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Kaffeetrinker 2 ¿Qué pensar un año después del 15-M y del resto de protestas ciudadanas en la calle? Calificación: de 5,00

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Jueves, 03 de Enero de 2013


El despertar de la historia


¿Qué pensar un año después del 15-M y del resto de protestas ciudadanas en la calle? "El momento actual es el del comienzo de un levantamiento popular mundial contra este retroceso [de los derechos, de la democracia]. Este, aún ciego, ingenuo, disperso y sin un concepto sólido ni una organización duradera, recuerda a los primeros levantamientos obreros del siglo XIX. Entiendo, por tanto, que nos encontramos en «tiempos de revueltas», que indican, y por las que se está produciendo, un despertar de la Historia contra la repetición de, simple y llanamente, lo peor".

Esto afirma el filósofo francés Alain Badiou en su nuevo libro, El despertar de la historia, que, traducido por Begoña Moreno-Luque, publica la semana que viene la editorial Clave Intelectual. Lo que sigue es el capítulo titulado "El capitalismo hoy".

Alain Badiou - El País.- A menudo se me reprocha, también desde el ámbito de mis potenciales amigos políticos, no tener en cuenta algunas características del capitalismo contemporáneo, de no presentar un «análisis marxista» del mismo. Según ellos, el comunismo sería para mí una idea suspendida en el aire y, en definitiva, yo sería un idealista sin ningún anclaje en el mundo real. Se me acusa, además, de pasar por alto las asombrosas mutaciones del capitalismo, mutaciones que permiten hablar con glotonería, de un «capitalismo posmoderno».

Antonio Negri, por ejemplo, en una conferencia internacional –me encantó y me sigue encantando que participase– sobre la idea del comunismo, me puso como ejemplo de aquellos que pretenden ser comunistas sin ser marxistas. Básicamente le respondí que más valía eso que pretender ser marxista sin ser comunista. Si tenemos en cuenta que, para la opinión corriente, el marxismo consiste en conceder un papel preponderante a la economía y a las contradicciones sociales que implica ¿quién no es marxista hoy en día? Nuestros amos son los primeros que son «marxistas». Se echan a temblar y organizan reuniones nocturnas en cuanto la bolsa fluctúa o cuando la tasa de crecimiento disminuye. Sin embargo saltarán del susto y considerarán un criminal a quien pronuncie la palabra «comunismo».

Diré aquí, sin preocuparme ya de adversarios y rivales, que yo también soy marxista, y lo soy de una forma tan inocente, completa, y natural que en realidad no sería necesario ni decirlo. ¿Se preocuparía un matemático contemporáneo de probar que es fiel a Euclides o a Euler? El marxismo real, el que se identifica con el combate político racional y que aspira a una estructura social igualitaria, sin duda comenzó hacia 1848 con Marx y Engels, pero ha recorrido mucho camino desde entonces con Lenin, con Mao, y con algunos otros. Yo me he nutrido de estas enseñanzas históricas y teóricas y creo conocer bien tanto los problemas resueltos, cuya instrucción no sirve de nada volver a empezar, como los problemas en suspenso, que exigen reflexión y experiencia, así como los problemas mal abordados, respecto de los que son necesarias rectificaciones radicales e invenciones difíciles. Todo conocimiento vivo está hecho de problemas que han sido o deben ser construidos o reconstruidos, y no de descripciones repetitivas. El marxismo no es una excepción. Ni es una rama de la economía (teorías de las relaciones de producción), ni una rama de la sociología (descripción objetiva de la «realidad social»), ni una filosofía (pensamiento dialéctico de las contradicciones), sino, repitámoslo, el conocimiento organizado de los medios políticos necesarios para desmontar la sociedad existente y por fin desarrollar una forma igualitaria y racional de organización colectiva, llamada «comunismo».

No obstante me gustaría añadir que en lo relativo a los datos «objetivos» del capitalismo contemporáneo no creo estar desinformado. ¿Globalización, mundialización? ¿Traslado de un gran número de centros de producción a países con mano de obra barata y un régimen autoritario? ¿El paso en nuestros viejos países desarrollados, durante los años 80, de una economía egocéntrica, con el progresivo aumento del salario del obrero y la redistribución social organizada por el Estado y los sindicatos, a una economía liberal integrada en los intercambios mundiales, y por tanto exportadora, especializada, y que privatiza sus beneficios y socializa sus riesgos, asumiendo, así, el aumento de las desigualdades a nivel planetario? ¿La rapidísima concentración del capital bajo la dirección del capital financiero? ¿La utilización de nuevos medios gracias a los cuales la velocidad de rotación de los capitales primero, y de las mercancías después, experimenta una aceleración considerable (la generalización del transporte aéreo, de la telefonía universal, de la máquinas financieras, de Internet, de los programas que aseguran el éxito de las decisiones instantáneas, etc.? ¿La sofisticación de la especulación gracias a nuevos productos derivados y a una sutil matemática de la mezcolanza de riesgos? ¿La espectacular reducción en nuestros países del campesinado y de toda la organización rural de la sociedad? ¿La imperiosa necesidad, en consecuencia, de constituir una pequeña burguesía urbana que sirva de pilar al régimen social y político existente? ¿La resurrección a gran escala, y primero en la alta burguesía, de la vieja creencia, tan vieja como Aristóteles, de que las clases medias son el alfa y el omega de la vida «democrática»? ¿La lucha planetaria, bien tranquila, bien extremadamente violenta, por asegurarse a toda costa el acceso a las materias primas y a los recursos energéticos, especialmente en África, el continente del saqueo «occidental» por excelencia, y en consecuencia, de las más variadas atrocidades? Yo, al igual que todo el mundo, conozco todo esto más o menos bien.

La cuestión es saber si este conjunto de anécdotas constituye un capitalismo «posmoderno», un capitalismo nuevo, un capitalismo digno de las máquinas deseantes de Deleuze-Guattari, un capitalismo que engendra por sí mismo una inteligencia colectiva nueva, que promueve el levantamiento de un poder constituyente hasta el momento insatisfecho, un capitalismo que supera el viejo poder de los Estados, un capitalismo que proletariza a la multitud y hace de los obreros del intelecto inmaterial pequeños burgueses. En definitiva, un capitalismo para el que el comunismo es la otra cara de la moneda, un capitalismo en el que el Sujeto es de alguna manera el mismo que en el comunismo latente y que sostiene su paradójica existencia. Un capitalismo que está en vísperas de su metamorfosis en comunismo. Esta es, explicada a groso modo aunque de forma fidedigna, la postura de Negri. Pero en general esta es la postura de todos aquellos a quienes fascinan las mutaciones tecnológicas y la continua expansión del capitalismo desde hace treinta años, y quienes atrapados por la ideología dominante («todo está en continuo cambio y nosotros corremos detrás de este memorable cambio»), creen que asisten a un episodio prodigioso de la Historia, independientemente de cuál sea su juicio final sobre la calidad de dicho episodio.
CONTINÚA.....

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Última edición por PEDROELGRANDE; 02-01-2013 a las 21:45:46
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