Dejame ser marino
eternamente, mi Dios
Aún después de los
setenta y "brinco".
Para soñar con ella
desde la cresta de una ola.
Para volar de mar a puerto, con la mirada.
Para fondear mi barco
como en los temporales de Sudáfrica,
entre los pliegues de su ombligo
Para seducirla en segundos,
en mi exótico pecado.
Navegar subiendo
los oéanos de sus senos.
Bajar a la gira, el canal de su espalda.
Recorrer sin prisa, los continentes de sus nalgas.
Y con todo el embrujo de los siete mares,
dragar con mi ancla....
en su muelle mas secreto.
Oscar Alfaro Rivera, poeta