| Denunciante Dorado
 |  Respuesta: Río revuelto, ganancia de corruptos (a propósito de la fallida reforma a la justicia)
"La leí por encima", admitió Simón Gaviria, entrevistado por Julio Sánchez Cristo. El presidente de la Cámara y del Partido Liberal no se refería a la letra menuda para obtener una tarjeta de crédito personal, sino a la reforma de la justicia. La leyó por encimita, confiando en que el exministro de Justicia pescara 'micos' por él y le delegó también la redacción de la fe de erratas. "Regálame una firmita", debió decirle el ministro. (¡Claro que sí, cómo no!)
Así, con una candidez inversamente proporcional a la desconfianza que tenía alerta a todo el país, este joven prodigio a quien no podemos achacarle, como a tantos de sus colegas, los estragos de una educación mediocre o del analfabetismo funcional, votó con un sí lo que ahora pretende volver un no. Y, para colmo, quedó indignado.
Mal de muchos, es verdad. Hay centenares de nombres de congresistas como el suyo que hoy circulan por Internet para que los electores no olvidemos la calidad de su trabajo, aunque se nos olvidará, como bien lo saben ellos. No en vano Gaviria declaró que asumirá la responsabilidad política... ¡en las urnas! (Léase, cuando mil nuevos escándalos, mil veces más graves, hayan borrado este.) En eso tiene razón: todo termina siendo un problema de urnas, como esta reforma avalada obedientemente por la Unidad Nacional. En vísperas de una reelección presidencial -aquí siempre estamos en vísperas de alguna elección-, no es nuevo que se redacten articulitos o articulados, hechos por escritores fantasma.
Por eso no es suficiente que los presidentes, de la Cámara y de la República, acudan a sus eminentes tinterillos para buscarles un nuevo 'mico' a los 'micos'. Tampoco es suficiente "quemar un fusible" y echarle la culpa a Esguerra por haber sido el único que leyó y corrigió la reforma, a nombre de tantos iletrados, perezosos o avivatos. Ese obsecuente ministro seguía instrucciones y no solo sus frases sino su cara eran bastante elocuentes. En nombre del Gobierno, arengó a los congresistas a defender la reforma, mientras su jefe estaba en otra más de sus cumbres.
"Lamentamos lo sucedido. No se deben usar procedimientos legales para abusar en cierta forma del poder", leí una declaración de Santos en EL TIEMPO del sábado 23 y me alegró que por fin alguien usara el "nosotros" para pedir disculpas. Pero fue una fugaz ilusión porque nuestro Presidente se refería a la decisión de otro congreso, el paraguayo, de destituir al presidente Lugo. "Infortunadamente, el Gobierno ha detectado que se introdujeron unos cambios que en nada favorecen a la justicia", fue su declaración para el caso colombiano. Esa manera de usar el lenguaje también resulta elocuente. Se cometieron errores: ¿podrían ser más específicos?
En ese sentido, el movimiento del Referendo Derogatorio de Reforma de la Justicia, liderado por organizaciones de ciudadanos, puede convertirse en una primavera colombiana inspirada en las de Europa y África. Su propósito de lograr una contrarreforma por la vía ciudadana sería el mejor precedente para no deberles el favor a quienes dejaron de hacer lo que debían haber hecho oportunamente ¡y ahora fungen de indignados!
Si esta crisis sirve para que la prensa, a veces tan complaciente, y los ciudadanos, a veces tan impotentes, cobremos conciencia de nuestro poder para vigilar y sancionar a los "servidores públicos" pagados con nuestros impuestos, habrá valido la pena. Y si nos ayuda a entender que el mayor peligro para nuestra mal llamada democracia es esta unánime y servil Unidad Nacional, tanto mejor. Porque no puede ser confiable un Congreso en el que solo votan en contra de un monumento a la impunidad 26 parlamentarios. Sus nombres también circulan en los medios y se han ganado nuestro respeto. Bravo por ellos y ellas -aquí sí cabe la duplicación del lenguaje-, pues hay mujeres valientes que se negaron a aprobar semejante fe de ratas.
Yolanda Reyes
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