Mientras mi mujer duerme
Mi amigo Brian y yo llevábamos fuera toda la noche bebiendo cuando decidió que estaría bien volver a mi casa para tomarnos allí la última.
Llegamos a casa y mi mujer estaba ya durmiendo en la cama. Llevábamos algún tiempo mal, y sabía que si quería follármera, tendría que violarla prácticamente, aunque en ese momento me pareció bien, porque era mi mujer y esa era su obligación.
Nos eché un par de copas, y nos sentamos y hablamos de todos los temas posibles, hasta que al final llegamos al sexo. Cuando mi amigo me dijo que no había estado con una mujer en los últimos 6 meses, eso me hizo pensar en lo que estupendo que seŕia ver cómo alguien se follada el culo de mi mujer. Así que le pregunté a Brian si estaría dispuesto a hacerlo.
Me miró un poco indeciso, pero yo no tenía dudas, y rápidamente le convencí. Cuando terminé de hablarle de los atributos de mi mujer, puedo asegurar que era el hijo de puta más caliente del planeta.
Quiero pensar que fue el alcohol el culpable, pero una vez que la idea apareció en mi mente, creció con enorme fuerza. Decidí que entraría en el dormitorio y le metería mano, como hacía normalmente, y entonces le daría la auténtica sorpresa con Brian.
Ángela normalmente se limitaba a quedarse tumbada cuando lo hacía, sin responder en absoluto. Le susurré a Brian que se desnudase y esperase fuera del dormitorio, a la espera de mi señal.
Cuando se quedó desnudo, vi que su polla medía unos buenos 20 cm, mucho mayor de lo que había imaginado. Cielos, cómo quería ver esa buena tranca hundida en el chochito peludo de Ángela.
Entré en el dormitorio, me quité toda la ropa y me deslicé en la cama junto a mi mujer. Le puse las manos en las tetas, y comencé a aplastárselas. Ella me quitó la mano y me mandó a la mierda. Supongo que debía estar furiosa conmigo por llevar fuera toda la noche.
Me senté y tiré de las sábanas hacia abajo, y después le subí el caminó hasta la cintura. Entonces, le cogí las braguitas y comencé a bajárselas. Ella me agarró la mano y trató de detenerme, pero como siempre yo era demasiado fuerte para ella, y en unos segundos las había bajado hasta sus rodillas y después se las quitaba por los tobillos.
Le separé las piernas, y dejó de resistirse. Ángela sabía que si peleaba lo único que conseguiría sería que tardásemos más, pero el resultado sería el mismo.
Comencé a masajearle el clítoris y a separarle los labios del coño, y estaba totalmente seca. Así que aproveché para decirle que tenía que coger un poco de lubricante del baño, y que no se moviese. Cuando salí del dormitorio, Brian estaba esperando justo al lado de la puerta, mirándonos.
Cogí el lubricante y eché un poco en los dedos de Brian, y contemplé como se lo extendía nervioso por la polla. La habitación estaba a oscuras, y estaba seguro de que Ángela no notaría la diferencia.
Brian entró abriendo la puerta, sin decir una palabra, pero pude escuchar el ruido de los muelles de la cama, así que supe que ya estaba en la cama, y que pronto estaría extendiendo el lubricante por el pequeño agujerito seco de Ángela.
Unos segundos después, escuché la voz de Ángela, “Mierda, eso está frío”, y a continuación se oyó un pequeño chillido y los muelles comenzaron a hacer un ruido rítmico.
El ruido se volvió más intenso, y pude escuchar como la respiración de Ángela se volvía más rápida. Mi polla estaba dura como una piedra, pero no quería tocarme, ya que me correría enseguida y quería esperar un poco más.
Ahora Ángela si estaba gritando realmente. Metí la mano por la puerta, tanteando en busca del interruptor, y encendí la luz. Y vi las piernas de Ángela rodeando la cintura de Brian, mientras se movían rítmicamente.
Deslumbrada por la repentina luz, mi mujer me miró directamente a los ojos y gritó “¡Maldito bastardo!
Brian la agarró por los tobillos, y entonces comenzó a machacarle el coño realmente, sin dejar que se liberase de sus envestidas.
Tras unos minutos de follársela con todas sus fuerzas, Brian dejó escapar un gruñido intenso, se la hundió hasta el fondo una vez más, y la sujetó con fuerza mientras lanzada su leche en ese agujero tan bien follado.
Cuando salía de mi mujer pude ver cómo su semen salía de su coño y resbalaba por sus muslos hasta las sábanas.
Cuando Brian le sacó la polla, Ángela intentó levantarse de la cama, pero ahora era mi turno. La tumbé con fuerza sobre las sábanas, y ocupé el lugar que Brian había dejado entre sus piernas.
Trato de alejarme, pero su coño estaba demasiado húmedo como para ofrecer cualquier resistencia, y le hundí la polla y comencé a embestirla como un perro. No necesité mucho tiempo para hacer que mi semen se mezclase con el de Brian.
Después de un rato, cuando todo hubo terminado y Brian se había marchado, Ángela me dijo “Espero que lo hayas disfrutado, porque es la última vez que vas a meterme la polla”.
No hace falta decir que ya no estamos casados, pero creo que valió la pena. Y estoy seguro de que Brian opina lo mismo.