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LA HIJA DEL PATRÓN
Soy Eduardo, trabajo todos los días en "Las Amapolas", una hacienda reconocida en el norte del país.
Tengo 23 años, mi piel es morena mi cuerpo muy delgado. Mis brazos y piernas están definidos en músculos firmes gracias al trabajo esforzado que llevo en la hacienda. Me gusta traer el pelo corto, ya que es un poco rizado y a veces me siento ridículo con él. Me la paso todo el día con el ganado LA que pasta en las montañas y ya por la tarde a los quehaceres que aún faltan. No me gusta mucho ir a la casa del patrón porque allí vive Sandra, su hija.
Sandra es como una potra salvaje que gusta de galopar todo el día y después retozar entre las flores... Nos parecemos mucho y los dos amamos el campo tanto que pasamos el día entero entre sus pastos y veredas.
Sandra tiene 26 años, su piel es tan morena como la mía, pero tiene un brillo especial así como bronceado, su cabello lacio y largo espesa la trenza de lado que acostumbra tener siempre. HIJA DEL PATRÓN
Soy Eduardo, trabajo todos los días en "Las Amapolas", una hacienda reconocida en el norte del país.
Tengo 23 años, mi piel es morena mi cuerpo muy delgado. Mis brazos y piernas están definidos en músculos firmes gracias al trabajo esforzado que llevo en la hacienda. Me gusta traer el pelo corto, ya que es un poco rizado y a veces me siento ridículo con él. Me la paso todo el día con el ganado
Los expresivos ojos negros que tiene se adornan de pestañas gruesas y negras que junto con su prominente boca me quitan el aliento. Todo su cuerpo me sobresalta, es una mujer verdaderamente preciosa.
El pasado jueves tuve un encuentro riquísimo con ella en medio de la nada entre las aguas dulces del río.
Había estado casi toda la mañana cuidando del ganado y ya pasado el medio día el rebaño de animales comenzó a bajar para tomar agua a la orilla del afluente. Bajé junto con los animales... Y allí estaba ella; sentada en una piedra a la orilla del río.
Casi instintivamente me oculté entre los árboles para poder observarla sin problema.
Chapoteaba sus pies en la corriente fresca del río, el agua salpicaba sus piernas y gota a gota escurría por su suave y delicada piel. Llevaba un vestido azul muy claro; de tela delgada y vaporosa, corto y arriba de la rodilla, de escote pronunciado y tirantes flojos que resbalaban por sus brazos. Su piel radiante reflejaba los rayos del sol que le lanzaba el agua, era casi una aparición.
Me quedé en silencio para observarla, pero ella se percató de la presencia del ganado y supuso que yo pronto llegaría. Aunque me buscó con la mirada no logró verme y se levantó de aquella roca dichosa que había sostenido su delirante trasero. Despacio avanzó hacia dentro del agua hasta que la misma le tocó las rodillas, se agachó y mojó su trenza, su cara y sus exquisitos senos. Con sus dos manos acumulaba suficiente agua para empaparse toda de pies a cabeza; entonces su ropa mojada se le pegaba al cuerpo redondo y suculento que tiene y traslucido dejaba ver la belleza de sus encantos femeninos. Tanto los pezones enormes, duros y oscuros así como la pancita suave que limita su ombligo. Retrocedió fuera del agua solo para quitarse la ropa lo hacia como si supiera que yo la observaba, con lasciva y tentadora alevosía.
La podía ver de espaldas, mojada en su totalidad con su trenza escurriendo agua tan sexy y caliente como nunca Sandra metió las manos bajo la diminuta falda de su vestido y comenzó a bajar con delicadeza los calzoncillos que llevaba; despacio los depositó sobre la misma piedra que sostenía su redondo trasero minutos antes.
Luego de forma lenta y seductora regresó a su vestido y bajó el cierre tan lento que enloquecía... se notaba su piel desnuda y fresca. Deslizó su vestido por su piel, descubriendo su espalda y su cintura color canela. Se deshizo totalmente de su prenda y también la puso sobre la roca. Dejaba ver su cuerpo de espaldas desnudo, húmedo, caliente. El diablo con forma de mujer se me había aparecido. No podía evitar entonces tocarme y acariciarme observando la tersura de Sandra. De forma malévola ella sabía que la observaba escondido en alguna parte... Sabía que estaba atento a sus movimientos y a sus gestos, impaciente por saber que haría y aguantando las ganas de ir allí mismo y poseerla.
Mantenía mi boca abierta al mismo tiempo que mis ojos dilatados seguían sobre el cuerpo perfecto de Sandra, la prominente hembra que observaba deshizo su trenza y soltó su pelo negro y después de un buen rato decidió por fin darse vuelta. La había estado admirando de espaldas, había adulado su redondo trasero y escudriñado con tacto su delicada cintura, había admirado como su esbelta espalda formaba un surco al medio para terminar sensualmente en el inicio de su cadera.
Si por detrás era hermosa, por el frente era la perfección de mis fantasías, la impresión de la mujer ideal, y la revelación del deseo carnal; su piel de color parejo y de brillo uniforme destellaba la lozanía propia de su edad, su cabellera larga y mojada se depositaba excitante sobre sus pechos y su ombligo enmarcaba ese abdomen regordete que temblaba cuando caminaba, al tiempo que daba pasos tenues dentro del agua sus piernas largas y torneadas se disponían una frente a otra enredando su vello púbico, su vello negro y escaso que ornamentaba su cochito delicioso. Conocedora de mi presencia Sandra dibujó una sonrisa en su rostro y comenzó a tocar su esplendoroso pecho, de manera sugestiva los tomaba entre sus manos y los escondía todos en ellas. Pellizcaba sus pezones enormes y los volvía a bañar en el agua del río... Remojaba y mordía sus labios rojos. Volvía al tiempo su mirada al otro lado del río y sonreía excitada de igual manera que yo. Adentrada en lo profundo del río comenzó a nadar.
Despabilado y al fin dueño de mis emociones logré despertar del embrujo que causaba su desnudez en mí y me descubrí de entre los arboles para dejar que Sandra me viera. Avancé lentamente hacia el lugar donde nadaba despreocupada, y austero la saludé; - hola señorita, el agua esta tan rica como se ve?
Sandra regresó a verme y sonrió antes de contestarme de forma cautivadora, - ya viste que si, o acaso no has visto nada? deja de perder el tiempo y ven a sentir que rica esta el agua....
Dijo la hija del patrón, y fijó su mirada en mí esperando una respuesta; ni tardo ni lento me puse de pie y comencé a desnudarme también. Primero la delgada camisa que cubría mi espalda del sol y al final los pantalones viejos que acompañaban mis pasos por las montañas. Mantenía mi erección y a pesar de que ella me intimidaba mi verga estaba mas dura que nunca, deseaba que me mirara y que se percatara del manjar de tipo que iba a comerse.

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