Los ejércitos son un anacronismo, un recuerdo de nuestro pasado salvaje. Recuerdo a Mockus diciendo que a él le gustaría que en 30 o 40 años Colombia fuera como Costa Rica, es decir, que no necesitara de un ejército para existir como nación.

Pero ser como este pequeño país centroamericano en un mundo donde cada quien busca sacar el mejor provecho de sus intereses, pasándose la ley universal (ONU) por la faja, infortunadamente es una necesidad. La OTAN debe permanecer mientras haya extremistas en el mundo musulmán dispuestos a cualquier cosa con tal de imponer sus creencias.

Igual con la Rusia de hoy. No se le cree al lobo con piel de oveja, al autoritario Putin, con ganas de regresar a Rusia a su antiguo esplendor, ampliando su influencia, sus intereses económicos, no sólo en la órbita de sus antiguas repúblicas, sino en Asia donde el gigante chino es el nuevo sol que alumbra para todos.

Muchos intereses en juego como para pensar en desaparecer alianzas militares y transformarlas en políticas. Somos todavía cavernícolas peleando por los recursos del planeta. Impensable compartirlos. Somos una especie divida en clanes, tribus, hordas salvajes, imposibles de unir en un futuro común.