- Joder, me estás poniendo a mil!!!!!!. Mierda, para, que por ahí viene mi madre. – Dijo Vane gimiendo, al tiempo que yo me levantaba.


Mari entró en la sala de espera vestida con un vestido con muchos colorines, arreglada, con sandalias con tacón y el pelo suelto. Yo me senté en el sillón al lado de la tatuada Vane con una erección brutal y la boca reluciente de sus jugos. La hija se agarró a mi pene y empezó a pajearme con deseo. Y le dijo a su madre.


- Mamá, cierra la puerta al salir que nos vamos a quedar un poco más.
- Siempre se tiene que salir con la suya. Empezaste con los tatuajes, luego los piercings, después quieres ir vestida y pintada como un muerto. No, pues hoy vas a hacer lo que quieras. No te voy a dejar esa polla para ti solita, era mía mucho antes que tuya. – Dijo Mari desde la entrada.
- Ya que he visto un poco de lo guarra que eres, me podías enseñar el resto. Ven y aprende como hay que comerse una polla, que a ti ya se te ha olvidado. – Le dijo la hija que ya se movía.


Se colocó entre mis piernas en el suelo y sin soltar mi polla la escupió un par de veces y la pajeó con más fuerza, cogiéndome con la otra mano de los testículos. Los chupaba sin dejar de mover sus manos.


- A ver como se te pone de dura, me encanta comerme una buena polla. Te voy a vaciar estos huevos que parece que tienen tanta leche dentro. – Su cara decía mucho más que eso.


Mari se acercaba hacia mí sacándose el vestido por la cabeza y mostrando toda su desnudez. En pelotas caminando hacía mi boca y quitándose las sandalias. Sus tetas me sorprendieron de nuevo al verla desnuda. Con el pelo suelto parecía una leona de caza. Me besó lentamente mientras su hija se estaba tragando mi polla hasta lo más profundo de su garganta y dejando caer toda la saliva que producía encima de mi verga, para seguir chupándola. Su maquillaje empezó a licuarse con la humedad de los ojos y la de la boca. La hacía parecer más mala y cumplía perfectamente su deseo de atragantarse con mi rabo. Comencé a masturbar a Mari que miraba a su hija de vez en cuando. Me mordía el cuello y yo hacía lo mismo. Volví a atrapar sus tetas y disfrutar de ellas.


- Como te estás poniendo de polla!! Hija mía, pareces una tragasables. .- Su hija se sacó lo que tenía muy dentro de su boca y mientras chorros de saliva resbalaban por su barbilla.
- Qué buena!! Me gusta tu polla. Me muero por tenerla metida en otro sitio. – Me dijo mientras me miraba sin haber hecho caso a lo que había dicho su madre.


Cogí su cabeza y volví a meterle mi polla que reventaba entera en la boca, apretando incluso cuando hacía amagos de toser. Cuando la solté no retrocedió ni un milímetro y mantuvo su garganta llena. Unos instantes de lujuria extrema.