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Wave Después de divorciarse, Róbinson Díaz volvió con Adriana Arango Calificación: de 5,00

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La pareja decidió reintentarlo. Su esposa e hijo lo acompañan en nuevo proyecto laboral en México.

Hace tres años y medio, un escándalo de infidelidad llevó al divorcio el matrimonio de Róbinson y Adriana Arango. El actor nunca desistió y finalmente en diciembre pasado decidieron reintentarlo. Ella y Juan José, el hijo de ambos, lo acompañarán a México, donde va a trabajar y donde también actuará la tercera en esta historia.
(Aquí la galería de fotos de Róbinson Díaz)

Un vaso de whisky, unos silencios largos y varias horas de honesta conversación, en el lobby del Teatro La Castellana, fueron la antesala en el encuentro que hace mucho queríamos tener con Róbinson.

"Para mí, Adriana Arango es una mujer indispensable, necesaria, que me hace mucha, mucha, muchísima falta. Es una mujer maravillosa, con una capacidad de amar impresionante, capaz de construir, emprendedora, curativa, creativa, es lúdica, muy completa. Es una mujer que se está cuestionando siempre, que además de que es muy buena madre, ha sido mi compañera de viaje desde que llegué a Bogotá con cinco pesos, que me dio mi papá, en el bolsillo".
¿En qué año?
En el 92. Ella hacía ballet y la conocí en una presentación de teatro, de La hojarasca; estaba entre el público y me fascinó.

¿Qué?
No sé, me llamó la atención su pelo. Recuerdo que estábamos en los sótanos del TPB (el desaparecido Teatro Popular de Bogotá) y la vi. Me pareció fascinante. Sus ojos, su mirada, su devoción. Y me dije: 'quiero conocer a esa mujer'. Resultamos teniendo amigos comunes, vivía en la casa de unos compañeros míos, con John Alex. Desde ese momento me enamoré, y le dije que nos fuéramos a vivir juntos pues estaba en problemas en la casa de La Candelaria donde vivía junto a John Alex (Toro), Elkin (Díaz), Fernando Rojas y Alberto Sanabria (el crítico de teatro). John Alex me llamó y me dijo que 'esa monita no tenía dónde vivir'. Le dije que '¡listo! Dígale que venga pa' ca. Yo vivía en una piecita en el mismo barrio, y desde esa vez no hemos parado. Fue una cosa instantánea.

¿En qué momento supo que ella era todo eso como hoy la describe?
Desde siempre. Es una mujer que siempre me ha acompañado, en las buenas, en las malas. Yo arranqué sin nada, todo lo que me ha pasado con el éxito y lo que he tenido en mi vida... Ella y yo dormíamos en una colchoneta amarilla anaranjado y vivíamos en 20 metros cuadrados; por eso todo desde entonces ha sido para bien y una mejoría. Pero nos hemos dedicado más al oficio de poder ser, antes de poder tener. Ella me dio un hijo maravilloso que se llama Juan José; es un tipo bellísimo.

¿Cómo es el Róbinson de puertas para adentro?
He pasado por tantos procesos como ser humano, como actor... Alguna vez una amiga me dijo que yo tenía un péndulo que oscilaba de extremo a extremo y que tenía que probar y untarme para sentir qué pasa. Y el tamaño del infierno es el tamaño que usted quiera. El infierno es lo que usted genere. He tocado todas las instancias. Alguna vez otro amigo, Jimmy Vásquez, me decía: 'Usted tiene más procesos que el 8.000'. Y sí lo creo. He hecho teatro, TV, propaganda, radio, teatro pobre, teatro rico, teatro de calle, teatro académico, he dictado clases, he sido eje de campañas, he regalado mi trabajo, he cobrado duro, he hecho de todo. Mi mamá siempre me dice: '¡Inquieto, inquieto hasta que te encuentres!'. Y toda la vida he sido así. Lo que ocurre es que también tengo derecho a fatigarme a veces, y me fatigué. Me he fatigado con las relaciones personales, con los grupos, y hago renuncias, obviamente; por eso tengo que 'abrirme del parche' muchas veces, y me duele mucho. Pero Adriana ha sido una compañera constante. Yo sé que la he embarrado, pero lo que pasó, pasó y a lo hecho, pecho. Siempre estoy ofreciendo disculpas si ofendí a alguien como persona pública. Pero mucha gente, por ejemplo, vive en el puterío y hasta le perdonan. Yo no sé por qué a mí no me han perdonado, como si no tuviera derecho a equivocarme. Yo soy más ser humano que cualquiera, y me equivoco berracamente. Eso es parte de mi quehacer como artista: pruebo, me mantengo probando y vivo entre el error, el ensayo, la prueba. Y me he equivocado donde no podía hacerlo; ofrezco disculpas. Pero no quiero vivir atormentado por eso. Todo el tiempo me levanto a construir cosas, con el empuje; he pasado momentos dificilísimos, porque esas renuncias y esas decisiones cuestan mucho. Aquí nadie es culpable, no se puede juzgar. Yo quiero a las personas mucho, me entrego con furia a lo que hago, y lo que sé es que adoro a Adriana y adoro a mi hijo. He pasado momentos de mucha soledad. Pero eso me ha fortalecido también. Especialmente le debo mucho a Caracol TV, porque me ha dado la oportunidad de desarrollar mi trabajo.

