1. El acceso a las nuevas tecnologías
Son conocidas las posturas ambivalentes referidas a los beneficios derivados de las
aplicaciones tecnocientíficas: las hay optimistas y entusiastas acerca de la
potencialidad de las nuevas tecnologías, mediadas especialmente a través de las
tecnologías informáticas y de comunicación, que ven en estas últimas el instrumento
de emancipación de la pobreza y sus efectos. Otras señalan diferentes grados de
preocupación por la activa participación de las nuevas tecnologías en la aceleración
de cambios negativos en un amplio margen de dominios (inequidad social,
destrucción de identidades, brecha digital ascendente y mayor control de la
ciudadanía, entre otros). Nuestro interés se centra en un hecho poco analizado y, en
cierta medida, naturalizado: el del acceso universal a gran parte de los beneficios
indiscutibles generados por muchas innovaciones científicas y tecnológicas, en la
medida en que la historia reciente parece señalar que su alcance estaría restringido
a una fracción minoritaria de la humanidad, mientras que algunos efectos no
deseados castigan a amplias mayorías y nada parece indicar que en el futuro haya
cambios en esa tendencia. Y esto implicaría una discusión acerca de la contribución
de la ciencia y la tecnología actuales al bienestar general.
Nos preguntamos qué sucede con la mayoría de los países que están fuera de la
incorporación de las innovaciones de la tecnociencia, y que, por ejemplo, en el caso
de la producción agrícola, sus pequeños productores pierden competitividad y se
arruinan económicamente al no poder adquirir los costosos insumos de los nuevos
paquetes tecnológicos que incrementan la productividad de los cultivos.
Comprobamos además que los nuevos materiales, los medicamentos, los
tratamientos médicos y las tecnologías digitales, entre otros, están cada vez en menor
medida al alcance de los sectores sociales más desfavorecidos dentro de los países
industrializados y, mucho menos, a esos mismos sectores al interior de los
subdesarrollados.