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Antiguo 25-03-2012 , 15:00:58   #7
carlitosuy1
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carlitosuy1 el Usuariox esta entre el bien y el mal
  
Predeterminado Respuesta: Mi novia, mi suegra y yo..

- Ahora volvemos Marcos -dijo la chica mientras salía alegremente de la habitación, moviendo ese culo que pocos minutos antes estaba totalmente cubierto con mi semen.
Maria la observó salir con una expresión de verdadero amor en la mirada, agitó la cabeza como saliendo de una ensoñación y con un suspiro se volvió hacia mí. Tomó el pañuelo de mis manos y se lo llevó a la nariz, aspirando el aroma que emanaba de él.
- Es una pena que sea un pañuelo -me dijo suavemente- Tu leche quedaría mejor en unas bragas, ¿no te parece?
- Y si fuesen tuyas, mucho mejor -le respondí.
- Tía, ¿vas a venir a ayudarme? -se escuchó la voz de Marita desde el baño.
- Sí cariño, ya voy -gritó y salió de la habitación no sin antes mandarme un beso desde la puerta.
Desde aquel día, Marita, Maria y yo, nos convertimos de alguna manera en cómplices. Cómplices de lo que más adelante vendría...A la mañana siguiente, Maria y yo estábamos sentados a la mesa de la cocina, desayunando. Marita seguía durmiendo, a pesar de que Carmen, su madre, había vuelto un par de días antes. Le había pedido permiso para seguir haciéndolo y, ante la insistencia de la chica, la hermana de Maria no había podido negarse.
- Marcos, ¿te gustan los secretos? -me preguntó aquella mañana.
- Me fascinan -le respondí.
- Te entiendo -continuó- Supongo que sabrás que los más interesantes son los secretos de mujeres, ¿no? Pues quiero contarte uno, un secreto que siempre he guardado sobre mi sobrina.
- Te escucho -le dije acomodándome en la silla para lo que parecía iba a ser un largo relato.
- Muy bien, te cuento...
"Desde siempre, Marita ha sentido una cierta atracción por mí, casi como tú con mis braguitas, solo que la suya comenzó a los nueve años. Cuando jugaba, siempre trataba de meterse bajo mis faldas y aunque a mí no me importaba, su madre le gritaba para que no me molestase. Un día que no estaba mi hermana delante, le pregunté si le gustaría que le dejase ver debajo de mi falda. Ella, con miedo, respondió que sí.
- Yo te dejo si tú quieres, pero no tiene que saberlo nadie, ¿me entiendes?
- Mamá siempre me grita si la miro a ella.
- ¿Lo ves, cariño? Si mantienes el secreto yo te enseñaré todo lo que quieras ver y saber."
- Como te podrás imaginar, yo ya estaba mojada por el simple hecho de saber lo mucho que le interesaba a mi sobrina - dijo con los ojos brillantes- Fíjate que solo de contártelo noto cómo me estoy mojando otra
MI N
- Como te podrás imaginar, yo ya estaba mojada por el simple hecho de saber lo mucho que le interesaba a mi sobrina - dijo con los ojos brillantes- Fíjate que solo de contártelo noto cómo me estoy mojando otra vez...
- Si quieres, mientras me sigues contando esa historia yo te puedo ayudar con eso -me ofrecí sonriente.
- Mmmm... -gimió Maria dulcemente- Eres un guacho... y me encanta. Ven y nos haremos una paja mutuamente.
Me levanté, cerré la puerta de la cocina, por si acaso venía Mara, y me senté al lado de Maria. Nada más sentarme, metió la mano por la cintura del pantalón de mi pijama y empezó a masturbar mi ya dura pija. Yo, por mi parte, entreabrí su camisón e introduje la mano por sus bragas para empezar a acariciar el dulce y húmedo clítoris que tenía allí escondido.
- Tengo que confesarte una cosa, Marcos-continuó sin dejar de masturbarme- Me fascina tu leche, siempre supe que te hacías pajas con mis bragas y no te dije nada porque me encantaba volver luego y encontrarlas llenas de tu semen. No sabes lo que he hecho yo con esas bragas en las solitarias noches que pasaba encerrada en mi cuarto... Por eso me gusta saber que ahora no tengo que recurrir a esos trucos para conseguir tu leche, sé que si te la pido tú me la darás. Solo te pido una cosa y perdona que te lo repita, cuando vuelva mi hija no quiero que esté desatendida por mi culpa, ¿me entiendes? Quiero una hija satisfecha sexualmente y feliz. Si cumples eso, por mi parte te prometo que tendrás todo de mí... Y cuando digo todo, es todo. - No te preocupes, te prometo que no descuidaré a Andrea -le dije solemnemente- Además, tengo sexo de sobra para las dos...
