¡Oh, humanos! Vosotros pensaréis que he sido un pobre mensajero de las nefastas noticias provenientes de los dioses, pensaréis también que tengo los resabios del Olimpo, pero no es así, el tiempo allí es un cúmulo indescifrable de elucubraciones perdidas, así lo han deseado los dioses, así han de trascurrir sus vidas y las vuestras.
No pretendáis creer que los dioses os amparan y que sus actos son esperanzadores para vuestra existencia.
Así que en este momento que anheláis fustigarme por mi oprobio de ser mensajero de ellos, y yo, aceptando vuestros designios, os digo sin remordimiento alguno y que mis palabras queden grabadas en los himnos órficos perdidos en noches frías, que en un futuro no muy lejano habréis de destruiros los unos contra los otros mientras que vuestras deidades se mofarán de tan ridículas luchas y beberán el vino y se embriagaran con esos actos teatreros que vosotros haréis y que llamaréis vida y honor; incluso, ellos os incentivarán para que alcéis vuestra mano contra tu propio hermano, seréis un espectáculo para ellos y creeréis que defendéis la causa divina al tiempo que la vida se marchitará en la sangre que escapará de vuestros cuerpos.
Esto sea conjurado por la mía que derramaré ya por culpa de vuestra ceguera, cuando comencéis a olvidarme y lancéis la piedra con que me enterraréis en el desierto de las palabras.
Samuel Salazar Blandón.