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Antiguo 25-03-2012 , 15:01:34   #8
carlitosuy1
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carlitosuy1 el Usuariox esta entre el bien y el mal
  
Predeterminado Respuesta: Mi novia, mi suegra y yo..

- No, espera. La llevaré yo que también tengo que ir -le mentí a Carmen- Vamos cariño, la tía te lleva.
Salimos por el oscuro pasillo del cine y yo iba pensando en lo loca que estaba al irme al baño a solas con mi sobrina. Sin duda no podría aguantarme y acabaría 'jugando' con ella, pero me propuse no hacerlo. No porque no quisiera sino por miedo a lo que podría pasar si su madre nos pillase haciéndolo. Entramos al servicio y Marita se metió en uno de los baños individuales. La esperé fuera pensando en que en ese momento se estaría subiendo la falda, ahora se estaría bajando las braguitas...
- Tía, no hay papel... -dijo la niña rompiendo el hilo de mis pensamientos.
Entré en el baño y la vi. con la falda levantada y las braguitas en los tobillos. Busqué nerviosamente en mi bolso y saqué un pañuelo de papel con el que le sequé la conchita. Ella, con las piernas abiertas, miraba cómo la secaba, como si fuera un juego con su tía. Le subí las braguitas con la mirada fija en su virgen rayita y le arreglé la falda para dirigirme luego hacia la puerta de salida. La niña no me seguía y me giré nerviosa hacia ella.
- Vamos, nos vamos a perder la película.
- Tía, ¿tú no haces pis?
- No, cariño. La tía no tiene ganas... -le dije, pero al ver su carita me di cuenta de lo que quería- Tú lo que quieres es verme haciendo pis...
- Sí... -respondió con un hilo de voz y una tremenda vergüenza.
- Pero ahora no puedo, cariño. Voy a hacer otra cosa, ¿sí? Te voy a enseñar las braguitas que me he puesto para venir al cine. Ya verás como son muy bonitas.
Entrando a uno de los baños y cerrando la puerta para ocultarnos de cualquiera que pudiese entrar, me subí la falda sin ninguna ceremonia y le enseñé las preciosas bragas transparentes y con puntillas que llevaba puestas.
- ¿Te gustan?
- Si, tía, son muy bonitas.
- Si te gustan puedes tocármelas, ya sabes que la tía te deja.
Llegados a este punto no pude evitarlo y entré en aquel peligroso juego con mi sobrina. Me di la vuelta dejando mi culo al alcance de su mano. Un segundo después noté cómo comenzaba a acariciarme suavemente el culo por encima de las bragas.
- Qué tela tan bonita... y qué suave.
- Pasa los deditos por aquí debajo, por la rayita -le dije llevándole la mano a mi entrepierna- Así, cariño... Tócamela, así...
- ¿Puedo vértela, tía?
Sin siquiera contestarle me senté nerviosamente en el inodoro y con dos dedos corrí las bragas a un lado, quedando mi concha frente a sus asombrados ojos.
- ¡Cuántos pelos tienes, tía! Yo casi no tengo...
- Cuando seas mayor lo tendrás como la tía. Mira lo que voy a hacer ahora, voy a apartarlos un poco para que puedas verme la rayita. ¿Te gusta?
- Sí tía, es muy bonita.
- A ver, déjame que vea la tuya.
Le bajé las braguitas y empecé a acariciar sus labios todavía vírgenes y sin vello, haciendo que Marita soltase una carcajada nerviosa fruto de la extraña sensación que sentía.

- Me haces cosquillas, tía.
- ¿De veras? ¿Te gustaría hacerme cosquillas a mí también? Mira, mete un dedito por el agujerito que tiene la tía aquí... Eso es... Ahora sácalo y vuélvelo a meter. Muy bien... Me encanta lo que me estás haciendo, cariño. Mi sobrina me estaba proporcionando una espléndida masturbación que me hizo olvidar por un momento dónde y con quién estábamos. Cuando por fin recuperé el sentido de la realidad, detuve suavemente su mano y la saqué de mi concha con un pequeño gemido.
- Será mejor qué volvamos a la sala porque ahora no tenemos tiempo para seguir. Otro día que podamos y estemos en casa, jugaremos las dos juntas.
- Está bien, pero no te olvides.
- Te prometo que no me olvidaré.
Ya salíamos por la puerta y yo todavía sentía una excitación fuera de lo normal, que no podría acabar en orgasmo hasta que llegásemos a casa y me masturbase como una loca. Pero se me ocurrió algo que podría ayudarme a sofocar un poco lo caliente que estaba... o ponerme aún más.
- Espera, ¿te gustaría que sigamos jugando un poquito más a lo que estábamos haciendo?
- Claro que sí, tía. ¿Qué quieres que haga?
- Mira, quítate las braguitas y volvemos a ver la película. Cuando te sientes, di que no puedes ver y yo te subiré en mis piernas. Te haré cosas que ya verás cómo te gustan.
- ¿Qué me vas a hacer, tía?
- Te acariciaré la rayita y el culito, pero tu madre no nos tiene que ver, ¿eh? Te prometo que te va a gustar muchísimo.
Entramos en la sala y la niña hizo lo que le había pedido a la perfección. En la oscuridad del cine le metí la mano por debajo de la falda y como no llevaba braguitas me fue muy fácil acariciar su conchita. A pesar de su edad, aunque con mi inestimable ayuda, mi sobrina ya estaba empezando a ser una calentona y poco después me mojó los dedos de flujo. Recorrí con ellos toda su rayita hasta la estrecha entrada de su culito, el cual penetré solo con la punta de un dedo. Allí, en la oscuridad del cine, recibió su primera paja hecha por su querida tía.
Aquella tarde no dio más de sí, pero a la mañana siguiente, estando yo en el baño, llamaron a la puerta.
- Soy yo, tía. ¿Puedo entrar?
- Claro cariño. No tienes ni que preguntármelo.
La niña abrió lentamente la puerta y se asomó al interior. Le hice gestos para que pasase y al entrar vi que iba vestida únicamente con unas diminutas braguitas.
-¿No se enfadará tu madre si te ve sin camisón?
- No te preocupes, ha salido a comprar. ¿Té molesta a ti que vaya así por la casa?
- No, cariño, a mí me gusta verte así, desnudita. ¿Te acuerdas que te dije ayer que cuando tuviésemos tiempo seguiríamos con el juego de ayer? Pues, como sé que te gusta verme las braguitas, voy a quitarme la falda.
- ¡Qué bien! Me gustan mucho tus braguitas. Son tan suaves... Pero tía, he entrado porque quiero hacer pis.
- Ay, lo siento. Deja que te ayude a bajarte las braguitas. Te voy a hacer un masaje en la conchita para que hagas pis mejor.
Le bajé las braguitas y la senté en el inodoro. Luego metí un dedo entre sus pequeños labios vaginales y empecé a acariciar aquella sensible zona. La niña se relajó tanto que se le escapó una gotita de pis.

- Perdona tía. Quita la mano o la mojaré toda.
- No te preocupes, cariño. Méame toda la mano que a mí no me importa que lo hagas. Quiero sentir tu pis calientito...
La niña me miró con cara de extrañeza, pero como no podía aguantar más empezó a orinar sin importarle que yo siguiese masturbándola dulcemente. Cerró los ojos y se entregó al placer que yo le estaba proporcionando. Mi mano recibía el caliente líquido mientras mis dedos recorrían su conchita, llegando incluso a meter la punta del índice en su estrecho agujero. Estaba extasiada, no podía más. Se recostó en el inodoro con las piernas bien abiertas y los ojos cerrados, parecía como si se estuviera durmiendo. Por fin acabó de orinar y abrió de nuevo los ojos como saliendo de un trance.
- Yo también quiero hacerlo, tía. Quiero tocarte la rayita mientras te meas en mi mano.
- Claro que sí, cariño.
No podía negarle nada a aquella chiquilla que tan dispuesta estaba a seguir las enseñanzas de su tía. La levanté, y bajándome las bragas me senté en su lugar.
- Mira mi concha, cariño, sé que te gusta. Ahora toca con los dedos mi rayita. ¿Has visto qué mojada está? Mete un dedo en el agujerito... Despacio... Sácalo y vuélvelo a meter, como en el cine... Eso es, cada vez más rápido... Así, así me gusta Marita. No pares...
Ella seguía esperando impaciente que yo empezase a mear, así que la complací. Un cálido chorro salió de mi concha empapando inmediatamente la pequeña mano de mi sobrina que no paraba de entrar y salir de mí sexo. Mientras meaba, alcancé un estremecedor orgasmo que hizo que una abundante cantidad de mis jugos se mezclasen con el caliente líquido que llenaba ya su mano. Poco a poco, fue disminuyendo la velocidad de su mano hasta que por fin se detuvo. La había mojado tanto que temí que hubiese parado debido al susto, pero ella despejó mis dudas enseguida.
- Tía, me ha encantado... Qué calientito estaba... ¿Te ha gustado a ti también?
- No sabes cuánto, cariño, no sabes cuánto. Lo has hecho muy bien...
- Otro día que mi madre no esté, ¿podemos hacerlo otra vez? ¡Di que sí, tía!
- Claro que sí. ¿Cómo le voy a negar nada a mi sobrina preferida? Pero la próxima vez te enseñaré cómo podemos hacerlo las dos juntas. Ahora vamos a lavarnos antes de que llegue tu madre.
- Tía... te quiero mucho. Me gustan las cosas que me enseñas."
- ¡Maria... voy acabar! -exclamé entre gemidos- No aguanto más...
- Ya lo veo, Marcos -me contestó dulcemente, reduciendo un poco la velocidad de su mano sobre mi pija- Pero desde hoy me gustaría que me llamases 'mamá', quiero que me consideres como una segunda madre. Eso sí, una madre un poco degenerada... Pero sé que a ti te gusta que sea así...
- Sí, lo que tú quieras -respondí con los dientes apretados, a punto de acabar- Pero sigue, por favor, no pares... mamá.
- Claro que sí, hijo -dijo con una dulce expresión en la cara- Pero esta vez quiero que me acabes en mi boca. Demuéstrame lo mucho que te excita tu nueva madre.
Acelerando el movimiento de su mano me llevó al límite de mi resistencia. Era la paja más estupenda que me habían hecho en toda mi vida y segundos después lo iba a demostrar con hechos... Viendo acercarse el momento definitivo, se agachó entre mis piernas y condujo mi hinchada pija a su boca abierta.
-Mira cómo te la chupa la madre de tu novia -me dijo lamiendo y chupando sin parar- Mira cómo me manoseo por debajo de la falda. Dale a tu madre esa leche tan caliente que llevas en los huevos...
Todavía seguía hablando cuando el primer chorro salió con fuerza. Eso hizo que fuese a parar a sus gafas, que quedaron completamente llenas de leche. Los siguientes no siguieron el mismo camino, pues Maria devolvió rápidamente mi miembro a su boca y me lo chupó con destreza tragándose hasta la última gota de mi semen. No paró hasta dejarme completamente seco y mi pija limpia de leche.
- Mm... -gimió presa de una excitación sin límites, pasándose la pija por sus gafas llenas de semen-

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