¿Y con Adriana?
Adriana y yo hemos pasado por momentos de todos los colores, desde la risa, el desprecio, la soledad más fuerte, hasta momentos de gran plenitud. Y pase lo que pase la veo como mi compañera de vida. Las personas que he amado, las quiero muchísimo y guardo por ellas un gran amor. Puede que haya estado equivocado, pero qué hago. A veces me pregunto si estoy hecho para vivir solo, si es una maldición y que el artista está hecho para vivir así, sin nadie. Por el ruido, porque la farándula, el teatro, la TV tienen mucho ruido, mucha veleidad. No soy una perita en dulce. ¡Soy más humano que el putas! Y a veces me he dejado contagiar por muchas cosas, es parte de las vivencias. He cometido cosas que van en contra de lo social, de lo establecido, de la moral. Hoy digo ¡ya no voy para ese lado! Pero soy muchos, y todos esos me abordan dentro de mí. Lucho por ser una persona más coherente, más decente, pero a veces no lo logro; a veces pienso que no soy capaz. Yo soy Tauro del primero de mayo, trabajador, workaholic, y Adriana y mi hijo me dan estabilidad. Lo único que puedo decir es que ahora estoy abriendo posibilidades en otro país, voy para México a comenzar otra experiencia. Me voy con mi esposa y con mi hijo.

Y si Adriana es la mujer maravilla, ¿qué pasó?
... No sé. Es que cuando se producen estas rupturas o cambios no puedo juzgar a nadie. Lo que sé es que me fatigué, estaba embebido con el éxito, muy loco, muy eufórico, de pronto necesitaba cambiar, probar; me fatigué. Y de pronto encontré a otra persona que me dio lo que me faltaba en ese momento. Yo soy bastante necio, tal vez eso pasó. Adriana es también una mujer que tiene sus defectos, como todos. Llevábamos tiempo, yo estaba trabajando demasiado... No puedo echarle el agua sucia a nadie. Yo me enloquecí.

¿Creyó que el escándalo iba a alcanzar esas dimensiones?
No; y vivo muy furioso con eso, vivo putísimo con esa mierda. No sé por qué y quién tiene la culpa pues yo soy una persona que no le hago daño a nadie, que obro con el amor, y lo que pasó con el hp escándalo me hizo mucho daño, a mi familia y frente a la opinión pública. Esa güevonada no sé a quién beneficia. Ya lo hecho hecho está; el daño está. A veces creo que son ganas de hacer publicidad.

¿Sobre todo alguien que ha sido tan hermético con su vida?
Sí, y entonces me di cuenta de que así como hay gente a la que le gusta cómo trabajo, hay otros que seguro piensan: '¡Ah, también caíste, desgraciado; queríamos verte en el horno!', y me vieron chamuscado. Y está bien, he vivido eso y es algo que alguna vez debía pasar, como actor profesional, artista y persona pública. Porque el que vive tanto con el público está sujeto a todas las investigaciones. Tengo rabo de paja, como todos; a mí me tocó en ese momento. Hoy me pregunto quién se benefició de ese escándalo, quién lo necesitaba, porque era algo privado, de mi comportamiento, de lo que me ocurría. Lamento haber ofendido a la gente, pero era también parte de la vida. Yo siempre me estoy moviendo y en los coletazos puedo ofender o cometer acciones, pero repito que no estoy justificando mi comportamiento. El único culpable de todo lo que pasó fui yo, ¡Lo admito! No debí hacer eso, pero como dice Pascal: 'El corazón no sabe de razones'.

Durante esos tres años y medio de separación, ¿cómo fue el infierno de Róbinson?
¡Huyyyyy!... como el de un preso: lleno de fantasmas sin respuestas. Hubo cuatro o cinco amigos que me ayudaron, pues no sabía ni para dónde pegar. Pero siempre tuve trabajo con Caracol. El respaldo y el trabajo fueron la salvación. Siempre tuve conexión con mi hijo, con Adriana. El caso mío es muy sui géneris, pues estamos dándonos todas las oportunidades y no sabemos qué pasará; porque segundas partes nunca fueron buenas, porque volver después de la deshonra, por la autoestima de ella, la mía, porque el niño... Las secuelas y las heridas están hechas. Me he gastado todo este tiempo enmendando, haciendo pequeños remiendos.

¿Cómo se reconstruye la imagen frente a Juan José y Adriana, que son los que realmente importan?
Yo he sido responsable con el hogar, con la casa, que es lo que me ha enseñado la cultura colombiana. Y así esté en las crisis más profundas, he sido creativo. Y de la mano del humor hemos resuelto esto. Lo lógico hubiera sido decir adiós y abrir una cuenta nueva. La vida me ha mostrado que no es así, que hay una posibilidad de perdón, de reconstruir, de ver qué pasó; porque siempre dicen que la infidelidad es de uno. ¡Y no! Hay problemas en la pareja y las relaciones se fatigan. No soy capaz de vivir con alguien por costumbre, y me apareció lo que apareció y fue un cambio, me moví. Ahora, la imagen frente a la gente... Si la gente me quería porque era un esposo fiel, pues qué pena decirle que soy más humano que el resto, que también pierdo, gano... Soy un apostador. Esa vez perdí todo. Lo más fácil era decirle a Adriana que estaba saliendo con otra mujer, pasarle una mesada y dejarle ahí los 18 años de vida común. No sé cómo hacen eso; no soy capaz. Yo tenía la oportunidad de cambiar toda la vida por estar con esta mujer, y lo pensé pues los 18 años me pesaban muchísimo, la vida, los proyectos, todo lo que construimos. Y entré en un terreno de la comparación, de qué era esto. El equivocado era yo, el borracho de toda esa parafernalia era yo. Y apareció el escándalo, que fue un cambio para darme cuenta de quiénes eran mis amigos, cómo estaba yo. No lo busqué, pero sirvió en medio de todo. Es muy berraco cuando se comete un delito de estos, porque es un delito contra el amor. No tengo la fórmula, no sé qué decir; solo que en este momento estoy en una franca recuperación, y no me voy a convertir en predicador ni a fundar una iglesia o un consultorio.







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