Un hombre ya maduro contrató una secretaria. Era una mujer joven, ingeniosa, gentil y, sobre todo, muy hermosa.
Un día, mientras tomaba dictado, notó que su jefe tenía la cremallera abierta.
Terminó el dictado y se dispuso a salir de la oficina cuando, antes de cerrar la puerta,dijo:
- ‘Por cierto, señor, la puerta de garaje está abierta.’
El hombre estuvo un buen rato preocupado ("¿Es que esta mujer conoce mi casa o qué?" pensaba); no obstante, al rato se dio cuenta de que el cierre de sus pantalones estaba abajo.
Al hombre le hizo gracia la manera en la que su secretaria se había referido al pequeño incidente y decidió aprovechar la oportunidad para coquetear un poco, por lo que la llamó a su oficina:
- ‘Dígame, señorita, cuando vio que la puerta de mi garaje estaba abierta, ¿por casualidad no vio un Mercedes Benz, grande, lujoso, todo hermoso, último modelo?’
- ¡Oh, no, señor! Lo único que vi fue un Volkswagen viejo con las llantas espichadas…