El problema no es de amor, es de respeto a la ley. En el peor de los escenarios Colombia puede ser llevada al Consejo de Seguridad de la ONU y puede hacerse acreedora a sanciones internacionales, hasta el punto de bloquear nuestras exportaciones y mandar al carajo nuestra economía.

Aparte de eso, ¿cómo se defenderían mientras tanto los derechos de los pescadores? ¿Con fragatas? ¿Y si Nicaragua, ya con derechos legítimos, pretende impedirlo? ¿Se cañonean sus barcos? ¿O solo es una bravata y quedamos como en el dicho "perro que ladra no muerde"?

Dichas estas palabras por el presidente quedan entonces dos caminos. Se defiende por la fuerza (no se puede en derecho porque ya se perdió en los tribunales) y nos metemos en una guerra con Venezuela que no se va a quedar quieta, o quedamos como el payaso de la región, sólo amenazando.

¿Pensó el presidente las graves implicaciones de sus palabras? ¿O sólo es un argumento de fuerza para negociar con Ortega el tránsito de los pescadores hacia la zona de pesca ahora nicaragüense? Si esto es así, es lo mismo que está haciendo las Farc en La Habana, negocia con la amenaza de recrudecer la guerra.

¿Esa es la nueva diplomacia colombiana? ¿La del matoneo? ¿Nos portaríamos lo mismo si a quien enfrentáramos tuviera más poder que nosotros? ¿O sólo actuamos así porque el otro es débil?

El presidente Santos ha mostrado que es un estadista, a diferencia de su antecesor, pero esta vez se le fueron las luces.