Varias cosas para destacar. Lo primero, el complejo de inferioridad. El mismo que le impidió al Real Madrid, en varios partidos, imponerse al Barça. Es ese estado mental del jugar a no perder. Se entra a la canchas con miedo, miedo a la historia, miedo al resultado, miedo a decepcionar, en suma, miedo al partido.

Dijo Falcao antes del partido que el clásico no tensionaba sino motivaba. Quizás por él, pero lo que se vio en la cancha fue otra cosa. Crispación de nervios, incluso también por parte del Madrid que entró a la cancha golpeado por los últimos resultados, y por ello, salvo el estupendo gol de Cristiano, cada quien se dedicó a parar al rival a punta de faltas, volviendo el partido espeso, imposible de digerir.

Hay que reconocer también que el Atlético tuvo dos bajas sensibles que quizás no hubieran cambiado el resultado, pero al menos se habría visto otro Atlético. Filipe Luis no estuvo en la banda izquierda y dejó sin salida a los colchoneros por allí. Tampoco el "cebolla" Rodríguez, un guerrero de la cancha, uno de esos gladiadores que se necesitan en partidos como éste.

Y tener a Cristiano enfrente privó al Atlético de otra de sus armas, las proyecciones de Juanfran que debió quedarse agazapado por la izquierda en su imposible tarea de frenar al luso, mientras Arda naufragaba en el medio campo, entre faltas de lado y lado, incapaz de ordenar el juego y crear opciones adelante,al tiempo que un solitario Falcao, marcado al centímetro por Ramos, no tuvo cómo desplegar su juego. Apenas se vio a un minino tratando de escaparse de la jauría madridista.

En este partido el Atlético mostró lo que realmente es, el tercer equipo de España, un adelanto significativo para él mismo, pero le falta mucho para acercarse a los dos dueños de la Liga y si bien es segundo, sin desconocerle los méritos propios, el lugar es prestado pues también ayudaron los tropiezos del Madrid. Al final de temporada, su calidad le va a alcanzar para quedar tercero y cumplir con su meta para esta temporada, regresar a la Champion.