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Predeterminado Respuesta: ¿Qué pasa en Malí?

Complemento el tema para quienes quieran ampliar información:

La toma de rehenes en una planta de gas en Argelia es la primera respuesta de los grupos yihadistas, aunque según las investigaciones, el asalto se había planeado desde hacía tiempo. Pero los terroristas afines a Al Qaeda lo han utilizado para su propaganda.

Mali es un país olvidado, con escasa cohesión social entre sus tribus y territorios, con poco que ganar en esta guerra y todo para perder: los muertos, los heridos, unos 700 mil desplazados según la ONU y también su pasado cultural, su historia, sus ciudades y cuatro lugares declarados por la Unesco como Patrimonios de la Humanidad: Tumbuctú, emblema del islam africano; la ciudad antigua de Djnné, la tumba de Askia y los farallones de Bandigara.

Los islamistas apoyados por Al Qaeda ya destruyeron el año pasado la milenaria Puerta del Fin del Mundo de la gran mezquita de Sidi Yahia y el mausoleo del santo Sidi Mahmud, tal y como sucedió con la destrucción de los Budas de Bamiyán en Afganistán por parte de los talibanes en 2002.

¿Qué tiene Mali? Arena, territorio: es casi el doble de todo Francia, de la cual logró su liberación en 1959; es el séptimo estado africano en extensión. Y, sin salida al mar, es un lugar estratégico en medio de un gran desierto sin límites donde confluyen las fronteras de siete países, que con escasa vigilancia, se ha convertido en ruta de escape y entrenamiento de grupos terroristas islamistas.

Limita al norte con Argelia, al este con Níger, al oeste con Mauritania y Senegal y con Costa de Márfil, Guinea y Burkina Faso. Casi todos ellos con presencia de los grupos leales a Al Qaeda.

En este territorio -según el analista valenciano Evaristo Palma- “allí actúan varios grupos islamistas, entre ellos el Movimiento para la Unidad y la Yihad en África Occidental, Al Qaeda del Magreb Islámico, y varias organizaciones que se han encargado de realizar secuestros de europeos, como el de los cooperantes españoles Ainhoa Fernández y Enric Gonyalons, liberados el año pasado tras el pago de un rescate. El goteo ha sido largo: franceses llevados desde el centro de Tumbuctú, alemanes, italianos; lo que puedan coger para luego pedir rescates y financiar la lucha”.

El norte de Mali se había quedado sin gobierno, no había presencia de autoridad y esto ha ayudó para que la situación se tornara insostenible. Francia ha entrado a esta guerra con la misma justificación de los Estados Unidos: “la lucha contra el terrorismo”.

En Francia la población está en alerta. Ha sido tan repentina la intervención, que a muchos les ha cogido por sorpresa y aun no se han formado ninguna opinión sobre la guerra. Sin embargo, un primer sondeo, dio como resultado un 60% de aprobación a la intervención. Una cosa sí está clara: ahora hay mas peligro, hay más miedo, un temor a los ataques terroristas contra los civiles, como ocurrió en Madrid, como pasó en Londres o Nueva York.

Entre los pocos que han tomado partido está el filósofo Bernard-Henri Lévy, quien apoya al presidente Francois Hollande considerando la acción por parte de su país, “un freno a la instauración de un estado terrorista en el corazón de África y a las puertas de Europa”.

“Nos enfrentamos -agrega- a un verdadero ejército del crimen organizado, entrenado, temible, y la intervención desbarata el verdadero objetivo bélico del grupo islamista Ansar Dine, más allá de Mali: reforzar las células islamistas que operan en Mauritania, al oeste, y en Niger al este, enlazar, al sur, con los combatientes de Boko Haram, el movimiento islamista demencial que siembra la muerte en Nigeria; y cortar, así, la subregión mediante un eje del crimen que, sin la operación que nos ocupa, habría sido imposible romper”.

A los franceses y europeos les preocupa también el costo de la guerra. Europa no está para guerras. La recesión galopa por varios países y en muchos va de la mano con la pobreza. A Francia la intervención en Libia durante siete meses, en la operación Hermattan, le salió por cerca de 500 millones de euros, cerca de dos millones cada día. Hoy, una hora de vuelo de un avión Rafale cuesta unos 35 mil euros, y de un Mirage 12 mil. Una hora de vuelo de un helicóptero Gazelle sale a 3.000 euros, de un Tigre en 30 mil y el manejo de 1800 soldados le puede costar 500 mil euros por día.

Francia aspira llevar a 2.500 soldados y ha desplazado hasta el momento 12 aviones de combate, 6 Mirage 2000, cuatro Rafale y dos Mirage F1 CR, 5 aviones de abastecimiento y 5 de transporte táctico y 12 helicopteros, entre Tigres y Gazelle.
La independencia de los Tuareg

Los islamistas no son los únicos actores de este conflicto. También están los Tuareg o Imuhgh, un pueblo nómada que lleva años tratando de crear un estado propio, al menos desde 1916, para reunir a su población que se extiende por Argelia, Libia, Níger, Mali y Burkina Faso, pero que también se les ve en pequeños grupos en Marruecos y en otros países africanos.

Muchos de ellos se han ido sedentarizando debido a la decadencia del comercio de las caravanas y quieren establecerse en un lugar del desierto, un territorio propio. De ahí sus enfrentamientos al norte de Mali con tropas del Gobierno y en Níger.

En octubre de 2011 los Tuareg iniciaron una nueva rebelión y el 5 de abril de 2012, aprovechando un golpe militar y la falta de un gobierno, con la ayuda de varios grupos yijadistas y algunos sobrevivientes de Afganistán y Libia, declararon como territorio libre el estado de Azawad, que incluye las ciudades de Tumbuctú, Kidal y Gao, esta última declarada la capital aun sin reconocer por ningún estado.

Sin embargo los nuevos compañeros de viaje de los Tuareg, los grupos islamistas que operan en África, les traicionaron. Una vez obtenido el poder y con el apoyo de Al Qaeda, sacaron a los Tuareg y decidieron formar un gobierno islamista implantando, como primera medida, la Sharia o Ley islámica en todo el territorio conquistado y para un nuevo emirato que han bosquejado en todo el Sahel, desde Mauritania a Somalia.

Aunque muchos Tuareg abandonaron las filas, los que quedaron ya no tuvieron otra opción que obedecer a Nabil Abu Alqama, el emir, quien en septiembre del año pasado visitó Azawad para verificar la imposición de la ley islámica. Fue él quien dio la orden de acabar con varios de los monumentos de los santos musulmanes por considerarlos “pecaminosos a los ojos de Alá”. Pero la vida no le alcanzó para la otra batalla: el emir murió días mas tarde en un accidente de tráfico al voltearse el carro en el que viajaba.

Al Qaeda del Magreb Islámico, derivado del temible Grupo Salafista para la Predicación y el Combate que venía de Argelia, es quien dirige las acciones contra el gobierno de Mali y las tropas francesas.

Mali es pues una nueva guerra, pero también un escenario para comprobar la efectividad de la acción internacional contra los grupos islamistas de África.



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