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Antiguo 28-04-2012 , 14:21:31   #5
BAJISTA
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Predeterminado Respuesta: Historia del Día de los Trabajadores

Ya en el lugar de la reunión, estaban debatiendo diversas proposiciones para la mejor organización de las costureras, cuando llegó un mensajero a la carrera. "Hay una gran reunión en Haymarket -comunicó- y Spies es el único orador. Quiere que vaya Parsons y también Fieldem".

Fueron. La multitud reunida resultaba pequeñita para la Plaza Haymarket. Spies, que había llegado muy temprano, había empujado un vagón de ferrocarril hacia una esquina, para que le sirviera de tribuna. Muy cerca estaba la Comisaría de Policía de la Calle Desplaines, bajo el mando de John Bonfield, un capitán apodado "el apaleador". Allí, sin que Spies lo supiese, estaban reunidos 180 patrulleros dispuestos a marchar sobre la reunión si la ocasión se presentaba. También ignoraba Spies que el alcalde, Carter Harrison, estaba entre la muchedumbre.

Spies estaba hablando desde el vagón, cuando vio a Parsons que se acercaba con su familia. La multitud también lo vio y comenzó a aplaudirlo. Después de dejar a su esposa y sus hijos en otro vagón vacío, Parsons subió a la improvisada tribuna. Entre otras cosas, dijo: "Yo no estoy aquí para incitar a nadie, ese no es mi propósito. Simplemente vengo para relatar los hechos tal cual son". El Alcalde de Chicago, que estaba escuchando, se alejó de la Plaza después de esas palabras. Fue a la comisaría y le dijo al capitán Bonfield que el mitin era pacífico y que debía desmovilizar a los patrulleros y enviarlos a cumplir sus tareas corrientes.

Parsons terminó de hablar a las diez. Un viento frío que venía del lago azotaba a las gentes y habían caído algunos aguaceros. Amenazaba una fuerte tormenta. Muchos de los asistentes se retiraban. En esos momentos estaba hablando Sam Fieldem, y Parsons buscó a su familia y con otros trabajadores se retiró al salón de un bar situado en una esquina próxima, conocida como Zepf’s. Muy pronto el grupo estuvo riendo y charlando, mientras circulaban los vasos de cerveza. Entre tanto afuera, Fieldem, último orador, continuaba su discurso ante un gentío que disminuía constantemente.

"¿No es un hecho -estaba diciendo- que no controlamos nuestras propias vidas, que otros nos dictan las condiciones de nuestra existencia?" En ese momento fue interrumpido por una alarma general. Se oyeron gritos de urgente advertencia: ¡La policía! En efecto, calle abajo, en formación militar, con sus garrotes enarbolados, avanzaban los 180 patrulleros, dirigidos por los capitanes Bonfield y Ward. La muchedumbre comenzó a dispersarse a la carrera. El capitán Ward se encaminó al sitio donde hablaba Fieldem y le increpó: "En nombre del pueblo del Estado de Illinois, ordeno que se disuelva este mitin inmediatamente." El asombrado Fieldem le contestó con firmeza: "Pero capitán, este es un acto pacífico."


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