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RatonDark
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Predeterminado Respuesta: cristina y el viejo parte (2) 1

Los mejores licores
Ahi esta la tercera para que sigan leyendo

Luego de una larga ausencia, vuelvo a terminar con mi relato. No será en este capítulo y quizá tampoco en el siguiente, pero lo terminaré. Ruego al que no conozca mi historia que busque los capítulos anteriores ya sea por el titulo o por el autor. También espero algún día agradecerle a Dantes lo que hace por mí al convertir en relato mis experiencias. Un día se lo pagaré como corresponde.

Cristina II


Parte 2 de 2.


El taxista se me quedo viendo por el espejo, seguramente pensaba que éramos padre he hija. Don Tito tenía una sonrisa de satisfacción en la cara; no era para menos, me había comportado como él lo había planeado. Seguramente al verme deseada por todos esos hombres inescrupulosos, y luego verme disfrutar de sus avances a pesar de pedir que se detuvieran, lo habían llevado al paraíso del morbo.


De todas formas mis deseos seguían latentes, nadie había satisfecho mi calentura de perra y muy a mi pesar sabia que Pablo, mi amado marido, no podría hacerlo; necesitaba del viejo bastardo de mi vecino y él lo sabía. Me percate de las miradas lascivas del taxista, miraba mis piernas y se esforzaba por ver mas halla ¾¿Cuánto querrá ver?¾ me pregunte, la idea acentuó mi excitación; ya estaba entregada al morbo, la perra dentro de mí me dominaba y no podía hacer nada para detenerla. Abrí inocentemente mis piernas, delicadamente, sin que Don Tito se diera cuenta, le mostré mi ropa interior al taxista. El tipo era un cuarentón, muy morocho, de abundante bigote, macizó y se notaba que no era muy alto, mas bajo que yo ¾nunca podría estar con una mujer como yo¾ Seguramente en casa le esperaba una esposa con sobre peso, morocha como él y con tres embarazos a cuestas. Sin embargo, en ese momento podía deleitar su vista con mi cuerpo. Las ideas en mi cabeza volaban y la ansiedad por ser usada crecía a cada instante.


—¿No es cierto que mi nuerita es preciosa amigo?—pregunto sonriente Don Tito mientras pasaba su mano por detrás para apoyarla en mi hombro.


El taxista no dijo nada, entendió el comentario como un reproche y dejo en retrovisor para atender el camino.


—¿Dónde van?— Preguntó al llegar a la primera intersección.


—Acá a la izquierda, mi buen amigo— le indico Don Tito— usted tan solo conduzca, yo le indicaré el camino.


No entendí porque Don Tito no le daba una dirección o una indicación mas precisa, concluí que solo quería alejarse un par de cuadras más de los tipos que nos habían tratado de seguir.


El susto que había pasado y el relajo de aquellos momentos de calma en el taxi, me hicieron volver a la cordura. ¿Cómo había permitido que aquel viejo me humillara de esa forma?!. Supe que estaba fuera de control, que digo, estaba loca al arriesgar mi vida con Pablo por unos momentos de morbosa lujuria. Me dije que eso tenía que acabar, mi voluntad tenia que imponerse frente a aquellos extraños deseos. Mire a Don Tito y me prometí que apenas llegara a casa lo mandaría a la mierda, nunca volvería a caer en sus garras, no me volvería a quebrar.


No se cuanto tiempo estuve atrapada en mis cavilaciones, pero seguro fue más del que supuse, porque de pronto me sorprendí, reconocí la esquina que acabábamos de doblar. ¡Don Tito acababa de indicarle al chofer que doblara por la calle donde se ubicaba la empresa constructora donde trabajaba Pablo!. Quise engañarme, pensar que no era más que una coincidencia, mi vecino no tenía por que saber donde trabajaba mi marido, pero mis esperanzas se desvanecieron cuando Don Tito le pidió al taxista que se detuviera.


Pablo trabaja en un barrio industrial del Norte de la ciudad, la cuadra donde nos encontrábamos estaba llena de empresas. Cincuenta metros frente a nosotros, por el lado contrario de la avenida, se levantaba el tosco edificio corporativo donde trabajaba. Ya pasaba del medio día y era cuestión de minutos que los trabajadores, incluido mi marido y sus amigos, salieran a comer a los distintos boliches cercanos. Entre en pánico ante la posibilidad que mi amado Pablo me encontrara vestida así subida en un cacharriento taxi con el mal nacido de nuestro vecino. No se me ocurrió nada mejor que agacharme, recostándome sobre el asiento y quedando con la cabeza sobre las piernas de Don Tito.


