Ver Mensaje Individual
Antiguo 05-02-2012 , 23:17:33   #2
HOMER.
Denunciante Dorado
 
Avatar de HOMER.
Me Gusta HOMER. apoya: Zona Rotten
HOMER. apoya: Zona Deportes
HOMER. apoya: Denunciando
Estadisticas
Mensajes: 20.038
Me Gusta Recibidos: 11226
Me Gustas Dados: 9522
Ingreso: 24 sep 2009

Temas Nominados a TDM
Temas Nominados Temas Nominados 47
Nominated Temas Ganadores: 0
Reputacion Poder de Credibilidad: 512
Puntos: 974628
HOMER. tiene reputación más allá de la reputaciónHOMER. tiene reputación más allá de la reputaciónHOMER. tiene reputación más allá de la reputaciónHOMER. tiene reputación más allá de la reputaciónHOMER. tiene reputación más allá de la reputaciónHOMER. tiene reputación más allá de la reputaciónHOMER. tiene reputación más allá de la reputaciónHOMER. tiene reputación más allá de la reputaciónHOMER. tiene reputación más allá de la reputaciónHOMER. tiene reputación más allá de la reputaciónHOMER. tiene reputación más allá de la reputación
Premios Recibidos
Mencion De Honor Denunciando Mejor Moderador Mejor Colaborador Concurso General El mas desparchado 
Total De Premios: 5

  
Wave Respuesta: “Pasamos toda la noche levantando cadáveres”


La masacre de Segovia es uno de los episodios más dolorosos de la historia reciente de la violencia del país.

Una vez terminada la jornada laboral me dirijo después de muchos meses a mi casa, porque tenía algo pendiente y necesitaba ir. Con todo el miedo por lo que estaba pasando les dije a mis escoltas [privados] que salieran primero y mucha gente se fue a poner en las esquinas a poner cuidado y a informarnos por radios de la alcaldía si había gente extraña.

Esa noche la calle hervía de gente. Me fui con el jefe de mis escoltas en dirección a mi casa. No habíamos alcanzado a llegar a la calle real cuando inmediatamente yo vi tres camperos que avanzaban lentamente en sentido contrario al establecido por el tránsito en Segovia. Me llamó la atención. Les hice señas a todos los que estaban en las esquinas para que miraran a los que estaban adentro de los camperos. Cada uno de los camperos tenía ocho o diez personas. Había uno que tenía carpa.

Cuando vi esos camperos le dije a mi escolta Luis Carlos que nos iban a matar. Me quité los tacones, saqué mi pistola de dotación oficial y le dije a los de los radios corran y escóndanse que yo me voy con Luis Carlos. Esta gente de los camperos nos va a matar. Salí corriendo. Vi que esa gente estaba tan armada que nosotros con tres pistolitas eran juguetes. Logramos escondernos y empezamos a escuchar la balacera en el parque principal. Pudimos ver cómo dos carros dieron la vuelta. Uno de los camperos fue a la calle La Reina y los otros dieron la vuelta al parque.

Comienza la balacera. Podíamos distinguir qué tipo de arma disparaba porque teníamos ese conocimiento. Escuchamos granadas que explotaron en el parque principal. Cuando no hubo más disparos, vimos cómo los tres camperos sabían por la calle Real y salieron por la calle Bolívar, que da a la salida del pueblo. En medio de la balacera, llamé al comando de la policía y le pregunté al comandante qué estaba pasando. Él me preguntaba que dónde me encontraba. A mí me dio miedo. Sentí ese sentido de sobrevivencia y a pesar del terror, le dije que estaba en la alcaldía. Él me dijo que no podía hablar más y cortó. Lo vuelvo a llamar y le dije qué pasaba. Me dijo que nos estaban atacando y los estaba repeliendo.

Cuando las balas y las granadas cesaron, una vez que los carros pasaron, le dije a Luis Carlos, mi escolta, que bajáramos. Yo estaba descalza. Entré al palacio municipal. Me puse un pantalón y unos botines y salimos a enfrenarnos con la realidad. No tengo palabras por lo que vimos y vivimos. Había ciudadanos asesinados en el kiosco del pueblo. Había asesinados sentados. Niños y niñas, mujeres en unos de los andenes del palacio municipal. En el bar Johnny Key habían levantado a granadas y destrozando a la gente. Habían otro quedaron vivos, pero se habían quedado en las rejas. Había muertos con disparos en la frente y los techos. Había un declive entre Johnny Key y el palacio municipal, y la sangre corría mares [‒llanto‒]. A pesar de tantos años, el dolor sigue intacto, porque justicia no se ha hecho.

La única manera de tornar la página es que se sancionen a los culpables tanto intelectuales como a los materiales. Lo que yo viví… a pesar de veinte años no tengo palabras porque yo traté por todos los medios de que no pasara, pero a nadie le importó. Todos participaron, lo unos por acción, los otros porque dieron la orden y los otros por omisión. Tuve tiempo de subir a la Alcaldía y llamar a Medellín y el servicio del teléfono estaba cortado. No había nadie en las calles, además de los muertos y mis escoltas. Yo tomé fotografías. Tuve sangre fría porque decía que esa masacre no podía quedar impune.

Cuando los militares aparecieron en el parque principal no había más de diez. Estaban el mayor Báez, Valencia, Vivas y otros que no se identificaron. Ellos miraron todo y no preguntaron nada. Me dijeron “Ay alcaldesa, duro ¿ah?”, con esa risita burlona.

A partir de ahí las amenazas fueron más graves, a tal punto que a partir de ese momento no pude volver a salir ni a la puerta del palacio municipal. A mí se me redujo a vivir en una prisión donde nadie me condenó. Donde me obligaron a vivir para salvaguardar mi vida.

En 1989, cuando tuvimos que abandonar Colombia, mi hijo había perdido hasta el habla. Usted no se imagina cuántos años necesitamos para recuperarnos. Usted no sabe cómo quedó mi hijo. […] Pasábamos toda la noche contando y levantando cadáveres.

Jesús Baquero, alias ‘Vladimir’, me mandó una carta donde me decía que lo habían manipulado, aparte de contar que la idea inicial de la masacre era de César Pérez y da cuenta de cómo se preparó el mecanismo. “Allí me habían contratado para hacer otros trabajos y esta vez Henry Pérez y los comandantes del Ejército me habían contratado para asesinar la cúpula de la Unión Patriótica” [, contó “Vladimir”].

Me quedé un año y veinte días después de la masacre. No se me permitió cumplir con el periodo. A mí se me obligó a abandonar mi país. Comenzaron a asesinar a amigos míos. A mi hermano Alberto Tobón Areiza, en agosto del 89. Luego amenazaron con asesinar a mis niños. La última amenaza es a finales de noviembre del 89. Llegó una persona a mi oficina y me dijo que era del DAS de Bogotá. “Hace 24 horas ofrecieron veinte millones por usted y si usted no se va del país hay gente que está dispuesta a tomarse el palacio municipal”.

[…] La intimidación era muy fuerte y teníamos miedo de lo que César Pérez pudiera hacernos después. Para ese entonces jugaba el rol del gran señor y mucha gente se negó a creer que él tuviera algo que ver. Una cara era la que tenía cuando llegaba al nordeste y otra cuando estaba en la Asamblea departamental y en las esferas políticas […]. En diciembre de 1998 tuve que abandonar el país por las amenazas de los liberales y paramilitares”.


__________________



HOMER. no está en línea   Responder Citando
 
Page generated in 0,06491 seconds with 11 queries