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My Custom Emoticon Venezuela 14 años después. Un cambio copernicano Calificación: de 5,00

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Por Ignacio Ramonet

Misión Vivienda en Venezuela. (Foto: AVN)

No hay peor sordo que el que no quiere oír. Y muchos, a pesar de la meridiana claridad del proyecto expuesto hace exactamente 14 años por Chávez, a pesar de su claridad evangélica o no oyeron lo que dijo o no prestaron atención o pensaron que eran palabras huecas, de pura retórica.
En su primer discurso de toma de posesión, el 2 de febrero de 1999, año llamado precisamente y simbólicamente “Año de la Refundación de la República”, el presidente Hugo Chávez, ya avisó a aquellos que teniendo oídos no querían oír. Decía el nuevo Presidente : “Este día, no es un día más; esta transmisión de mando presidencial no es una transmisión de mando presidencial más. No, es la primera transmisión de mando de una época nueva, es el abrir la puerta hacia una nueva existencia nacional”. “En Venezuela –añadía Chávez– se respiran vientos de resurrección”. Y proponía retomar el viejo sueño bolivariano de realizar un proyecto de desarrollo integral para Venezuela empezando por lo que él llamó la transición transformadora que, en realidad, ya definía como una verdadera revolución. Y Chávez –es muy importante- puntualizó que él tenía “la certeza de que nosotros le vamos a dar cauce pacífico y cauce democrático a esa revolución”.

Ese día, ese primer día de la era neobolivariana, de lo que hay que llamar la “Era Chávez”, el nuevo Presidente explicó muy claramente que, aunque él deseaba ardientemente la unión, no estaba dispuesto a pagar cualquier precio por una falsa unión. Y declaró : “¿Unirnos a los que quieren conservar esto tal cual está ? ¿Buscar consenso con los que se oponen a los cambios necesarios ? Yo digo hoy, como Bolívar : ¡Es una traición! Y si alguien debe tener claro eso, es éste que está aquí hablándoles a ustedes, porque yo estoy aquí no por mí, yo estoy aquí por un compromiso; yo no soy causa, soy consecuencia”.

Y por si algunos no lo hubiesen entendido volvió a repetir : “Yo prefiero la muerte antes que la traición; así lo declaro ante el mundo y lo declaro ante Venezuela: no hay marcha atrás en la revolución política que tenemos que impulsar y que claman las calles del pueblo de toda esta tierra de Bolívar. »

Desde el primer día pues, el presidente Chávez lo repitió y lo machacó para que nadie se llamase a engaño: “No hay marcha atrás en la revolución política” que estaba empezando. Insistió una vez más: “Este proceso lleva su ritmo, y su marcha. No podemos frenarlo, mucho menos desviarlo de cauce para que dé vuelta sobre sí mismo y se hunda de nuevo. No lo vamos a permitir. Hasta donde yo pueda, no lo voy a permitir”.

Y sobre América Latina, ya anunciaba, con su visión estratégica de largo alcance: “Yo seré un pregonero y un acelerador, hasta donde pueda, de los procesos de integración. Es momento de retomar el sueño de unión entre nosotros. De plantearnos una moneda para la América Latina y el Caribe para la próxima década; busquemos y luchemos por ella. De plantearnos una Confederación de naciones de esta parte del mundo. De plantearnos una unidad que vaya mucho más allá del intercambio comercial. La unidad va mucho más allá, es mucho más completa, mucho más profunda, es la unidad de lo que estuvo unido una vez”.

No hay peor sordo que el que no quiere oír. Y muchos, a pesar de la meridiana claridad del proyecto expuesto hace exactamente 14 años por Chávez, a pesar de su claridad evangélica o no oyeron lo que dijo o no prestaron atención o pensaron que eran palabras huecas, de pura retórica.

El presidente Chávez ha contado muchas veces, con su genio coloquial y su arte de la narración, cómo en los primeros meses de su mandato se le acercaron obsequiosamente los grandes empresarios, las grandes fortunas, los que se pensaban “dueños naturales” de este país, para proponerle toda suerte de regalos y tentaciones –carros, apartamentos, negocios– como habían hecho con tantos presidentes anteriores. Creyendo que Chávez sería uno más de esos que tienen doble discurso y doble moral. ¡Qué error! ¡Qué craso y gigantesco error cometieron esos miserables que piensan que todo se compra y se vende en este mundo, hasta las conciencias! ¡Pero se rompieron los dientes contra una voluntad incorruptible!

Con un látigo moral, Chávez los expulsó de Miraflores, ¡como Cristo expulsó a los mercaderes del Templo! “Incorruptible”, así le llamaban a Robespierre durante la Revolución Francesa. Y eso descubrieron los oligarcas inmorales de este país: “Chávez, el Incorruptible”.

Y a partir de ahí, cuenta Chávez, esos oligarcas empezaron a conspirar. “No lo podemos comprar, entonces lo vamos a derrocar”. Eso fue, a partir de ese momento, el plan de la oligarquía, de la burguesía. Ahí empezaron, con el apoyo del imperialismo, las conspiraciones, los ataques, las campañas mediáticas de demonización, la preparación de los golpes de Estado, los sabotajes…

Pocos hombres han producido un cambio copernicano tan radical en la historia de su país –y respetando escrupulosamente la democracia– como Hugo Chávez. “Copernicano” viene de Copernico, ese sabio polaco que fue el primero en demostrar que, contrariamente a lo que afirmaba la Iglesia, y contrariamente a la impresión que tenemos, el Sol no da vueltas alrededor de la Tierra, sino todo lo contrario : es la Tierra la que da vueltas alrededor del Sol. Chávez, como Copernico, demostró que este país estaba “patas arriba”–como dice nuestro amigo Eduardo Galeano– y decidió ponerlo sobre sus pies firmes que son los pies del pueblo.