—¿Qué le pasa?— pregunto extrañado el taxista.


—Mi linda Cristina, aquí no puedes hacerlo preciosa— dijo con jocoso cariño Don Tito mientras me acariciaba el cabello.


Vi aparecer la cabeza del taxista entre los dos asientos delanteros. Aprovecho de mirarme con descaro. Para lograr agacharme había tenido que acostarme, quedando con la espalda arqueada y mis piernas juntas y dobladas. Con la diminuta falda que traía, el taxista tenía un panorama increíble. El viejo le dio unos segundos para disfrutar del panorama, luego suspiro simulando congoja.


—Verá, mi buen amigo, mi querida nuera tiene un extraño problema— Don Tito seguía acariciando mi cabello como si fuera una niña— sufre crisis de pánico, la única manera de tranquilizarla es dándole cariño.


El morocho arqueo una ceja extrañado. Yo no dije nada, pues en realidad estaba asustada, solo quería irme de ahí.


—Vámonos a casa— suplique.


—No podemos hasta que termine lo que vine a hacer querida.


El taxista no dejaba de mirarme, no pude evitar desplazar mi brazo y dejarlo ver la forma de mis pechos. A pesar del miedo no podía desprenderme de esos malditos impulsos exhibicionistas.


—¿Qué dirá su hijo cuando sepa que no la llevo a casa de inmediato?—pregunto el morocho, intuí que le interesaba mantenerme en su taxi, no sé si por deseo o por el dinero extra.


—Ella no deja de portarse como una niña hasta que llega a su casa, es más, cuando llega no recuerda nada de lo que hizo desde la crisis, dígame si no es extraño— comento Don Tito, aparentaba estar aproblemado, no sabia lo que pretendía con todas esas mentiras, pero me quede callada, no quería que el taxista temeroso de meterse en problemas nos obligara a salir del auto.


—Eso si es extraño— El morocho parecía escéptico.


—Pues cree que haría esto si no estuviese seguro— Don Tito alargo la mano y atrapo uno de mis pechos, lo masajeo un momento y tras ver la cara de asombro del mirón soltó una carcajada¾ jaja, sé que es para no creerlo, pero así es no mas.


Estaba asustada y de seguro se me notaba en la cara, porque el taxista se quedo con la boca abierta al ver como me dejaba magrear por quien se suponía mi suegro. Pese a todo lo que me había prometido a mi misma, otra vez estaba en las manos de aquel viejo desgraciado, no podía hacer ningún escándalo, menos desmentir sus palabras pues no podía permitirme salir del taxi en aquella facha y arriesgarme a que mi inocente esposo me viera así. Además, la idea de ser abusada quizá a pocos metros de Pablo hizo que mi temperatura volviera a elevarse. Al taxista se le notaba en la cara una mezcla entre asombro, calentura y envidia. Don Tito también se dio cuenta.


—La verdad es que mas de una vez me he aprovechado de la situación— le dijo en tono de confidencia— es increíble como se calma cuando le hacen cariño, es como una amorosa gatita.


—Por favor vámonos a casa— le insistí.


—Lo siento preciosa pero debo recoger los documentos que me encargo tu marido—dijo contrariado mi supuesto suegro, luego se dirigió al taxista que no quitaba ojo a mi escote— ¿Ud. Podría cuidar de ella? Por favor, será máximo media hora.


El huraño morocho quedo mudo, en su rostro podía leerse “¿De que está hablando?, no esté jugando con el morbo de un pobre tipo como yo”.


—Por favor, ya ve como se pone esta pequeña, está asustada y no querrá salir del auto por nada del mundo hasta que llegue a casa, no se preocupe que no le dará ningún problema, solo le pido que la tranquilice un poco mientras estoy fuera— Insistió Don Tito.


—¿Está seguro que no le traerá ningún problema?, ella podrá reclamarle a su marido que no la llevo directo a casa cuando se lo pidió.


—Claro que no, no es la primera vez que le pasa. Como le dije, una vez en casa olvida todo lo que le paso, todo lo que escucha o hace en este momento ya no lo recordará.



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