¿Qué lo hizo insistir? Para algunos sería humillarse durante tres años y medio...
Cuando se trata de amor, no hay humillación. Es el tiempo el que cura las heridas, es el amor. Adriana Arango ha sido una escritora, actriz, productora, directora... y además es una gran conversadora, una ideóloga. Yo necesito hablar con ella. Teníamos conversaciones al otro día del escándalo y nos preguntábamos qué pasó. Al otro día le firmé todo, me quedé con lo que tenía puesto, no hubo puja. En la notaría, cuando nos íbamos a divorciar, hasta el notario lloró. El infierno de la infidelidad es aquí, en la tierra. Y lo viví frente al público, las señoras, en las tiendas, en los supermercados; menos con Caracol, mis compañeros. Ellos me decían que era parte del viaje. Y creo que la vida es un viaje, por eso les decía a Adriana y a Juan José: '¡Lo siento, les fallé! ¿Qué podemos hacer?'. Entonces nunca fue una humillación. En la cultura colombiana, pedir cacao es humillarse. Así este proceso no llegue a buen término y no volvamos a estar juntos como pareja, Adriana y Juan José van a ser mis amores por el resto de la vida; así como lo fue Ana María Sánchez (la actriz que fue pareja suya antes de Adriana), así como han sido mis mejores amigos. Los tengo en el corazón de mi corazón, como dijo Hamlet. El mío es un amor incondicional hacia ellos.

Adriana giraba en torno a usted; ahora es más independiente, distinta, dueña de ella misma. ¿Cómo acostumbrarse?
Ahora es una mujer mucho más consciente de su propia vida, mucho más independiente; se despertó de quién era Robin y se despertó frente a ella misma. Hoy es muy madura, tolerante, entiende qué pasa con uno; que se aferra también a cosas valiosas, porque yo soy un güevón común y corriente que metió las patas. Más allá de ser la simple esposa, es una mujer que se cuestiona. Y a ella la crisis la zarandeó duro. A mi hijo también.

¿Qué pasó durante este tiempo con 'Rating-son', el que hacía estallar las audiencias?
Está vivo y coleando, tiene muchos proyectos. Lo que siento es que había un proceso natural; después de una gran cresta viene otro movimiento. No siento que me haya pasado la factura nadie. Tengo 46 años; después del éxito de El cartel, de Vecinos, me replegué. Llevo 16 años como actor exclusivo de Caracol. Si hubiera sido lo contrario, me hubieran echado; y me renovaron el contrato. Hago espectáculos portátiles de teatro y viajo mucho por toda Latinoamérica. Ahora se me abre una oportunidad muy grande en cine, sumado eso al éxito de la película El cartel de los sapos. No he parado de trabajar, he hecho documentales, filmaré una película en Medellín, otra en México, preparo otra obra, voy a grabar El señor de los cielos, en México. Si me hubieran cobrado, estaría en el olvido o picando piedra. No soy de los que aprovechan el escándalo, sino que eso fue motivo de reflexión.

¿Cómo se reflejó la crisis en su cuerpo?
Muy callado, muy ojeroso, muy mermado. Pero de la mano del profesor de esgrima Germán Silva logré mucho. Igual, a mi edad ya se comienza a ver la curva: que se me cae el pelo, que el color de la piel es otro, que no tengo la lozanía... Pero todo es parte de admitir que uno tiene sus años. El camino es a convertirse en un actor venerable, y la veneración es a partir de uno mismo. He hecho de todo, desde éxitos hasta fracasos bastardos. Me acuerdo entonces de cuando estaba con 'la Mona' viviendo en La Candelaria, que ella trabajaba en Johnnhy Key, en la 82, de donde llevaba la hamburguesa, y yo llevaba un plato de comida y lo partíamos a las 3 de la mañana. Y hablábamos carreta hasta las 6 de la mañana. Hoy las expectativas son que no quiero competir ni hacerle daño a nadie.

