Evo no es santo de mi devoción por su fundamentalismo, esa peculiar manera de ver el mundo en blanco y negro y su ortodoxia política que lo lleva a la intolerancia, miopía cultural que conduce inexorablemente a la estupidez.

Lo de la conspiración tiene su sello de fantasía, pero hay que tener en cuenta algunos elementos de juicio que pueden llevar a pensar que puede haber algo de cierto si se tiene en cuenta que Estados Unidos quiere tener a Bolivia dentro de su órbita de influencia.

El nombre del juego se llama litio. En un mundo que comienza a mirar hacia combustibles alternativos a los fósiles, los automotores eléctricos van a mandar la parada y estos son movidos por baterías de litio.

Bolivia tiene los mayores yacimientos de litio del planeta (en el Salar de Uyuni). Chile, en el desierto de Atacama también tiene un importante volumen y será otro de los beneficiados de este nuevo oro que cambiará el mundo en las próximas generaciones.

Hacia el futuro se habla de "Bolivia saudita" porque se va a convertir en un país con grandes ingresos provenientes de este elemento. Se calcula que cuando esté en plena producción Bolivia tendrá ingresos entre 400 y 450 millones de dólares anuales, los que se multiplicarán en las décadas venideras.

Lo que llama la atención es que mientras Chile otorgó una concesión de 20 años para la explotación de su litio, Bolivia ha ido organizando desde 2008 una empresa estatal que pretende la explotación sólo en beneficio del país, dejando por fuera a las multinacionales.

Es obvio que no solo Estados Unidos, sino otros países desean participar en el negocio del litio boliviano y hasta ahora Evo los ha dejado por fuera de la explotación y comercialización. La pregunta obvia es: ¿les conviene que siga en el poder?