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Predeterminado De Merida a Caracas Calificación: de 5,00

Los mejores licores
Llegue al aeropuerto como a las 2pm. Debía regresar a
Caracas, con urgencia. Tenia una reunión, el próximo día como a las 8am. Había estado lloviendo, todo el día en esta ciudad y el cielo estaba encapotado.
Llegue al aeropuerto y me senté a esperar. Luego de tres horas de espera nos informan por los parlantes que el vuelo ha sido cancelado y que estos se reanudaran el próximo día si hay buen tiempo. El caos. ¿ Y ahora que hago?

¿Cómo llego a Caracas? La única manera es por autobús. Me dirijo al terminal. Llego y pregunto. El próximo sale en una hora y llega a Caracas a las 7am, del siguiente día. De acuerdo, dame un ticket.
Lo compro.

Me asignan el asiento 7B. Entre y me senté.
Imagine todo por lo que tenia que pasar. Unas doce horas aquí sentado, hasta que llegue a mi destino, oyendo la peor música que existe, con un aire acondicionado que simula ese del polo norte y, seguro, un hombre de compañero, en el asiento de al lado, hediondo o mal oliente o roncador o marginal. ¡ Que perspectiva! Me senté pacientemente y me arme de valor.

A esperar, no hay remedio. Saque un libro y comencé a leer. Levante mi vista, accidentalmente, al observar a una mujer de unos 30 años, en falda, con un hijo de unos 7 años, que estaba entregando su ticket al conductor del bus.

Los asientos suyos son 7A y 7c.

Gracias, dijo ella

Avanzaron y cuando llegaron a la fila 7, ella le pregunto a su hijo donde quería sentarse.

¿ Te quieres sentar al lado del señor? Le pregunto

No, dijo el niño

Esta bien, dijo ella

Mientras ellos acordaban el asiento yo pude observarla bien.
Tenia unas nalgas protuberantes, piernas gruesas, morenas, piel canela, falda corta, hecha de esas telas de hoy que no dejan nada a la imaginación, todo esta ahí, a la vista, la marca de las pantaletas, por delante, incluso la forma de los dibujos.

Allí, cuando se puso frente a mí, para guardar su bolso en la sombrerera del autobús, note sus senos y su vientre plano. Baje la mirada y la vi completa, su protuberancia entre las piernas.

Ella se dio cuenta y no me presto atención. Se volteo para
acomodar a su hijo en el otro asiento y pude observar las líneas de su hilo dental que se incrustaban en sus nalgas y delire, ante aquel espectáculo. Saco una manta gruesa para proteger a su hijo del frío que venia, y una para ella.

La coloco en su asiento, a mi lado y respire profundo cuando la vi inclinarse, con sus nalgas frente a mí, grandes, protuberantes, provocativas y casi abiertas. Se inclino y comenzó a preparar a su hijo, a darle las instrucciones. Le coloco la manta y decidió sentarse.

Hola, me dijo al colocarse a mi lado.

Hola, le conteste, pensando en como continuar esta conversación.

El debe dormirse ahora, en un rato, pues esta muy cansado,
me dijo de seguidas, como si hablara con ella, en voz alta.

¿ Fue un día ajetreado? , Pregunte.

Sí, mucho. Tuvo un partido de fútbol, toda la tarde, en el
colegio, respondió ella mirándome por primera vez, directamente, a mis ojos.

Él la llama. Ella respondió. Conversaron. Él le dijo que
tenia mucho sueño y ella le dijo que durmiera. Mientras hablaba con su hijo y se inclinaba, desde su asiento, para acomardarle la manta, sentí su cercanía, el roce de sus nalgas con mi pierna y disfrutaba. La veía, la observaba y sentía que me ponía rojo.

El chofer se subió a la unidad, recogió el ticket de todos
los pasajeros, se sentó frente al volante y apago las luces.

Estamos saliendo en punto, dijo ella.

