Varias cosas para reflexionar.
La primera es que no por haber perdido el Barcelona ni por haber ganado el Madrid, dejan de ser lo que son, estupendos equipos que están marcando historia y que siguen emparejados en el presente.
Pero hay más que decir.
Lo normal en la vida es luchar y si es bueno en lo que hace la posibilidad de ganarle a los demás se convierte en realidad, pero esto no significa que se deje de seguir luchando, perdiendo, sufriendo y gozando.
Pero cuando se gana todo, cuando las derrotas no existen, cuando no hay nadie más arriba y la distancia con los de abajo se aumenta demasiado, la perspectiva cambia.
Ganar pasa de ser una meta a convertirse en una obligación, al único resultado posible. Cualquier otro que se obtenga es un fracaso, una derrota devastadora, una tragedia que no tiene razón de ser.
De esta manera la invencibilidad se transforma en un pesado fardo que termina por convertirse en el peor enemigo. Ya no se mira hacia adelante, sino a no dejar que los demás se acerquen.
Como siempre se ha dicho. Lo difícil no es llegar a la cumbre sino permanecer en ella. Eso pasa con las hegemonías que detienen la evolución porque ya no hay rivales que exijan buscar nuevas cosas porque basta con lo que se tiene.
Por ello, perder trae consigo la tranquilidad al regresar el Barcelona al terreno de los mortales, que significa curarse las heridas, enmendar los errores y buscarse nuevas metas.
Esto viene con otra enseñanza más.
Recuerdo que cuando dije hace unos meses que el Barcelona comenzaba a declinar se me dijo en este foro que era el peor de los seguidores. Pero una cosa es que a uno le guste un equipo y otra tapar el sol con un dedo.
Y es que en esta temporada se ha visto lo obvio. El juego eterno de la infinidad de pases (guardadas las proporciones recuerdo la Colombia del Pibe Valderrama) dejó de tener la efectividad y cada vez más se le veía con los partidos embolatados, sufriendo para ganar.
Podemos decir, entonces, que el juego del Barcelona llegó al tope, los rivales ya lo comienzan a descifrar y es necesaria la evolución hacia otras tácticas, sin abandonar su esencia, el buen trato al balón y la importancia del juego colectivo sobre las individualidades.
Hay de fondo también un tema espinoso. Pep Guardiola. ¿Debe quedarse en el Barcelona? Hay que pensarlo, como él mismo lo está haciendo, porque generalmente los entrenadores también llegan al tope y de ahí en adelante no pueden dar más.
Un nuevo entrenador se presiente en el horizonte. No porque Guardiola haya dejado ser bueno sino porque se necesita refrescar al equipo con nuevas ideas y el mismo Guardiola evolucionar en otro equipo y en otra Liga. Todos ganarían, pero sobre todo el fútbol.
Con esto también deben llegar ajustes en la plantilla porque hay históricos cerca del retiro como Puyol, y el siguiente paso en las tácticas impone nuevos jugadores que la hagan posible.
De no hacerse, de no acoplarse a los nuevos tiempos, el declive de esta temporada (los partidos perdidos contra el Madrid y el Chelsea sólo lo confirman) se puede agudizar.
Quizás la última reflexión que cabe es que todo lo que sube, baja y el tiempo del Barcelona hegemónico quedó atrás. El Real Madrid regresa a la cima, pero deberá refrendarlo en la Champion donde se espera el duelo final de esta temporada.
Una coletilla: El cetro del mejor equipo del mundo aún lo posee el Barcelona. El Madrid necesita ganar la Champion y el mundial de Clubes para arrebatárselo. Pero tiene con qué.
Y en cuanto al mejor jugador del mundo, Cristiano Ronaldo se pone a la par con Messi. Ambos son fantásticos, pero por resultados, el portugués le gana en este momento por una nariz.