¿A qué juega Colombia?

por Heráclito

Después de la calentura por haber perdido un partido ante el peor Ecuador de la eliminatoria, hay que sentarse con cabeza fría a encontrar el por qué Colombia sigue en las mismas, razonablemente bien atrás, un desastre en el medio, y en ayunas adelante.

Comencemos por atrás. La gran preocupación antes de viajar a Lima eran los centrales. Con Yepes al borde del retiro y sin mayor continuidad en el Milan, se prendieron las alarmas. Por primera vez en mucho tiempo, la zaga colombiana preocupaba. Sin embargo, con Aquivaldo Mosquera, el centro dejó de ser una preocupación. Buen partido de ambos, sobre todo de Mosquera, que contra Perú fue una muralla.

Y si lo anterior fuera poco, se reafirmó Carlos Sánchez como el apaga incendios de la Selección. Adelante de los cuatro zagueros, cuando Colombia perdía la pelota se colocaba en medio de Yepes y Mosquera, fortaleciendo el centro hasta el punto de volverlo casi invulnerable. Un gran trabajo de Sánchez, indudablemente el mejor jugador del partido contra Ecuador.

Se suponía que con Armero se iba a salir por la banda izquierda, garantía para armar una eficaz ofensiva, conectando con el medio donde James, escoltado por Soto y Guarín, proveerían de balones a Dorlan y Falcao. Con la lesión de Perea, que tuvo sus altibajos, entró Zúñiga, pero al igual que Armero se quedó amarrado a sus posiciones. Claro, había que cuidar las incursiones de Ecuador, pero jamás se pudo salir con pelota dominada.

El medio campo fue un desastre por varias razones. Cuadrado no rindió ante Perú y fue reemplazado por Soto que mejoró en algo en recuperación y en proyección al ataque, pero fue tan poco que no influyó para que mejorara la producción anémica de goles. Freddy Guarín, infortunadamente, viene bajo de forma desde su lesión que le impidió jugar en la primera mitad del semestre con el Inter. Lo de James es explicable. Solo en el medio, sin socios, por más voluntad y talento, muy poco podía hacer.

Aquí viene algo importante. Pekerman jugó a la defensiva. y al pelotazo, cumpliendo su promesa de disminuir el toque toque y alargar el equipo. Lo malo fue que lo hizo al extremo. No sólo eliminó el juego horizontal sino que le apostó al dúo Ospina - Falcao. El portero sacaba siempre buscando a la estrella del Atlético, pasando el balón por encima del medio y aterrizando sobre Radamel que, solo y celosamente custodiado, de inmediato la perdía.

Su compañero, Dorlan, se dedicó a hacer lo suyo, jugar en solitario a ver si pescando un balón y con la poca eficiencia de la zaga ecuatoriana, podía meter su gol. ¿Y Falcao? Poco y nada se preocupó por él, creando un corto circuito, imposible de solucionar. Con la entrada de Muriel cambió el panorama. Se notó mayor movilidad, ganas de asociarse y en algo se mejoró, pero pocos minutos de un debutante poco pueden hacer.

Un descuido en la marca facilitó la anotación de un mediocre Ecuador, y sin jugar a nada, la reacción colombiana nunca se dio, repitiéndose el libreto una y otra vez, el balón volando casi de portería a portería, el medio en un diálogo de sordos y atrás, los centrales conteniendo y los laterales desbordados por los rivales. Cuando a Pekerman se le dijo a qué jugaba el equipo se fue por las ramas y habló de actitud, de posibilidades, de correjir errores, pero no de esquema táctico.

En estos dos partidos se desperdició a un goleador de talla internacional, un depredador del área, un 9 puro, cuya función no es recuperar balones, irse al medio campo a trastearlo, sino anotar en el área. En el Porto funcionó porque tenía a Hulk como socio y detrás tenía a James y Guarín que lo surtían permanentemente. En el Atlético tiene a Diego, al incansable Juanfran por la banda derecha y a veces Adrian.

Muchas cosas por mejorar lo reconoce Pekerman y entre ellas es sacarle provecho a Falcao, buscarle un socio adelante, darle salida a los laterales (por las bandas Perú puso contra las cuerdas a Uruguay), rogar porque Guarín regrese en forma o buscarle reemplazo, lo mismo que a Soto o Cuadrado, y dejar que se suelte por la izquierda James.

Hay con qué y yo, personalmente tengo fe en Pekerman. Sabe del oficio y como dice el viejo dicho, las cargas se arreglan en el camino. Contra Uruguay no se va a tener preocupaciones con los centrales. Ojalá Armero y Zúñiga se proyecten y se deje el pelotazo como alternativa y no como regla. Ya no se puede especular más, los tres puntos en casa hay que ganarlos y viajar a Santiago a enfrentar a un rival duro y letal, en busca, quizás de un empate.

Lo único cierto, sin embargo, es que el equipo que jugó en Lima y Quito no le gana a Uruguay. Hay tiempo, hay jugadores y hay técnico. Se necesita identidad, clarificar a qué se va a jugar y mentalizar a los futbolistas de que se puede. Lo mostró Perú en Montevideo. No hay rivales invencibles si sabe lo que se quiere hacer en el partido y se practica.