¿Mujer de la vida alegre o de la vida amargada?
Es un trabajo como cualquier otro. Es un trabajo que no ha perdido vigencia con las nuevas tecnologías, logrando ser catalogado como el más antiguo del mundo. Es un trabajo con el mejor servicio al cliente, al punto que su atención personalizada es alabada por sus comensales. Es un trabajo cuya clientela abarca, sin discriminar, desde vírgenes y camioneros hasta actores de Hollywood y presidentes. Es el trabajo de una mujer de la vida alegre.
A su vez, es el trabajo más estigmatizado. Es tan estigmatizado que se considera inmoral recibir dinero por realizarlo. Es tan estigmatizado que el nombre del título profesional, 'puta', es un popular insulto. Es tan estigmatizado que existe un constante y feroz torpedeo para retirarle la denominación de 'trabajo'.
Sin embargo, ¿de qué otra forma se debería denominar una labor donde el cliente cotiza el plan más barato, pero luego exige como si hubiese pagado el paquete premium? ¿De qué otra forma se debería denominar una tarea donde el porcentaje más grande de las ganancias son para el jefe? ¿De qué otra forma se debería denominar una tediosa rutina que se espera no estar haciéndola toda la vida? ¿Hay otro nombre para un encargo que paga las deudas? Es trabajo, como cualquier otro.
En lo que sí se diferencia de los demás, es en la semilla de culpa que la sociedad planta en la mujer de la vida alegre para que, algún día, busque una vida amargada.
Buscan que ella sea otra más que llama a un príncipe azul su 'mejor amigo', mientras se queja por la falta de pareja. Buscan que ella se otra más que tiene un variado inventario de ropa en el closet, mientras se queja por no tener qué ponerse. Buscan, pero no encontrarán porque la alegría de una mujer de la vida alegre se basa en lo siguiente:
Todos venden su cuerpo: El mesero vende su cuerpo para llevar y traer platos. El recepcionista vende su cuerpo para contestar llamadas. El cajero vende su cuerpo para contar el dinero de otro. El militar vende su cuerpo para la guerra. A ninguno se le paga por pensar. En el mejor de los casos, venden su mente. Y en el caso de los políticos, venden su alma. En ese orden de ideas, ¿qué tiene de impropio el prestarse, por tiempo limitado y por una suma acordada, para un apareamiento?
La moral es relativa: Un Macho humano llama 'zorra' a la Hembra que se acuesta con todos, pero la rebaja a 'puta' si no hace lo mismo con él. También marca con la letra escarlata a la totalidad del gremio femenino, porque una Ex le rompió el corazón. Eso sí, siempre excluye del insulto a su mamá, a su abuela y a su hermana (aunque no mete las manos en el fuego por la última). A su vez, esa relatividad para definir lo inmoral, igualmente está presente en la abuelita que critica el diminuto bikini de la nieta, tal como la tatarabuela criticó el enterizo de la abuelita. En pocas palabras, ¿con qué autoridad moral se tilda a la prostitución de inmoral, si el diccionario tiene definiciones contradictorias?
Son la base del sagrado matrimonio: Una pareja de esposos tiene a la Hembra humana como única protagonista y al Macho como convidado de piedra. Ella decide la telenovela que ven, la ropa que ambos lucen, los amigos que continúen siendo amigos y hasta el popurrí que va en el baño de visitas; en cambio, él sólo sirve para decir: "Sí, mi amor, lo que tú digas". Y, por supuesto, ella también decide cuándo y cómo tienen sexo, lo cual suele ser no muy a menudo y sin novedades. Es en ese punto donde la mujer de la vida alegre colabora tras bambalinas, para fortalecer la unión marital, haciendo todo aquello que el Macho no encuentra en casa. Tríos, el uniforme de colegiala, látigos, striptease, sexo anal, están a la orden del día porque el cliente siempre tiene la razón. Ahora bien, sabiendo de antemano que el Macho nunca querrá abandonar a su esposa por una mujer de la vida alegre, ¿por qué hay tanta resistencia a una labor sacrificada que sólo hace el trabajo sucio de un matrimonio?
El gran karma que debe padecer una mujer de la vida alegre es que su profesión, desde tiempos inmemoriales, es percibida como un crimen cuando en realidad es una transacción económica honesta. Ella dice abiertamente cuanto cuesta su cuerpo y se paga con anticipación. No usa un profundo escote y mini-minifalda para vender un producto que nada tiene que ver, como hacen otras. Lo que se ve, es lo que se obtiene.
Han querido desprestigiarla acusándola de atraer el vicio, las enfermedades y la delincuencia. ¿Y acaso en los sitios más elitistas no consumen drogas? ¿No hay enfermedad en los cigarrillos? ¿No hay delincuencia en las comisiones exageradas de los bancos? Hace siglos, las mujeres de la vida alegre aseguraron estar dispuestas a renunciar a su alegría, pero pusieron como condición que el resto de la humanidad primero tenía que renunciar a su doble moral... Es por eso que es y seguirá siendo la profesión más antigua del mundo.