¿Qué tanto se le golpearon el orgullo y el ego?
¡Todo! Soy una persona muy competitiva, con un ego muy grande, que compara, juzga... ¡Soy un cabrón miedoso! Y entonces me vi desnudo en mitad de la fiesta, donde todos tenían corbatín. No quiero ponerme como la víctima, porque soy un cabrón que no tiene clemencia. Hoy, cuando me río de la gente pienso en si es burla o humor. Me golpeó mucho el ego y fue interesante; como decía Manuel Ruiz: 'No juzgues y serás feliz'. He sido muy soberbio. El arrepentirse es pensar cómo hubiera sido esto mejor, cómo hubiera sido el impacto si se hubiera tomado de otra manera. No sé por qué produjo tanto impacto el escándalo. ¿Acaso yo era tan importante o tan necesario, o tengo tantos enemigos? Pero no tengo ánimo vengativo. A los que participaron de estas escenas, les deseo lo mejor pues yo fui el director del montaje.

Siempre ha sido celoso, ¿ahora cómo es?
Soy muy fresco. He aprendido la compasión. Hay lugares a donde ya no puedo ir, libros que no quiero leer y películas que no me interesan. Es el momento de escoger. No puedo leerme todo Dostoievski, no hay tiempo.

Hace unos años, todos los comentarios eran para usted; luego vino el tiempo de Marlon Moreno y el año pasado fue el de Andrés Parra. ¿Eso es un movimiento natural o usted dejó libre el trono?
Cada uno de estos actores y otros que no menciona, tienen su tiempo, sus virtudes. Andrés es brillante, así como Julián Arango. Lo que veo es que ya estamos hablando de actores actores, que tienen su reputación, que pelean, se cuestionan y hacen personajes y no vilipendian su plata, que no son alcohólicos ni viciosos, ni son leyendas viejas. Son gente que organiza su pensión y su economía. César Badillo decía en su libro El actor y los otros: 'La rumba ha matado más actores que la violencia en Colombia'.

Sara también estará en 'El señor de los cielos'. ¿Cómo lo va a manejar?
Lo que ocurrió es pasado; ahora estoy en mi cuento. Ella está en el suyo y, con el mayor respeto y cariño, todos tranquilos. Eso es a lo que aspiro y deseo.

¿Cómo es su llegada hoy a casa?
Mi esposa ya está durmiendo, mi hijo me mandó un mensaje muy bonito. Llego a tomarme un té después de la obra y de esta entrevista, pues salgo de función como listo para otra presentación, me acuesto a dormir y voy a clase a las 7 de la mañana.

¿Qué es volver a sentir la piel de la mujer que ama?
¡Hermano!... ¡Es maravillosa! Es de las cosas que más falta me hacen en la vida. Verla por la mañana sin maquillaje es comprobar que es la más bella de la Tierra. Por la mañana se sabe si una mujer es bonita.

¿Qué 'ablandó' a Adriana?
Mi honestidad. Le conté todo con pelos y señales. No estoy ocultando nada, soy consciente de mis errores y le estoy diciendo que soy un ser humano. Pase lo que pase, ese soy yo. Fui infiel; quisiera saber dónde venden una pomada para quitarme eso.

¿Cree que puede ser fiel?
... Tranquilo, tranquilo, tranquilo... por lo menos entender dónde está el ruido, entender que no hago parte de los solapados. Ya quedé al descubierto. Me gustan mucho las mujeres y tengo una fascinación visual por ellas. Me gusta sentir lo que siento por ellas; pero de allí a embarcarme en proyectos con otra mujer... ¡No! No quiero tener más hijos, ni de riesgos, ni tampoco casarme con alguien.

Ustedes se divorciaron...
Sí, con papeles, con todo. Ella quedó con los bienes.

¿Qué cree que pasará y qué espera que ocurra?
Nada. Solo sé que amo a Adriana y a mi hijo. Los invité, les dije que nos fuéramos para México para ver cómo nos va, con todas las implicaciones, corriendo los riesgos. Ella me dio tranquilidad. Porque aferrarnos a que vamos a ser felices por el resto de la vida es una estupidez que nos vendieron. Uno no se levanta con el mismo ánimo todos los días.

¿Volvería a casarse con Adriana?
¡Claro!, yo me casé con ella hace muchos años, desde que entró a mi cuarto en La Candelaria, y ha estado conmigo en todas. Que si necesitamos un rito para refrendar la unión, yo lo hago las veces que quiera. Me caso con ella las veces que quiera.

¿Sigue siendo ella 'la Mona'?
Sí, la única mona; aunque no le gusta que le digan así.