Respuesta: Nuevas tecnologías: ¿para quiénes? El caso de la nanotecnología * Ilustrando la importancia fundamental de la desigualdad en la distribución de la riqueza, señala el informe que “el ingreso total de los 500 individuos más ricos del mundo es superior al ingreso de los 416 millones más pobres”. Más allá de estos extremos, los 2500 millones de personas que viven con menos de dos dólares al día
-y que representan el 40% de la población mundial- obtienen sólo el 5% del ingreso mundial. El 10% más rico, casi todos ellos habitantes de los países de ingresos altos, consigue el 54%” (PNUD, 2005, pp. 4-5). Sin embargo no parece ser una misión imposible disminuir esta brecha de inequidad planetaria, ya que de acuerdo a una base de datos sobre el ingreso global que se menciona en el Informe, se concluye
que “el monto necesario para llevar a mil millones de personas a superar el umbral de pobreza extrema de un dólar al día es de US$ 300.000 millones, cifra que representa el 1,6% del ingreso del 10% más rico de la población mundial” (PNUD, 2005: 43).
Ante estos señalamientos, las propuestas que históricamente atribuyen a diferentes tecnologías “salvadoras” la capacidad de eliminar los problemas más acuciantes de la humanidad deberían debatirse con menos ingenuidad, adoptando una actitud de prudente atención hacia los reales alcances que pueden esperarse de sus aplicaciones. Sin negar la importancia de los espectaculares avances logrados por la tecnociencia en la multiplicación de la productividad de los cultivos, queremos señalar la promesa incumplida de la llamada “revolución verde”, originada a mediados del siglo pasado y profusamente promocionada como el instrumento que habría de derrotar el hambre en el mundo. Si bien incrementó la productividad de los cultivos,
no sólo no acabó con el hambre sino que ésta fue en aumento junto con la degradación de los suelos. El hambre, como sabemos, no se debe a la escasez de alimentos, sino a la falta del dinero necesario para adquirirlos. |