Hola, hace tiempo que no entraba en el foro y siempre me gustó entrar en este subforo y leer los relatos que dejan aquí. Muchos me pusieron bien y otros me trajeron a la cabez similitudes de cosas que me pasaron.
Yo me llamo Ernesto, tengo 41 años y llevo casado 16, tengo en mi matrimonio 3 hijos muy lindos y, aunque mi relación con mi mujer no es que sea una tortura, tampoco es que sea un idilio, diferencias que han ido haciéndose más difíciles de pasar por alto, que simplemente hemos aprendido a evitar.
Siempre me han gustado las mujeres y el sexo, pero tal vez por mi personalidad o mi forma de ser nunca fui muy echado para adelante. Me gusta ver el cuerpo de una mujer y recrearme mirándolo, me gusta acariciarlo y hacerla desear que vaya a mas, que me pida en silencio por las sensaciones de su piel que siga adelante, que no me pare, me gusta dejar que lo desee, que lo necesite y que lo disfrute cuando lo tiene.
Tal vez no sea el mejor amante del mundo, ni el mejor dotado, solo normal, como todos, pero desde que tuve mis primeras relaciones (tal vez algo tarde), traté de aprender todo lo posible para dar el mayor placer que pudiera.
Con mi mujer no ha sido fácil, tal vez por su educación, tal vez por otros condicionantes de la vida diaria, lo que de más jóvenes y recién casados nos hacíamos, poco a poco me ha ido diciendo que ya no, de tener alguna relación más o menos con cierta normalidad (digamos semanal) paso a ser algo esporádico y de ahí a algo casi novedoso (por lo esporádico del acto).
Bueno, vayamos entrando en materia, el caso es que yo, de ser un verdadero “necesitado” de tener sexo desde siempre, encontrarme en la realidad de ni olerlo, pues mis convicciones de que nunca engañaría a mi mujer ni tendría otra relación, pues eso, que ha ido cambiando.
Lo cierto es que nunca me había andado percatando de si esta mujer me mira o aquella me sonríe, pero hace cinco años eso cambio.
Trabajo en una empresa grande y a diario en las oficinas tengo que relacionarme con muchas de las asistentes y secretarias de las distintas oficinas. En una de ellas trabaja Sofía. Es 11 años más joven que yo, cuando esto empezó ella tenía 27 y yo 38. Es una mujer preciosa, con unos ojos muy lindos, unos pechos normalitos que llenan la mano y un culo incomparable, bien puesto, unas nalgas bien redondas y levantaditas que da gusto apretujar.
El caso es que yo noté que ella me miraba y creo que ella se dio cuenta de que yo le mantenía la mirada, así que un dia que una semana que el trabajo se acumuló en la empresa coincidió que debimos echar horas extras, y casualmente durante dos días me percaté que ambos coincidimos hasta casi la misma hora.
Me dije “si mañana está también le digo algo”. Hasta ese momento no había tenido ocasión de coincidir con ella más allá de cinco minutos o de manera casual junto con otros compañeros del trabajo, y mucho menos hablar de algún tema que hubiese podido dar pie a “calentar” el ambiente.
El caso es que la suerte me sonrió, y al dia siguiente volvimos a coincidir, yo en mi interior estaba bastante encendido, tal vez mis deseos de poseerla como llevaba varios días imaginando. El caso es que como para ir a la fotocopiadora y al baño pasaba por delante de su oficina, ella se percató, y cada vez que yo pasaba la miraba y ella estaba con la cabeza levantada y me correspondía, así que al segundo paso por su puerta (no quedaba nadie mas en las proximidades) le dije algo
-Qué? mucho trabajo acumulado estos días, no? Prevés quedarte hasta muy tarde?
- “No sé, espero que el trabajo no me requiera demasiado tiempo” acompañándolo con una mirada que para mi interior me decía mil cosas pero que no veía salir de sus labios.
El caso es que me quedé con las ganas de decirle algo más. No tardaría la fortuna en darme otra ocasión. El caso es que pasada una hora no quedaba ya nadie, yo seguía en mi oficina, nadie más en la planta y pensé que Sofía ya se habría marchado. Oí unos pasos que se venían hacia mi puerta, levanté la cara y ahí estaba ella, con el bolso y una rebeca en las manos, llevaba una falda que le ceñía el cuerpo y que mostraba las curvas de su cadera y su cintura, una camisa de color claro que dejaba imaginar sus pechos, llevaba sostén, pero los pezones se distinguían claramente. estaba increíble, no se si empecé a sudar, pero la temperatura de mi cuerpo se multiplicó por 10. Me miraba desde la puerta y me dijo: