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Antiguo 26-03-2012 , 19:41:43   #2
DeathMasterJ
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Predeterminado Respuesta: De soldado ciego a montañista. [REPORTAJE REVISTA GENTE]

42 kilómetros

En Miami, el coronel Luis Eduardo Vargas recibió una llamada desde Colombia. Era oficial de enlace en el Comando Sur de Estados Unidos y se había consagrado como un deportista de alto rendimiento. Cardona lo sabía y le pidió que guiara a Reinaldo en la Maratón de Nueva York. Fue hace dos años. Al comienzo, ‘Rey’, como le dicen todos sus amigos, renegó de que le quitaran a su guía de siempre. Pensaba que Vargas –hoy director de Bienestar y Disciplina del Ejército– era un viejo al que tendría que empujar.

–Si no quiere andar, lo hago andar–, decía entre dientes, con rebeldía. Vargas pensaba lo mismo y le preguntaba con insistencia cuántos kilómetros podía correr por minuto.

Si hay algo de lo que Reinaldo se sienta orgulloso es de haber corrido la Maratón de Nueva York. “Eso no se compra ni con una MasterCard…”, dice y suelta una carcajada. Allá también llegó, luego de imponérselo a Cardona. Ya había nacido Owen, comenzaba su carrera como abogado y llevaba un año entrenando para correr 45 kilómetros en 4 horas. Luego se enteraría de que Vargas lo hacía en 2 horas y 40 minutos. Correría –junto a 43 mil atletas de 110 países– una distancia de 42 kilómetros que equivale a atravesar Bogotá de oriente a occidente, tres veces seguidas. Además, sería el primer ciego de las Fuerzas Armadas que intentaría cruzar la meta y el cuarto de Colombia.





Fue un primero de noviembre. Recién habían celebrado la fiesta de Hallowen y comenzaba el invierno. El equipo de heridos en combate estaba hospedado en la Quinta Avenida y Reinaldo no paraba de preguntar. Con Vargas habían acordado que correrían unidos por un cordón negro y que Reinaldo, además, permanecería agarrado a su hombro derecho. El coronel sabía que la maratón comenzaba realmente en el kilómetro 21, por eso en los primeros 15 se dedicó a abrirle camino a Reinaldo entre los corredores que se apretujaban sobre la ruta.

–En el 21 me entró un ataque de hambre y estuve a punto de desmayarme. En el 30 ya tenía un desorden mental. Pensaba en los 12 kilómetros que aún me faltaban. El coronel trataba de distraerme. Gritaba, saludaba a la gente y también me repetía cosas como: “¿se imagina el desprestigió?”–.

En el 33 escuchó que cantaban “una pena y otra pena son dos penas para mí” –el inconfundible vallenato– y eso lo animó. Alargó el pasó, pero en el 35 sintió que no podía más. Estaba a 500 metros de entrar al Central Park y la bulla de la gente le dio el empujón final. Renegaba, pero no paraba. Vargas no le daba tregua y lo atacaba con frases que iban directo al corazón. “Por orgullo, hagámosle”, le decía. El 37 y el 40 fueron los más críticos, pero también los superó. A 20 metros de terminar, Vargas lo soltó, emocionado hasta las lágrimas. Quería que Reinaldo cruzara la meta solo y que no pensaran que él lo había arrastrado.

–Alcé los brazos y me tiré al suelo. Lo hice en 4 horas, 33 minutos y 18 segundos. Logré colgarme la medalla que le había prometido a Owen. Luego, ya no corrí más–.





Probar la nieve

Hace un par de semanas que ‘Rey’ subió y bajó el Ritacuba Blanco, el pico más alto de la Sierra Nevada del Cocuy –5.330 metros– y el cuarto de Colombia. Fue otra de las adversidades que decidió superar y para la que se preparó durante un año. Se lo pidió al coronel Cardona y de nuevo lo puso en aprietos, porque además de ser el primer soldado invidente en intentarlo, tenía que escalar y utilizar el brazo que había sido reconstruido por culpa de los balazos.

La prueba de fuego fue en Suesca, a una hora de Bogotá, el mejor lugar de Colombia para escalar rocas. Sabía que tenía dos opciones: podía o no podía. Escaló 90 metros, descubrió la roca con sus manos y cuando tuvo que descargar el peso de todo el cuerpo sobre su brazo derecho, pensó que la guerra, finalmente, no lo había derrotado. Ahí estaba frente a montañistas experimentados, ciego pero aliviado y sintiendo un frío esperanzador pegándole en la cara.

Eloísa Cárdenas respira profundo cuando se acuerda. Ella es una de las psicólogas que acompaña a los montañistas de ‘Huellas’, el grupo que lidera el coronel Cardona y donde hay siete deportistas con discapacidad –6 perdieron una de sus piernas o ambas, y Reinaldo–. Al verlo, se le ocurrió vendarles los ojos a los integrantes del grupo, donde también hay montañistas expertos. “Todos se cayeron, menos ‘Rey’. Fue el único que, verdaderamente, supo caminar en la montaña”, dice.

–Y, ¿cómo es la nieve?–.

–Es libertad. Me emocioné tanto que escribí: ‘Owen te amo’. También hice un raspado con lechera y fresco, y hasta me bautizaron–.

Luego de caminar dos días por entre las lajas, campos de frailejones y de dormir, literalmente, entre rocas, Reinaldo tocó la nieve del Ricacuba y, por primera vez, no se tuvo que aferrar al hombro de un guía. Iba punteando a más de 5 mil metros de altura. “Es un ‘paquete chileno’”, dice el coronel Cardona. “No se cansa, no tiene miedo y, por supuesto, tampoco le teme a la noche”.

Hace tiempo que Reinaldo Torres pensó lo siguiente: “Vivo ‘bacano’ o me tiro de un quinto piso, porque ciego y amargado no puedo vivir”. Hasta ahora ha cumplido lo primero. Por eso, cuando se le pregunta qué sigue, la lista la encabeza el pequeño Owen, que significa: joven guerrero. Nadie creería que aquel que corre detrás de su hijo en uno de los campos del Batallón de Sanidad del Ejército, en Bogotá, sea ciego.

–Hace poco salimos a la calle y Owen me jaló del brazo para decirme: ‘Papito, popó de perro’. Me sentí feliz, lo abracé y lo llené de besos porque entendí que estaba con mi mejor aliado–.





El techo del mundo

‘Rey’ se ejercita todas las semanas en un gimnasio porque quiere subir al Everest. El coronel Cardona –cuando lo escucha– respira profundo. Tal vez no sepa, pero si lo logra, será el segundo ciego en tocar el techo del mundo. Mientras tanto, se concentra en su carrera. Va en séptimo semestre. Estudia con la ayuda de un software que convierte el texto en sonido y graba las clases, que su cuñado, Edgar Castillo, le digita. Él también le lee y es su dependiente judicial, lo que significa que puede reemplazarlo en todo, menos en las audiencias.

Edison Vergaño, que lo conoce desde las selvas del Caquetá, que fue herido en combate y que también estudia derecho en la misma universidad, dice que hay una frase que lo define y que es cosecha de las ocurrencias de Reinaldo: “Los indios somos indomables”. Él lo escucha y suelta una carcajada.

–No veo negro, sino oscuro. Para mí es así. Lo mismo le pasaba a Borges–.

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Por Elizabeth Reyes LePaliscot. / Fotografías: Julián Manrique.


Última edición por DeathMasterJ; 26-03-2012 a las 19:43:01
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