La devaluación, como las monedas, tiene dos caras. Una es la de las exportaciones que se verán beneficiadas, es decir se recibirán más bolívares y si se tiene en cuenta los altos precios del petróleo por estos días, subsana la baja producción diaria (un millón de barriles menos de lo que se exportaba hace unos años) y los regalos internacionales.

La otra cara son las importaciones. La ineficiencia del gobierno chavista ha provocado una crisis industrial y agropecuaria sin precedentes, con la quiebra y expropiación de muchas empresas, causando el desabastecimiento de muchos artículos, incluyendo los alimentos (cerca del 70% son importados). Comprarlos ahora cuesta un 50% más.

Si a esto le agregamos los subsidios que permiten tener a flote el régimen, la generosidad que muestra con sus amigos regalando petróleo a diestra y siniestra, la ineficiencia administrativa, la poca generación de riqueza, la corrupción desmedida, y una inflación que amenaza desbordarse, no es mucho el margen de maniobra que le queda al gobierno en el terreno económico.

La historia lo enseña. Los pueblos apoyan hasta que se meten con su bolsillo y la quiebra de uno de los países ricos de la región va a provocar una hecatombe social que tardará mucho tiempo en recuperarse y que Chávez no verá.