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Antiguo 30-01-2013 , 17:57:40   #4
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Predeterminado Respuesta: De viaje con la cuñada.

-"Que no mires", me gritó medio enfadada medio en broma.

-No, no hay más.. Como no te limpies con esa llena de aceite de la empenada; le dije mientras volvía la mirada a las rocas.

-Pues va a ser que nó; respondió.

-Casi al instante, me dí ya la vuelta por completo, como dando por hecho que ya había terminado y tenía permiso para volverme.

En ese segundo que duró el giro, alcancé a verla sacudir las caderas en el aire como intentando que no le quedase ninguna gota y subirse el tanga nuevamente.

-"No te dije que no te giraras mientras no te avisase"; me inquirió mientras terminaba de ajustarse las tiras del elástico.

-Ya, bueno.. pero ya terminaste.

-Si claro..

-Total, ¿De que tienes miedo?.. ¿De que te vea el culo?...

Ja,ja.. ambos estallamos en una risa tonta que indicaba que la situación ya empezaba a ser más amigable para todos.

Mientras recorría los pocos pasos que la habían alejado del mantel no pude evitar dirigir la mirada a su tanga. Unas gotitas de pis habían mojado la delgada tela y acentúaban más si cabe la raja de sus labios. Justo en ese instante, ella se estiró la tela para colocársela como si se hubiese dado cuenta de que yo lo había visto.

Mi polla se había puesto algo morcillona, y seguro que su forma se intuía a través del ajustado boxer. Ella tampoco pudo evitar digir la mirada y quiso hacer como que no se había dado cuenta de ello.

Miramos que hora era, y como todavía era temprano decidimos tumbarnos un poco a descansar. Como sólo teníamos aquel gran mantel, debíamos compartirlo de modo que dejando la máxima separación que podíamos permitirnos, nos tumbamos cómodamente a dormir la siesta.

El sol continuaba avanzando y la sombra ya comenzaba a desaparecer, de modo que más bien podíamos decir que estábamos tomando el sol más que descansar a la sombra. De cualquier modo, al estar así ligeros de ropa, y con la brisa del mar, la sensación no era del todo desagradable.

No sé exactamente cuantos minutos estaríamos así tumbados al sol. Ella boca abajo, a escasos metros de mi, con su magnífico culo dorándose bajo el sol, y yo, ahí al lado, intentando tranquilizarme para evitar que la erección se me escapase de control.

Mientras intentaba repasar mentalmente asuntos pendientes del trabajo -por aquello de no pensar en lo indebido- ella comenzó a moverse inquietamente como si algo le molestase.

En esas, me dice:

-Madre mía.. el sol me está calentando los broche metálicos del sujetador y no veas como queman en la piel. Aún me van a producir llagas y todo.

-Pues sácatelo; le respondí burlonamente.

-Si ya.. era lo que faltaba. Por si la situación no fuese ya lo suficientemente inapropiada, si te parece, me sigo despelotando.

-Psstt.. pues tu verás. Poco de tu anatomía queda por descubrir, la verdad. -más risas burlonas-

-Ahí tambien llevas razón. Superado el mal rato del tanga minúsculo este que no tapa nada, y el tener que mear ahi agachada como si fuese un perro, pues poca vergüenza me debe quedar.

Y dicho esto, se desabrochó el sostén, lo tiró a un lado, y volvió a tumbarse boca abajo.

Yo me puse tambien boca abajo intentando disimular la erección que en aquel momento ya escapaba fuera de todo control. Giré mi cabeza hacia el otro lado, como intentando conciliar un poco el sueño. Con suerte, conseguía dormirme un ratillo y todo aquello se tranquilizaba.

Minutos despues, aunque estaba mirando hacia el lado opuesto a Eva, noté como ella se volvía y se colocaba boca arriba.

Ahora era mi oportunidad. Sólo tendría que girarme sutilmente, como quien no quiere la cosa, y podría regalarme la vista con sus pechos totamente desnudos.

Esperé un ratillo más, como intentando disimular mis intenciones y procurando hacer el minimo ruido por si acaso ella estaba adormilada, y me giré hacia ella. Ahí estaba, tumbada, con los ojos cerrados, una rodilla flexionada levantada, y la otra pierna totalmente estirada.

Sus pequeños pechos, ciertamente parecían más pequeños todavía así estirada, pero de cualquier modo hacían que mi corazón palpitase a mil por hora.

Estaba viendo a mi cuñada, la secreta inspiración de mis fantasías prohibidas, practicamente desnuda. Tan sencila, tan natural, tan ella misma...

Tenía unos pezones pequeñitos, de aureola rosada, que invitaban a mordisquearlos con dulzura. Me deleité repasando todos los detalles de su cuerpo, imaginandome la sensación de cubrir con mi mano aquellas tetas tan cautivadoras.

Mientras la repasaba visualmente, dejó caer la pierna que tenía semiflexionada, quedando totalmente estirada sobre la arena, de modo que su monte de venus destacaba prominentemente como invitándo a ser conquistado por las hordas enemigas.

El pequeño trozo de tela que cubría su sexo, se empeñaba en hundirse en su rajita, ofreciendo un espectáculo irrepetible. Ahora que la miraba descaradamente estaba convencido de que llevaba el coño totamente depilado.

Por los pequeños espacios que la tela no cubría según la postura adoptada, no llegaba a ver en ningún momento resto alguno de vello. Ademas, esa tela tan fina, tan pegada al cuerpo, dejaría percibir la forma de sus pelitos y sin embargo, ofrecía un tacto uniforme y liso.

Desconozco hasta que punto estaba adormilada, pero por su expresión tranquila parecía que estaba a gusto en aquella suerte de siesta veraniega.

Al rato, buscando una postura más cómoda para dormir, se giró sobre su costado poniéndose de lado, dándome la espalda a mi y quedando con las piernas dobladas, una más adelantada que la otra. Como si estuviese durmiendo en el colchón de su cama.

Permaneci inmovil unos minutos como intentándome asegurar de que efectivamente estaba dormida. Como ahora me daba la espalda, estaba seguro de que no me veía mirarla descaradamente.

Me incorporé y quedé tumbado apoyado sobre mis propios codos, como si estuviese mirando al mar, pero en lugar del mar, mis ojos se perdían en otras maravillas de la naturaleza.

Me deleitaba mirando su espalda desnuda, recorriendola con la mirada y la imaginación desde la nuca hasta la parte baja, justo donde se ajustaba la cinturilla del tanga.

Su culo, formaba una figura perfecta, interrumpido sólamente por la pequeña tirita de tela que se le perdía entre los glúteos.

Imaginaba la sensación de agarrar esas nalgas con mis manos, apretarlas, acariciar con mis dedos la raja de su culo, deslizándolos despues por el pliegue que el glúteo forma con el muslo.

Tenía las piernas algo separadas, lo que me permitía acceder a una visión algo más profunda de su entrepierna con tan sólo adelantar un poco mi posición. Me giré disimuladamente buscando un mejor ángulo y me detuve un buen rato viendo como el tanga se perdía entre sus piernas abiertas.

En esa zona de la entrepierna, el trozo de tela era realmente diminuto, pues prácticamente no alcanzaba a tapar sus labios vaginales que desde ahí, si podía confirmar estar totalmente rasurados. Podía ver su delicado ano, cruzado al medio por la tira de tela, pero sin llegar a cubrirlo en toda su superficie.

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