Hay que aclarar varias cosas. Fueron algunos ganaderos de Córdoba, a través de Fedegán y su presidente José Félix Lafaurie, quienes organizaron las primeras autodefensas. Luego se uniría el gremio de bananeros para hacer lo propio en Urabá.

Obvio que los ganaderos no iban a hacer fila a pagarle uno por uno a Klein por sus servicios. Fedegan fue la encargada de recoger los dineros y pagarle al mercenario. Lo importante de la noticia es que Klein supo que entre esos ganaderos estaba uno que luego se convirtió en presidente de la República.

Esta manera que tiene Uribe de solucionar las cosas viene de tiempo atrás. Fue él, con respaldo legal, quien organizó las primeras Convivir, en el entendido de que ante la ineficiencia política que paralizaba a las fuerzas militares había que suplirlas con ejércitos privados.

Cuando llegó al poder siguió teniendo esta concepción y organizó otra forma de privatizar el conflicto a través de las redes de cooperantes, organizando una especie de milicias campesinas, a quienes se les pagaba por sus informes y se encargaban de proteger a su comunidad.

Esta es la manera de ser no sólo de Uribe sino de los grandes terratenientes que responden a una concepción del mundo específica, proteger a los suyos ellos mismos cuando el Estado no lo hace, como el Tea Party estadounidense.

Nunca se imaginaron que crear estos ejércitos privados se les saldría de las manos y caerían en manos del narcotráfico, volviéndose un remedio peor que la enfermedad. Sin embargo, y aquí está su pecado, pasaron de agache y dejaron que el problema creciera ya que les estaba solucionando un problema de seguridad a su patrimonio.

Por ello, al ser elegido presidente, hizo todos los esfuerzos por desmantelarlos. Con unas fuerzas militares modernas y fuertes, había que recuperar el poder y se dio a la tarea de su desmovilización. Pero en peleas de comadres se saben las verdades y poco a poco han salido informes de esa época oscura.

No va a pasar nada con el expresidente, no por él sino por los verdaderos dueños del poder. Hay que cubrir las huellas, tapar los huecos, eliminar los cabos sueltos, pues está en juego el país mismo como lo conocemos, cimentado sobre estas relaciones de poder.

Incendiaron el país para proteger sus familias y fortunas y ahora, apagado el incendio, favorecen los diálogos de paz para edificar el nuevo país con sus culpas enterradas y sus fortunas intactas. Eso es lo esencial y Alvaro Uribe es apenas un peón en este gran juego de ajedrez.