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Antiguo 05-09-2012 , 19:52:53   #2
Heráclito
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Predeterminado Respuesta: 1993: el año maravilloso de la selección Colombia

El camino a la maldición del 5-0

Pero aún quedaban partidos y el 22 Colombia tuvo que jugar, una vez más, en Defensores del Chaco. El empate 1-1 fue el mejor resultado posible en Asunción frente a un equipo paraguayo que, como siempre, pegó duró y apretó de más. La victoria por 4-0 sobre Perú en Barranquilla, la primera goleada sobre nuestros vecinos en la historia, dejó a Colombia clasificada, al menos, al partido contra Australia, ganadora de Oceanía.

La fiesta fue total y las banderas se volvieron a agitar por toda Colombia. Un empate en el último partido en Argentina daría la clasificación directa al Mundial y una derrota llevaría al equipo a conocer Australia pues tenía una ventaja de un punto sobre sus próximos rivales.

El 5 de septiembre sería el partido definitivo. Días antes Carlos Vives había puesto a bailar a toda Colombia con el lanzamiento de su disco Clásicos de la Provincia. El país entero era una fiesta y ni siquiera los comentarios que publicaba la prensa sobre el optimismo que tenía Argentina le inquietaban.

Por esos mismos días Diego Armando Maradona le dijo a la prensa de su país que Argentina clasificaría porque Colombia no podía cambiar la historia, y la historia decía que Argentina estaba arriba y Colombia estaba abajo. Esas palabras se grabaron como huellas en hierro en la memoria de todos los colombianos.

Ese 5 de septiembre, con la esperanza de callarle la boca a Maradona, como si fueran ellos los que jugaran ese día, millones de colombianos se sentaron frente a sus televisores a comerse las uñas y ver el partido por el Gol Caracol. Apenas saltaron a la cancha, los jugadores criollos fueron abucheados por las 80.000 personas que, incluyendo a Maradona y su mujer, estaban en las tribunas del Estadio Monumental de Buenos Aires, el mismo en que cinco años atrás 'El Pibe' y su corte le habían ganado por 2-1 a la entonces selección campeona del mundo.

El partido empezó entre cánticos en la tribuna y nerviosismo frente a las pantallas en Colombia. Finalizando el primer tiempo, y después de que Córdoba había atajado todo lo que le tiraba Batistuta, Rincón anotó el primer gol. En Argentina nadie lo podía creer y en Colombia, después de celebrarlo, muchos se lo gritaron a través del televisor a Maradona.

Pero lo increíble vino en el segundo tiempo. Córdoba siguió impidiendo goles argentinos y, de pronto, empezó el rosario de anotaciones colombianas: Asprilla, Rincón, nuevamente Asprilla y Valencia sellaron el 5-0 sobre Argentina y el día de más felicidad de la historia colombiana.

Las cámaras del Gol Caracol disfrutaban enfocando una y otra vez la expresión de velorio de Maradona. William Vinasco no paraba de gritar, al ritmo de salsa, que esa era una de las dos cosas que más le gustan hacer en la vida, y los colombianos de a pie tarareamos la letra del tema “¡Ay que orgullosos me siento de ser un buen colombiano!”, cuando al finalizar el partido los 80.000 testigos de la goleada se paraban de la tribuna a aplaudir y la pantalla mostraba especialmente el amargado aplauso de uno de los mejores jugadores de la historia.

Ese día todos nos sentimos más colombianos. Todos creímos que el mundo era mejor. Todos nos sentimos parte de la más fantástica victoria que unos héroes liderados por un capitán de rizos rubios habían obtenido en Argentina.

Los miembros de la Selección eran ídolos para todos y, una vez más, las editoriales de todos los diarios hablaron de fútbol y de orgullo nacional, de gloria y patriotismo... Incluso El Tiempo se refirió a los miembros del equipo como "los pacificadores de la nación".

Así, de un momento a otro y gracias a cinco goles que se le metieron en un fenomenal partido de fútbol a la selección argentina, cuarenta años de guerrillas, veinte de narcotráfico y muchos más de violencia permanente desaparecieron.

El hecho de que once titulares, cinco suplentes y un cuerpo técnico fuera el pacificador del país merecía una distinción y en la noche del 6 de septiembre, al recibir al equipo en una multitudinaria celebración que terminó en el estadio El Campín con el presidente Gaviria a la cabeza, la Selección Colombia recibió de manos del primer mandatario la Cruz de Boyacá, el máximo honor que entrega el Estado colombiano a sus héroes y personajes más ilustres, y Francisco Maturana fue honrado con la Orden de Boyacá así como todos los jugadores lo fueron con la Orden al Mérito.

De esta forma la selección Colombia quedó para la posteridad en el mismo nivel patriótico y nacionalista del ejército libertador pues, como lo planteó el presidente en su discurso, la Selección había liberado al país de los violentos como Bolívar había liberado al país de la opresión: “Hoy más que nunca estoy convencido que tenemos las bases suficientes para mirar con orgullo nuestro presente y nuestro porvenir. Y lo digo con la seguridad que me embarga: ya no hay vuelta de hoja, no hay paso atrás, no hay camino de reversa. Atrás quedan los pesimistas. Atrás quedan los violentos. Atrás quedan los perseverantes pregoneros del desastre.La magia del fútbol surgió de manera asombrosa y reina sobre Colombia”.

Lo que no vieron ni el presidente, que estaba feliz abrazándose con 'El Tino' Asprilla, ni la mayoría de colombianos que estuvieron de fiesta todo ese día cívico, fue que “la magia del fútbol” despertó lo peor de muchos compatriotas y, en medio del licor y la harina, 82 personas murieron y otras 725 resultaron heridas en actos relacionados con la celebración.

Ni el presidente ni el director de El Tiempo volvieron a mencionar eso de la superación de “la violencia inusitada”.


Fuente: Gol Caracol

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