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Antiguo 05-10-2012 , 14:17:02   #2
! Master !
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Predeterminado Respuesta: Regalo para mi amante

Seguimos haciendo el amor diariamente hasta el día de parto. Aunque el médico nos dijo que nos abstuviéramos dos semanas, no pudimos esperar tanto tiempo, ¡éramos unos calientes! Antes de cumplirse una semana ya estábamos cogiendo como si nada hubiera pasado. Después, en las noches, cuando le daba de mamar a mi bebé, mi esposo también me daba “mi biberón”, al tenerlo erecto se acostaba levantando las rodillas para que me sirvieran de recargadera cuando me ensartaba para “mecer” al niño mientras éste comía.

Tres fueron los embarazos y decidí ligarme, pues de otra forma me llenaría de hijos con tanto amor que nos dábamos. Lo que ambos disfrutábamos mucho era chuparle el pene hasta que él se venía y yo dormía con su rico sabor en mi boca. Un día le pedí que él me chupara la vagina. Bajó a mi triángulo, restregó su cara en mis vellos, me abrió los labios y después de dos lamidas al clítoris se separó y dijo que no le gustaba mi sabor. Fue al refrigerador, prendió la televisión y se quedó en la sala hasta que terminó una cerveza. Recordé la escena cuando me salió la leche y metí mis dedos en la vagina; lentamente acerqué la mano a mi cara y entendí por qué le desagradó a mi esposo el sabor: olía desagradable y sabía pésimo. Me levanté, fui a la sala y le quité la botella a mi esposo para tomar un buen trago de cerveza… ¡Tampoco me gustó, sabía horrible! Tomé un vaso de agua y me fui a dormir.

Cuando los niños eran pequeños, no nos preocupaba andar en calzones o desnudos en la casa. Me interponía entre él y la televisión, dándole la espalda y me agachaba con las piernas abiertas. Mi esposo veía mi raja, se quitaba los calzones y se acercaba para empalarme.

—¡Eres divina de perrito, mami!

—Me gusta que me cojas así, me entra toda, mi amor, le decía y él se movía hasta que eyaculaba. Ahí concluía mi último orgasmo, los cuales empezaban con su movimiento al sentir la firmeza de sus manos en mis caderas.

—¡Qué nalgas más bonitas tienes! —decía por último antes de caer en el sillón sin soltarme.

El, desfallecido, quedaba callado y yo, aún arrecha, me colocaba mejor para besarlo. Él separaba su boca para tomar aire y no me quedaba nada más que besarlo en las mejillas y darle chupetones en el cuello.

Una de esas veces, cuando me embestía, mi hijo de tres años se acercó y le preguntó “¿Qué le haces a mi mamá?”. Mi marido se separó de golpe y el niño quedó sorprendido al ver el falo mojado y parado. “Nada, sólo jugamos” fue toda la contestación que le dio al nene y le ordenó que se fuera otra vez a su cuarto. Fui a verificar que no se le ocurriera “jugar” así con sus hermanitas.

En otra ocasión, en que llegó de madrugada y borracho, me puso en cuatro para cogerme de perrito, lo cual a mí me encendía que me tomara en esa posición, aunque él estuviera borracho. Decidí recargar mi cabeza en la almohada ofreciéndole mi grupa. Él estaba de pie sobre la cama y en el espejo de mi peinador vi que su rostro se iluminaba y la sonrisa se hacía enorme, lo mismo que su pene que se estiraba como pocas veces.

—¡Qué ricas nalgas tienes, mi mujer! ¡Tu culito se mira hermoso! —dijo hincándose y me dio unos lengüetazos en el ano, acariciándome las nalgas.

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Última edición por ! Master !; 18-01-2022 a las 01:44:50
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