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Antiguo 30-01-2013 , 17:56:31   #2
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Predeterminado Respuesta: De viaje con la cuñada.

A la mañana siguiente, mi esposa salío ya muy temprano y yo me dispuse a atender los recados que me habían sido encomendados. Recogí la carne para la barbacoa, compré unas empanadas y aperitivos diveros, fuí a lavar el coche a la gasolinera, etc..

A eso de las 11.00 me llamó Eva para avisarme de que estaba lista y que fuese a recogerla. Cuando llegué a casa de mis suegros, estaba ya esperándome con unas cuantas bolsas más que debíamos meter en el maletero.

Aunque iba vestida de modo muy informal, con unos vaqueros de esos ceñidos que tanto le gustan y una simple camiseta, lo cierto es que estaba muy atractiva. Era un día de mucho calor, y llevaba el pelo recogido en un moño de esos que hacían parecerla recien levantada de cama.

La camiseta era amarilla, de esas de tirantes, muy veraniega, y aunque no tenía un escote extremadamente acentuado, al moverse o al descolocársele el tirante, podía ver como debajo llevaba un sujetador blanco. Metimos todo en el coche y partimos hacia nuestro destino.

Fuimos charlando de asuntos varios, escuchando música, disfrutando del paisaje... Vamos, lo normal en este tipo de viajes.

Nada especialmente reseñable durante muchísimos kilómetros; a excepción de algúna miradilla disimulada a su escote o el intentar intuir sus pezones a través de la tela de la camiseta. Llevaba el climatizador a toda potencia, intentando que el frío me ayudase en mi propósito, pero seguramente porque usaba de esos sujetadores con algo de relleno, era imposible intuir ninguna otra forma que la propia copa del sostén.

Cerca de las 14.30, sonó mi teléfono a través del manos libres del coche. Era mi mujer.

Llamaba para avisarnos de que había tenido que dar un buen rodeo para ir a recojer a otros familiares que se les había estropeado el coche antes de salir de su casa, y que por lo visto, tardarían unas 4 o 5 horas más de lo calculado inicialmente. Es decir.. hasta al anochecer no habría nadie para abrirnos las puertas de la casa alquilada.

Una vez conocida la noticia, Eva y yo comenzamos a valorar distintas opciones sobre el nuevo horario a seguir. Inicialmente contábamos con llegar allá a eso de las 4 más o menos. Preferíamos no parar a comer para llegar lo antes posible y ya picaríamos algo en destino, pero claro.. siendo así, de nada nos servía continuar a aquel ritmo pues en cuanto llegásemos, estaríamos sólos ante aquella casa cerrada.

Convenimos que sería preferible comer por el camino, pues a esas horas, despues de más de 3 horas de carretera, ya comenzaba a apetecer descansar un poco además de que ambos teníamos ya un pequeño agujerillo en el estómago pues no habíamos tomado nada desde la hora del desayuno.

El caso, es que viajábamos por una carretera secundaria, alejada de cualquier vestigio de civilización. Por lo que indicaba el GPS el pueblo más cercano estaba a media hora de camino, y debíamos además desviarnos unos cuantos kilómetos de nuestra ruta.

Viajábamos por una estrecha carretera comarcal, bordeando la costa, y aunque el paisaje era espectacular pues íbamos muy pegados al acantilado, no había perspectivas de encontrar por allí ningún restaurante o bar de carretera.

Como teníamos empanadas y algo de beber en el maletero, coincidimos en que sería preferible comer aunque fuese en el coche, y ya pararíamos a tomar un café en el próximo pueblo que nos encontrásemos.

Tuve que rodar todavía unos cuantos kilómetros más pues en aquella carretera tan estrecha ni tan siquiera había un sitio donde poder apartarse y aparcar con una cierta seguridad.

Finalmente, tras una larga recta, encontramos un pequeño ensanchamiento, donde podía dejar el coche apartado al arcén sin peligro de que me colisionansen los que venian atrás.

Era una pequeña extensión de la cuneta, de la superficie justa para dejar el coche sin invadir la calzada, casi casi a punto de caer por el despeñadero que daba al mar.

Arrimé el coche todo lo posible para evitar ocupar la calzada y bajamos a cojer la empanada y bebidas del maletero.

Nada más abrir la puerta, una bocanada de aire abrasador nos impactó en la cara. Como veníamos con el aire acondicionado, ni nos habíamos dado cuenta del calor tan agobiante que hacía fuera.

Allí de pie, rebuscando entre las cosas del maletero en busca de un cuchillo con el cual cortar un par de porciones, notábamos el sol del mediodía pegándonos directamente en el cogote. En tan sólo un par de segundos, ya comenzábamos a sudar.

-¡Puff!.. ¡Vamos a tener que meternos de nuevo en el coche y comer dentro!; le dije a Eva.

-Caray.. pues muy cómodo no será, pero tampoco me agrada la idea de tener que comer aquí de pie, tostándonos al sol.

En esas, que echando un vistazo por entre la maleza que discurría acantilado abajo, pude vislumbrar un pequeño arenal al fondo. No podía considerarse una cala pequeña, porque ni tan siquiera, sino más bien un terruño en mitad de la costa, pero que bien valdría para sentarse un ratito a la sombra de un pino y comernos aquel almuerzo con algo más de comodidad.

-"Mira ahí abajo".. ¿Crees que darías bajado sin romperte la cabeza?; pregunté.

-Supongo que sí..; respondió animada ante el confort que aquella pequeña extensión de arena nos ofrecía.

Cojimos una especie de bandera de tela grande que siempre llevo en el maletero para proteger la tapicería del coche, metimos en una bolsa las porciones de empanada, un par de servilletas y una botella de 2 litros de agua que a aquellas alturas del día ya no estaba demasiado fría, y como málamente pudimos, fuimos bajando por entre las piedras y la maleza hasta aquel reducto de tierra en mitad de la nada.

Una vez abajo, parecía incluso más pequeño que desde arriba. No deberían ser ser más de 10 o 15 m2. Vamos.. como una habitación cualquiera.

Además, sólo se proyectaba sombra en una pequeña esquina, pero era lo suficiente como para acomodarnos ambos sobre aquella especie de mantel, y degustar la empanada con una cierta comodidad.

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