A cada país le ha llegado su momento con los activistas enmascarados de Anonymous: apoyaron la Primavera Árabe, se negaron a la Ley Sinde, en España, defendieron a la periodista Carmen Aristegui de la censura mexicana y le entregaron al mundo las canciones de Sony Music hace un par de semanas.

En Colombia, el acicate fue la Ley Lleras, intento de regulación del ciberespacio que, en abril de 2011, desencadenó el bloqueo de la página del Ministerio del Interior, ataque que se convirtió en la primera manifestación de Anonymous en nuestro país.

Años atrás, diminutas conexiones, esparcidas en el ciberespacio, tomaron la forma de un colectivo libertario y de contornos confusos que, defendiendo la justicia, le dieron vida a Anonymous, legión de ciberactivistas que desde su nacimiento en 2008, ha logrado ganarse, para bien o para mal, un lugar indispensable en las discusiones sobre la red.

El mundo empezó a ver aquella máscara. Las líneas expresivas que mostraban un rostro burlesco e indiferente, solo lograron despertar la curiosidad de algunos ojos que relacionaban el blanco y el negro con un cómic que, convertido en película, se dio a conocer bajo la "V de Venganza".

En los últimos tres años todos los intentos de regulación de Internet, que han promovido los gobiernos del mundo, han tenido algo que ver con esta "des-organización" que, como el colectivo de hackers afirma, no tiene un centro, carece de voceros y no puede identificarse.

Los ataques llegaron pronto. El primero fue contra Habbo, red social a la que culparon de discriminación.

Luego vinieron los ideales de libertad y con el pasar del tiempo el perfil de las víctimas fue creciendo. Se sumaron a la lista Amazon, Mastercard y Visa. También llegaron gobiernos y autoridades.

Aunque dicen no tener estructura, estos hacktivistas sí están organizados.

Técnica e ideológicamente un Anom, nombre con el que se identifican, puede ser cualquiera que comparta ideales de transparencia y de justicia. No obstante, y haciendo honor a la meritocracia, existe un grupo de personas a las que se les da el estatus de administradores o "Admins".

En Colombia son 12 y uno de ellos es Wolfgan Kants. Su nombre, como el de los demás, le sirve para proteger su identidad. Son conscientes de que sus actividades son consideradas delictivas.

Wolf afirma que, aunque en nuestro país la organización apenas está comenzando, "se han logrado muchas cosas" y ahora son considerados una de las ramificaciones más activas de América Latina.

Una presencia incómoda
Zirius también hace parte de los Admins colombianos. Llegó buscando un movimiento en contra de la Ley Lleras. "Decidí explorar los ideales de Anom y vi que coincidían con los míos".

Pero son esos ideales los que hacen que Anonymous resulte "detestable" para muchos. Hay quienes apoyan sus causas y otros que las critican. Y están los que creen en sus ideas, pero no en sus mecanismos de lucha. El debate radica en una discusión recurrente: la libertad de expresión.

Camilo Romero, senador de la República que ha estudiado el tema, dice que "el debate mundial se ve en la delgada línea que existe entre la defensa de la libertad de expresión y la violación del derecho a la intimidad".

Agrega que esto tiene que ver con dos visiones del mundo. "La de aquellos que ven en todo una posibilidad de negocio y la de quienes entienden que las relaciones en Internet tienen que ver con un sentido humano y colaborativo".

Claudio Ruiz, líder de la ONG chilena Derechos Digitales, cree que Anonymous "es un ejercicio de libertad de expresión", que surge en un contexto político en el que hay una parte del mundo luchando por la libertad y otra, promoviendo la represión.

"La clave está en entender que estamos frente a una dinámica nueva que no puede regularse con normas tradicionales", sentencia Romero.

Algo similar piensa el analista Víctor Solano, quien considera que Anonymous es una idea de libertad total que se niega a cualquier forma de legislación tradicional. "Su ataque es a la institucionalidad. Y en el caso de luchas como las de los Indignados, los ideales de la máscara congeniaron muy bien con los de la inconformidad".

¿La defensa o el crimen?
Perceval , otro de los admins en Colombia, dice que ser un Anom no significa ser criminal. "Somos amas de casa, hackers, estudiantes. No se nos puede tratar como delincuentes a la ligera, porque un criminal mata, secuestra y se roba la plata de la educación y de la salud de un país".

Acciones como las denegaciones de servicio, DDoS, y las violaciones a la privacidad son consideradas delitos informáticos por la Ley 1273 de 2009.

En el ámbito internacional, si las autoridades detectan que un ataque vino desde el exterior, se debe recurrir al Convenio sobre Cibercriminalidad de Budapest, norma que según el abogado informático Diego Buitrago, debe mutar a una ciberpolicía mundial.

Buitrago, quien no concuerda con las actuaciones de Anonymous, dice que no se les puede tildar de criminales. "Hay qué preguntarse para quién trabajan y quiénes son para establecer conductas delictivas puntuales". Lo que viene es incierto y solo puede hablarse de regulaciones sociales, asunto que según Solano determinará la fuerza del colectivo.

Mientras tanto la máscara se llenará de argumentos y de ataques, para decir que solo morirá en un mundo libre.