Por fortuna, maduró, porque desde adolescente se acostumbró a triunfar, a tener roce internacional, a la amargura de la derrota y a la felicidad de la victoria. El, como Falcao, saben que la gloria es efímera, que para que permanezca hay que trabajarla día a día, logro tras logro, paso a paso, hasta conseguir su propio techo. Comprendieron desde muy jóvenes que lo difícil no es llegar a la cima sino permanecer en ella.

Hoy, Portugal admira a James y lo llaman "El niño maravilla", pero este cucuteño esforzado no le cree sino al esfuerzo diario, a aprender cada día, porque sabe que aún le queda mucho trecho por recorrer. Por eso es un verdadero crack.