Hussein fue el consentido de la CIA cuando les sirvió para atacar a Irán que dejó de ser aliado de los Estados Unidos al ser derrocado el Sha. Contaban conque ganaría la guerra y los ayatollahs desaparecerían del mapa trayendo tranquilidad a la región, es decir, a las inversiones estadounidenses. Pero no contaban conque Hussein sólo era un fantoche que poco sabía de ganar guerras y, encima, se les volvió respondón, lo que ponía en peligro importantes reservas de crudo, embolatadas en Irán y Libia.

Y como sucedió con Noriega en Panamá, cuando no necesitan a los dictadores los tumban, pero la ecuación no es tan simple porque no es lo mismo un país homogéneo que uno con una diversidad étnica y cultural de milenios. Hussein con su mano de hierro unificó el país. Su desaparición desató la rivalidad entre sunitas y chiitas y encima se reavivó el problema kurdo. Es cierto, recobraron el control de las reservas de crudo y se aseguraron un régimen amigo, pero el país se desestabilizó y ahora es un problema, como Afganistán, donde el gobierno manda en la capital y la anarquía en el resto del país.

Infortunadamente la inteligencia estadounidense, llena de prejuicios y signada por la paranoia, se ha vuelto torpe y subjetiva. De ahí que meten la pata una y otra vez y por tratar de ganar lo echan todo a perder. El último capítulo es Siria. Aquí es al revés, no meten la mano en favor de la oposición por temor a perder el pastel si Assad se queda y Rusia resulte beneficiada por completo. Se lavan entonces las manos, pero el problema es que la oposición va a ganar y va a estar más cerca de la Unión Europea que de Estados Unidos.

Con razón Estados Unidos va en camino de convertirse en potencia de segundo orden. Como dirían de otros, le quedó grande el mundo y como a rey muerto, rey puesto, hay un gigante que le está respirando en la nuca. El péndulo del poder se mueve hacia oriente.