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HORAS EXTRAS Y SEXO EXTRA ¡!

De vez en cuando uno se ha de quedar para hacer cosas en el trabajo, pero fuera de horas… Eso siempre pasa cuando hay algun problema con los ordenadores, o bien cuando se ha de actualizar alguna base de datos, y es indispensable que esté la puerta cerrada, de lo contrario no se podría. Pero no sabía que sucedería lo que todavía recuerdo con un morbo brutal...
Yo trabajo en una oficina de farmacia, y estoy digamos de mando intermedio, es decir soy el “jefe” de mis compañeras, organizo las tareas, distribuyo los turnos, etc..
El mes pasado -agosto- tuvimos que hacer una actualización de una base de datos (esto lo hago siempre yo), y una de mis compañeras tenía que quedarse para hacer las fórmulas que se tenían que entregar el dia siguiente; la mejor hora es la del mediodía, comes un bocata rápido y te pones a la faena.

Lo malo es que en pleno mes de agosto se nos había estropeado el aire acondicionado, y en la rebotica y en el laboratorio hacía un calor infernal, por lo que llevabamos la menor cantidad de ropa exigida, es decir, yo llevaba la bata y un pantalon blanco de lino y mi compañera llevaba la bata y bajo la ropa interior…
Mi compañera es muy voluptuosa, y el ciñe de la bata hace que siempre se le vea el nacimiento de sus generosos pechos, cosa que me lleva de cabeza.

Yo estaba en el ordenador central, en la rebotica, haciendo mi trabajo y sudando como un pollo, por lo que me había quitado la bata quedandome solo con el pantalón, ademas la conexión a internet nos traía fritos desde hacía unos dias y eva ( mi compañera), estaba con una fórmula que se tenía que calentar, la pobre estaba peor que yo; de pronto oí una pequeña explosión y acudí corriendo al laboratorio.
Eva había calentado un recipiente y al ponerlo sobre el banco de trabajo el contraste lo había hecho estallar, cuando llegué allí ella estaba temblando, era la primera vez que le ocurría y no sabía que hacer; para tranquilizarla la abracé un poco mientras le decía: tranquila, no pasa nada, no ha sido culpa tuya…
Al hacerlo noté la presión de sus pechos en el mio y la dureza de sus pezones que se habian erguido por la impresión; estaba sudada, las gotas resbalaban por sus mejillas, cayendo al cuello y deslizandose por el canal de sus pechos, el espectáculo era algo febril.

Nos agachamos para recoger los restos del recipiente, con tan mala suerte que nos dimos un pequeño cabezazo y caimos al suelo quedando ella sobre mí, sus piernas a horcajadas sobre una de mis piernas apretandola por la caida, su blusa medio abierta enseñando sus pechos escondidos tras un sujetador malva que no le hacia falta ninguna, los dos en silencio mirandonos y sonriendo, su pelo rizado cayendo sobre mi cara…
Yo no soy ningún santo, y no creo que nadie con una chica así y en una situación como aquella lo fuese, así que bajo el riesgo del acoso sexual me lancé.

Levanté la cabeza para besar aquellos labios gruesos y pequeños al tiempo que con una de mis manos cogía uno de sus pechos e intentaba librarlo de la prisión del sujetador.
Ella se quedó quieta, asustada, indecisa, pero al mismo tiempo yo notaba como sus caderas empezaban a moverse para restregarse sobre mi pierna.

El suelo del laboratorio no es el mejor sitio para estos menesteres, y tras unos minutos pasamos a la rebotica donde hay un sofá cama para hacer más agradables las noches de guardia.
Abrimos el sofá cama y me quité el pantalón, quedandome con el slip, que parecía una tienda de campaña canadiense, ridiculo pensé, así que al momento estaba fuera.

Ella se quitó la bata, tan sólo quedaba un botón abrochado, y me mostraba esa combinación malva tan bonita que yo otras veces solo habia imaginado.
La tendí boca arriba y le saqué los pechos por arriba besandolos mientras clavaba mi pierna entre las suyas; estaba preciosa, con la cabeza echada hacia atrás con los pechos apuntando al cielo y con su braguita apretando mi pierna.

Besé sus pechos con ansia, lamía sus pezones mordiendolos con cuidado, ella decía que no estaba bien, que era peligroso, pero no dejaba de moverse.
Al momento nos dimos cuenta que estabamos bajo las estanterias de los preservativos, de los lubricantes, de los aritos vibradores etc..

Cogí un lubricante de Durex, ese de efecto calor, dulce… y me puse a trabajar.
Le quité la minima expresión de braguitas y descubrí un pubis arregladito, rubito, que emanaba un olor suave pero a la vez penetrante, olía a deseo.

Lo besé mientras mis manos aprisionaban sus pechos, los estrujaba sin miramientos, parecía un panadero amasando la masa, una masa dura y tostadita por el sol, le gusta el top less y la verdad es que unos pechos sin marca de bikini son perfectos.
Su sexo parecía estar en una sauna, húmedo, cálido, aquello era una delicia, pero para probar y así saber de primera mano lo que vendíamos le puse una generosa ración de lubricante, me pasé porque del sexo le fue cayendo hasta su culito; me ví forzado a limpiar aquel desastre, chupé sus labios, su clitoris parecía un botón de disparar misiles, estaba rojo e hinchado, duro, a medida que lo iba chupando eva temblaba, eran como compulsiones, en una de ellas adiviné un orgasmo, supongo que así era porque sus manos apretaban mi cabeza y sus piernas empujaban mi espalda hacia arriba y se relajó.
Se relajó y le di la vuelta, empezé a comerle el culito, la verdad es que ese gel funciona, no he probado un culito tan dulce como ese, metía mi lengua por su agujerito y sonaba como cuando pisas un charco con cuidado, sonaba liquido.
Eva estaba enfadada, no me había hecho nada y a ella le gusta trabajar, así que decidió probar tambien el gel .
Me tumbó y puso en la cabeza de mi pene un chorro de lubricante, no sabía que estaba frio al principio, y empezó a deslizar sus labios sobre él; esa boquita que siempre me ha parecido pequeña de repente se hizo grande, me chupaba el glande como si fuese un chupa chups, parecia gustarle ya que al momento veía como desaparecía por entero mi pene.

Con una mano me cogía la base y la otra fue apretando mi culo, buscando, hasta que encontró un canal, como no avanzaba más me pidió que me levantase, y allí de rodillas ella y yo de pie introdujo un poco su dedito en mi culo; era una sensación rara, no desagradable.
Cada vez que se metía mi polla en su garganta me metía un poco el dedito en el culo y me excitaba, tanto que le dije que parase un poco, notaba que si seguía un poco más la iba a bañar en leche y no quería que eso acabase ahí.
Volvimos al sofá y, sentandome en el borde, la puse en cuclillas sobre mí; no nos hacía falta lubricante, entró de golpe, hasta la empuñadura, era como si su boca hubiese cambiado de sitio y me estuviese comiendo con su conejito.



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