seguía castigando sus cachetes con mi mano. La presión de su esfínter se fue relajando facilitando se fuera acostumbrando a sentir mi verga en su interior. Paulatinamente, el dolor fue dando paso al placer, hasta que completamente rendida a mi acoso, clavando las uñas en el colchón reanudó la mamada a su amiga. Ésta al sentir la lengua hurgando en su clítoris, me miró buscando mi excitación. Al verme fuera de mí, mordiéndose los labios y cerrando los ojos, se puso a disfrutar.

“Voy a follarte todos tus agujeros”, le solté mientras se la sacaba.

Su coño recibió mi pene totalmente mojado. Estaba a punto de correrse y al constatarse del cambio, empezó a estremecerse pidiéndome que no parara. Obedeciendo a mi instinto de depredador, mordí su cuello coincidiendo con el orgasmo de las dos mujeres. Cabreado por no haber conseguido desahogarme, continué acuchillando su cuerpo con mi polla, prolongando su clímax más allá de lo razonable. Isabel al ver que no conseguía vencer mi erección se agachó a mi espalda y separándome las nalgas, violó mi esfínter con su lengua. La sacudida fue brutal. Mi verga explotó anegando su cueva de mi mujer con mi semen, mientras su dueña caía desplomada sobre la cama.

Tirados sobre las sábanas, nos dormimos.