- Qué malo eres -dijo Maria sonriendo- ¿Recuerdas lo que hicimos en el tren? Siempre soñé que me metiesen la mano en los lugares más extraños, es algo que me vuelve loca. Ese sueño lo realizaste tú, así que desde ahora tienes permiso para meter tus manos debajo de mi falda siempre que quieras, que mi culo estará siempre dispuesto para recibir tus caricias. No sé si ya te habrás dado cuenta de lo mucho que me gusta masturbarme y que me masturben. Solo de decirlo me pongo caliente...
- Ya lo he notado, -le respondí con la mano todavía acariciando sensualmente su húmeda concha, a lo que ella respondió con una sonrisa y un acelerón en los movimientos de su mano.
. Ahora voy a seguir contándote lo de mi sobrina. ¿Por dónde iba...? ¡Ah, sí...!
"Yo llevaba una falda amplia acampanada y Marita estaba a punto de meterse debajo de ella. Imagínate, para ella aquello era todo un juego clandestino de descubrimiento, pero para mí era pura excitación.
- Pero recuerda que no se lo puedes contar a tu mamá. Si lo haces no volveré a dejarte mirar más debajo de mis faldas, ¿entendido?
- Sí tía. No diré nada.
- Bueno, está bien. Pero mejor vamos a mi dormitorio, allí estaremos más cómodas.
Recorrimos la casa en dirección a mi dormitorio. Yo me sentía excitadísima, ansiosa por saber lo que me depararía aquella experiencia prohibida con mi sobrina. Por fin entramos y cerré la puerta a mis espaldas.
- Solo vamos a estar un ratito, ¿eh? No queremos que nos pille tu mamá, ¿verdad? Venga, métete debajo de mi falda.
Se agachó delante de mí y, levantando la falda, la cubrí dejándola debajo de ella. Yo tenía ya todas las bragas mojadas de la emoción. No te imaginas lo ... que me sentía, con mi sobrinita manoseándome debajo de la falda. No me podía estar callada así que empecé a preguntarle cosas que todavía me excitaban más.
- Marita, ¿te gusta mirarle las bragas a tu tía?
- Sí, me gusta mucho.
- ¿De qué color las llevo?
- Blancas.
- Cariño, si quieres puedes tocármelas. Acaríciame lo que quieras y dame besitos en las braguitas, ahí donde están mojadas...
La excitación de sentir su cuerpecito entre mis piernas era increíble, pero cuando empezó a acariciármelas me recorrió una sensación de placer indescriptible. Aunque todavía fue peor cuando sus manitas llegaron a mis bragas. Separé las piernas para que sus manos, torpes por su inexperiencia, jugaran libremente en mi intimidad. Cuando sentí que sus deditos pasaban suavemente por la zona de mi clítoris, estallé.
- Así, Marita... Pásame las manitas por ahí... Eso es, cariño...
- Tía, ¿te has hecho pis ?
- No, cariño. A nosotras las mujeres nos gusta tocarnos ahí, y cuando lo hacemos nos mojamos las braguitas. Pero tócame un poquito más ahí... Así, despacito... Tócale la rayita a tu tía... Así...
Tanta caricia acabó por llevarme al borde del orgasmo. Por fin, con un último y dulce beso de la niña sobre mi excitada concha, apreté su cara contra ella y acabe. El orgasmo fue intenso y me hizo temblar mientras la niña se apartaba poco a poco y salía de debajo de mi falda.
- ¿Te ha gustado?
- Sí, pero no sabía que te mojabas.
- Mira, ahora la tía te va a hacer cosquillas ahí y verás como tú también te vas a mojas y te va a gustar mucho. Ahora enséñame tus braguitas.
La niña se bajó obedientemente el pantaloncito que llevaba puesto y me las enseñó. Un escalofrío de excitación recorrió el interior de mi vientre y me hizo gemir de placer.
- ¿Quieres que me las quite, tía?
Iba a decirle que sí, que se quitase todo y me dejase 'jugar' con su conchita, cuando escuché la puerta de la calle. Era Carmen, su madre, que regresaba.
Clara, súbete el pantalón que viene tu mamá. Después te haré cosquillas. Pero recuerda que esto es un secreto.
- Sí tía.
La niña me abrazó, me dio un beso y salió a recibir a su madre.
Esa tarde nos fuimos todas al cine y a mitad de la película, Mara empezó a decirle a su madre que quería ir al baño. Mi hermana la riñó por no haberlo dicho antes pero empezó a levantarse a regañadientes.

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