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Heráclito
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Predeterminado Respuesta: ¡Falcao, Falcao, Falcao...!

Falcao es Súper


Falcao celebra el tercer gol al Chelsea. | Afp

Tres goles del colombiano en la primera mitad otorgan a los madrileños su cuarto título europeo en dos temporadas

Eduardo J. Castelao (Enviado especial) | Montecarlo
Actualizado viernes 31/08/2012

El Atlético es supercampeón de Europa. Por tantas y tantas cosas, claro está, pero sobre todo por Radamel Falcao. "Es una bestia, el mejor delantero centro del mundo", decía Mario Suárez justo al finalizar el partido y, aunque pueda sonar a exageración, amor de vestuario, tenía toda la razón. La definición representada en un futbolista capaz de finalizar frío, de celebrar caliente, de brillar con la zurda siendo diestro. Una maravilla, una barbaridad. En 45 minutos que pasarán a la historia colchonera, en un estadio Luis II de Mónaco, asombrado, boquiabierto, el colombiano marcó tres goles y estrelló dos balones al palo. Una de las mayores exhibiciones de un futbolista sobre un campo de fútbol. En 45 minutos el Atlético logró su cuarto título europeo en dos años, el quinto de su historia, y logró olvidarse del asombro inicial por la victoria, de esa pesimista tradición que le frenó al inicio y le desató al final.

En esos 45 minutos nació y murió el partido. Así lo quiso Falcao, dueño de un espacio, el área, donde los mortales se ahogan por falta de oxígeno, donde escasea la luz en el instante definitivo de definir. En ese espacio angustioso para casi todos enseña Radamel su precisión de cirujano, su mente despejada para buscar el hueco, por arriba de un portero en el suelo como en el primero, por arriba de un portero -enorme además- de pie como en el segundo, por debajo de las piernas de ese mismo portero como en el tercero, ya al borde del descanso, con el trofeo resuelto gracias a la grandeza de un animal futbolístico, uno de esos hombres que aparecen muy de vez en cuando y que el Atlético agradecerá eternamente haberlo tenido, dure el tiempo que dure.

Porque los esfuerzos del verano, encaminados a mantenerlo en la plantilla, hallaron ayer su razón de ser. Ayudado por manos externas, el Atlético lo situó el verano pasado como el fichaje más caro de su historia. Doce meses más tarde, tiene ante sí al quinto goleador europeo de su historia (15) igualado con Forlán y a tres de Agüero, al que le costó cinco cursos alcanzar sus números. Tiene ante sí el Atlético, su hinchada, a un tipo que ha firmado 42 goles en 53 partidos con esta camiseta, y que destrozó al Chelsea en cada aparición. No sería justo olvidar al resto del equipo y al banquillo, pero cuando una noche contempla un desparrame de fútbol como el de Falcao es de ley dejarle a él todos los honores.

Salió el Atlético más convencido, más suelto, con más facilidad en el toque, resuelto a jugar la final cómo y dónde quería jugarla, en su propio campo, donde esperaban todos para ir haciendo cada vez más grande la desesperación del Chelsea, plano, ficticio, mentiroso, y desde ahí tirar de velocidad y dejarle el resto a Falcao. A los tres minutos el colombiano ya había tirado al larguero e Ivanovic había cometido penalti sobre Koke.

La difícil posición de Torres

Destartalado, el equipo de Di Matteo comprobó la escasa utilidad de mezclar a gente como Mikel y Lampard, futbolistas de paso lento y pase horizontal, incapaces de mezclar con el talento de Mata o Hazard, dejando a Torres en una posición incomodísima, la del delantero que vive siempre en inferioridad, de espaldas a la portería y viendo cómo las cámaras se cebaban con él cada vez que Falcao profanaba la otra portería.

A los seis minutos, el dueño absoluto de la noche se topó por vez primera con la red después de picarle un balón precioso a Cech, que en ese momento no podía imaginar lo que se le venía encima. Porque Falcao, dicho está, culminó como los grandes un ejercicio colectivo impecable. Simeone, definitivamente también en el altar de los colchoneros para siempre, metió a Koke en el lugar de Rodríguez para ayudar a los dos mediocentros y tejer un lío en el centro del campo. El único liberado de cualquier tarea de ayuda era, cómo no, Falcao, cuestión que resultó muy evidente en distintas fases del partido. Al fin y al cabo, él está para hacer goles, y de eso no hay dudas.

Llegó el segundo en un recuerdo maravilloso de su primer gol ante el Athletic en Bucarest, parando el tiempo, levantando la cabeza, con el interior de la zurda, dulce el toque, precioso, divina parábola a la escuadra contraria. Seguía el Atlético nadando plácido en su superioridad, con las ideas más claras que nunca, brutal en el despliegue, y si no había robo, y si había superioridad, falta y al sitio. Un plan de entrenador, cuya mano se nota en todo menos en la resolución de las jugadas, donde su mano ya no llega, pero resulta que en este equipo da igual, eso es cosa de uno. Y llegó el tercero en otra contra, robar y salir, robar y salir de este Atlético de Simeone. La condujo Arda de campo a campo y se la entregó a quien sabía no le iba a fallar. Fue en ese instante cuando el mundo pareció pararse en las botas de Radamel Falcao. ¿La segunda parte? Bien, gracias.


Fuente: elmundo.es

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