Las Farc han cometido delitos de lesa humanidad, pero el Estado colombiano no es santo y puro. Infortunadamente nuestra memoria es flaca y nos olvidamos de los incontables crímenes cometidos a finales de los cuarentas y comienzos de los cincuentas del siglo pasado que dieron origen a esta época de barbarie.

Quien quiera ilustrarse sobre este capítulo vergonzoso de nuestra historia puede leerse "La violencia en Colombia" de Orlando Fals Borda, monseñor Germán Guzmán y Eduardo Umaña Luna, un libro clásico que relata la infame violencia entre los "pájaros" y los "chulavitas". 300.000 muertos y dos millones de desplazados.

Y de ahí en adelante, la transformación de las guerrillas liberales que estaban luchando contra la represión conservadora en las guerrillas pro cubanas, al ser traicionadas por sus dirigentes que pactaron con los conservadores repartirse el poder y crear el Frente Nacional.

Asesinatos, desapariciones, desplazamiento, secuestros, torturas, muchos años, muchas armas oficiales al lado de las armas subversivas desangrando el país. Los terratenientes imponiendo su orden a sangre y fuego, el robo de tierras, los ejércitos privados... mucho para recordar.

Tenemos una democracia, sí, y hay que defenderla, pese a lo débil, pese a que propició uno de los países más desiguales del mundo, un país de castas, de privilegios, de impunidad, de miseria, de atroces crímenes, de elecciones amañadas, de una monarquía de apellidos gobernando hereditariamente.

La violencia no llegó caída del cielo, es el resultado de dos siglos de expoliación, de vergonzosa entrega del país a las multinacionales, ¿o es que acaso no se recuerda los años veinte del siglo pasado con la United Fruit Company y la matanza de las bananeras?

Y claro que equiparo al Estado colombiano, el de los grandes capitales, el excluyente, el sirviente de los poderosos, con la sanguinaria subversión, degradada y violenta como el que más. ¿Son secuestradores las Farc? Claro que sí, como los infames militares que secuestraron, torturaron y desaparecieron a decenas de inocentes en la toma del Palacio de Justicia.

Que esta guerrilla cometió atrocidades como el asesinato a sangre fría de los diputados del Valle. Claro que sí, como también lo hizo el ejército colombiano con los falsos positivos. ¿Que quisieron asesinar a Londoño? Claro que sí, como lo hizo el Estado con el DAS, asesinando vilmente defensores de derechos humanos.

Este Estado es el que está sentado en la mesa del diálogo, con sus crímenes de muchos años con su contraparte, igual de vil y sanguinaria. Para fortuna nuestra el negociador es un gobierno valiente, que no quiere que este Estado corrupto de castas siga existiendo.

Este gobierno tiene la autoridad moral de interpretar el deseo de millones de colombianos que desean un nuevo país y por ello lucha porque el desvencijado Estado que le tocó representar, dé paso a uno moderno, equitativo, pacífico y democrático, respetuoso de la ley y las instituciones.

Por eso las reformas, lejanas de las ortodoxias derechistas e izquierdistas que sólo quieren el poder para ellos solos, inundando el país de sangre y terror. Por eso la ley de tierras y de víctimas. Esa es la diferencia.