"A Santos le quedó grande", "Santos no tiene las güevas de Uribe"...desde hace algún tiempo he venido escuchando este tipo de juicios, especialmente de muchos uribistas entusiastas que, anhelando que Juan Manuel Santos gobernara de la misma manera que lo hiciera Álvaro Uribe, hoy son los mayores críticos de la gestión del actual mandatario, que inclusive llega a ser catalogado como "traidor".
Aunque ha realizado una gestión apreciable en materia de lucha contra la corrupción y reconocimiento y reparación de las víctimas de la violencia, muchos de los seguidores del ex-presidente Uribe le reclaman por el detrimento de la seguridad, atribuida a un incremento del accionar violento de grupos al margen de la ley como las FARC.
Si bien Uribe durante su presidencia impulsó políticas de seguridad que ofrecieron buenos resultados durante algunos años, lo cierto es que su gestión en materia social dejó muchos que desear. Mucha más desazón genera saber que muchos de sus funcionarios están hoy involucrados en grandes casos de corrupción y usurpación del erario público. No obstante, lo que resulta más lamentable de la gestión de Uribe, fue el que el mismo Uribe infiriera la idea de que la mayoría de los problemas del país se atribuían a la violencia de las FARC y que por tanto la seguridad era la máxima prioridad si Colombia quería salir adelante.
En su discurso de campaña, Santos prometió dar continuidad a las políticas de seguridad impulsadas entre 2002 y 2010. Aunque la estrategia es la misma, no ha respondido de la misma manera que respondía antes. Pero esto, principalmente, se atribuye a que las guerrillas han cambiado de estrategia, por tanto la estrategia actual de la fuerza pública debe cambiar. Y muy a pesar de que las estadísticas (tan defendidas por los uribistas) demuestran que el detrimento de la seguridad proviene desde 2009, la mayoría de uribistas sostiene que esto viene ocurriendo desde el inicio de la era Santos.
No sé si sea por su discurso bravío o porque de alguna manera recogió el sentimiento de una gran parte de la población, el ex-presidente Uribe aún tiene la capacidad de influir en la opinión pública. El discurso de palabras fuertes recalcó en el fondo del corazón de muchos colombianos, tanto así que hoy en día consideran que Santos es un blandengue sin carácter por su discurso moderado y sereno.
¿La seguridad lo es todo? Definitivamente, no. Pero lo verdaderamente penoso es que Uribe, ahora como ex-presidente, y sus partidarios, le hagan más daño al país que beneficio, al coartar la gestión de Santos, que, muy a pesar de las críticas, en muchos aspectos está haciendo las cosas mejor que Uribe.