Si respondí.

Comenzamos a rodar, guarde mi libro, que no había usado mas
desde que esta mujer llego, y me dispuse a desacelerarme, a relajar la tensión causada por esta hembra, en falda corta e hilo pegadito que me había desestabilizado. De repente ella se voltea, girando su cabeza y su cuerpo en sentido opuesto al mío, y coloca su trasero en mis piernas, sin ningún recato. Lo siento a mi lado, lo palpo con mis piernas y siento golpetazos en el cuerpo, en mi sexo, y la sangre, otra vez que se agita.

Voltea su cara, que apenas puedo ver y me dice, con un aire
cómplice, que si me molesta. Para nada le conteste y le dije de inmediato. que se pusiera cómoda, que sintiera como en su casa.

¡ Que bien! – exclamo.

Su tono era, ahora, casi confidencial, casi intimo, y la
sentí dormirse. Yo luchaba para combatir la tentación de tocar aquellas nalgas, posadas sobre mi pierna derecha, que se meneaban al ritmo del bus. Peleaba conmigo mismo y la decencia, el respeto y esas cosas que uno aprende en la escuela siempre se presentaban y me alertaban.

Pero, lo confieso, mas pudo la excitación que sentía ante ese roce, ese toque que todo lo demás y decidí pasar
mi mano, inadvertidamente, como si buscara algo en mi bolsillo.
Así lo hice.

Me aparte un poco, cerré algo mis piernas y fui introduciendo mi mano y en el trayecto toque todas las nalgas y palpe su hendidura, la abertura que conduce al placer infinito. La toque, sentí su dureza, la firmeza y su tamaño. Sentí que me estaba mojando. Saque mi mano lentamente y no note ningún movimiento extraño o intención de molestia.

No todo lo contrario. Se arrimo más.

Repitió esa operación varias veces y en una de esas deje mi
mano mas de la cuenta en su abertura y la sentí mejor y ella se queda tranquila.

Cuando llevábamos casi uno hora de recorrido, ella se
incorporo sin decir una palabra. Reviso a su hijo, comprobó que dormía placidamente. Se coloco en la misma posición y cubrió su cuerpo con la manta que, hasta ese momento, la había usado como almohada, pero sin tapar sus nalgas.

No sé si eso fue una indicación, un gesto, un signo, una señal. Pero me atreví a volver a tocarla y arriesgarme un poco más. Hice lo mismo, baje mi mano y comencé a tocarla en toda la geografía de sus glúteos, pase mis manos por todas partes, muy suavemente y me detuve en la abertura. Deme mis dedos allí y me quede tranquilo, esperando, disfrutando.

Sin imaginarlo, sin suponerlo oí su voz, muy queda,
diciéndome "sigue". Y entonces yo seguí, meti mis dedos en su abertura, sentía las líneas de su hilo y la toque, toque su sexo y vi como ella se arrimaba contra mi mano. Ella extendió su manta y dejo mi mano y parte de mi cuerpo dentro de esa manta milagrosa. Metí mi mano dentro de su falda y la subí.

Yo estaba muy excitado y sentía mi pene que reventaba el pantalón. Toque su sexo y metí mis dedos. Ella estaba muy mojada, muy excitada y se meneaba con deseos. Le
di un rato y en la oscuridad me sentía libre y saque mi sexo, erecto, grande, dispuesto, henchido, hambriento. Ella estaba absorta con mis dedos dentro de su vagina. Se volteo, se quito la falda, dentro de la manta y el hilo.

Me agarro, lo sobo, lo acaricio, mientras me metía la lengua
en mi boca y me besaba con hambre, con ansias, con deseo. Bajo su boca se
introdujo en la manta y comenzó a lamerlo, a besarlo, a chuparlo con la voracidad de alguien que tiene mucho tiempo sin sentirlo, sin mamarlo. Lo succionaba con avidez, con placer.

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