El éxito fundamental del presidente Chávez es la refundación de la nación venezolana –“¡Tenemos Patria!”– gracias a un verdadero modelo democrático y político al servicio de los intereses de las mayorías populares. Porque la Revolución Bolivariana está reorganizando la sociedad en sus estructuras fundamentales.

Desde Fidel Castro no había surgido en América Latina un líder tan arrollador, tan transformador, tan movilizador, tan seductor, tan creador, tan revolucionario como Hugo Chávez. Estos 14 años, no sólo han transformado copérnicanamente a Venezuela, sino a toda América Latina, lo cual ha influenciado y cambiado el curso de la política internacional en el mundo. ¡Estos son los 14 años que cambiaron el mundo !

Estos 14 años se pueden calificar ya de “Edad de Oro” de América Latina. Nunca América Latina conoció, en sus dos siglos de historia, un período tan importante de democracia, de justicia social y de desarrollo. Nunca tantos gobiernos progresistas gobernaron al mismo tiempo en tantos países latinoamericanos. Eso es absolutamente inédito. Durante decenios, la simple perspectiva que un gobierno progresista, democráticamente elegido, llevase a cabo cambios estructurales para reducir las desigualdades y las injusticias, bastaba para que fuese derrocado. Los ejemplos abundan : Guatemala 1954, Brasil 1964, República Dominicana 1965, Chile 1973, Perú 1975, etc.

Por eso, en muchas naciones latinoamericanas, la única vía que le quedó a los defensores de la justicia social, fue la vía de las armas y de las guerrillas.

Hugo Chávez, que con otros compañeros, participó en la gloriosa rebelión de la dignidad del 4 de febrero de 1992, fue el primer gran líder progresista –desde Salvador Allende– quien apostó por la vía democrática y alcanzó el poder. Esto es algo fundamental. No se entiende quién es Chávez, si no se entiende el carácter profundamente democrático de su opción progresista. Su voluntad de someter regularmente, periódicamente, al veredicto del pueblo cada uno de los avances de la Revolución Bolivariana. La apuesta de Chávez es el “socialismo democrático”. Esa voluntad suya y esa confianza en la inteligencia colectiva de los ciudadanos le conducen a asociar al pueblo a todas las decisiones de la Revolución Bolivariana.

En eso y en su concepción de la “unión cívico-militar”, la unión del pueblo y de la Fuerza Armada, Chávez, ha dicho Fidel Castro, revoluciona la Revolución Latinoamericana.

Hoy, en Venezuela, mejoran las estructuras, el nivel de vida, se crea empleo, se da educación, se cuida la salud, se difunde la cultura, se erradica el analfabetismo, progresan las ciencias, se avanza hacia la soberanía alimentaria… Las nacionalizaciones y las intervenciones del Estado en la economía son utilizadas para mejorar los niveles de vida de la mayoría de la población. Igual ocurre en América Latina donde los gobiernos neoprogresistas están trabajando bien. Están consolidando el Estado de bienestar, en el mismo momento en que este Estado de bienestar está siendo destruido por los gobiernos neoliberales en Europa. Aquí, ahora se sabe que la pobreza no es una fatalidad.

En estos últimos 14 años, más de 50 millones de personas han salido de la pobreza en América Latina. Gracias a estas políticas redistributivas que Venezuela y la Revolución Bolivariana fueron las primeras en impulsar.

Jamás se había visto eso. 50 millones de personas salir de la pobreza e integrarse a las clases medias en tan poco tiempo. Por eso, como siempre lo ha dicho el presidente Chávez, no hay que temerle a la democracia. Al contrario, la consulta democrática sólo puede consolidar unas políticas orientadas a darle al pueblo “la mayor suma de felicidad posible”. Estos gobiernos latinoamericanos, mientras sigan fieles a los lineamientos del “socialismo democrático”, tienen por delante muchos decenios de mantenimiento en el poder, con lo cual garantizan que no hay marcha atrás, que los tiempos de las oligarquías no volverán. Eso se terminó para siempre.

Por eso no es ninguna sorpresa que el presidente Chávez tenga tantos enemigos burgueses, y tan amplio apoyo popular y haya ganado casi todas las contiendas electorales de los últimos 14 años. Hay que recordar que, antes de que Chávez fuera elegido por primera vez en diciembre de 1998, Venezuela había celebrado únicamente 15 elecciones nacionales durante los 50 años anteriores. Es decir : ¡menos que las que se han hecho en estos 14 años ! Un dato poco conocido y que los opositores al presidente Chávez deberían meditar.

El modelo bolivariano en el que el Estado tiene un papel importante en cuanto a la dirección de la economía, en el que se orienta la economía hacia las necesidades sociales de la mayoría y en el que se recibe el respaldo democrático de estas políticas, da lecciones de cómo un democracia social puede refundarse.


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