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¿Qué hay detrás del reciente cambio de tono de 'Timochenko'?


Guerrilleros de las Farc.

De las descalificaciones, 'Timochenko' pasó a referirse a la 'urgencia de hablar'.

Muy lejos de la fama de radical, reservado, tímido y hosco que le precede, 'Timoleón Jiménez', 'Timochenko', se estrenó como comandante de las Farc escribiendo a favor de la salida negociada al conflicto. Pocos meses después de la caída de 'Alfonso Cano', tres comunicaciones suyas ponen a pensar al país en la posibilidad del fin de más de cinco décadas de guerra fratricida.

En los textos reitera su posición sobre la "urgencia de hablar". "El debate abierto y público de opiniones en torno a la inevitabilidad de la guerra y las posibilidades de la paz es urgente", dice el nuevo comandante de esa guerrilla, en su respuesta al historiador Medófilo Medina.

Es evidente el cambio de tono en las comunicaciones de las Farc, en especial con la cabeza del Estado colombiano. En los tiempos de 'Marulanda', 'Reyes' e, incluso, en el periodo de comandancia de 'Cano', los apelativos y las descalificaciones dominaban el tono de una conversación de sordos entre el gobierno Uribe y las Farc.
Esta vez se percibe un espíritu bastante menos belicoso en la retórica del líder guerrillero.

Estos pronunciamientos son su estreno político hacia la sociedad colombiana y el mundo. La frase que más han resaltado los medios de la reciente comunicación del jefe guerrillero al presidente Santos es la propuesta de "retomar la agenda que quedó pendiendo en El Caguán". Este ofrecimiento ha sido interpretado en amplios sectores como un regreso a las condiciones fallidas de la zona de distensión entre los años 1999 y 2002, que incluyó 42.000 kilómetros cuadrados desmilitarizados en el sur del país.

Pero todo parece indicar que esta sería una lectura muy simple de la carta del líder de las Farc. "Retomar la agenda" podría interpretarse razonablemente como el abordaje de los temas concretos que el gobierno del entonces presidente Andrés Pastrana aceptó llevar a la mesa de negociación. En palabras de 'Timochenko', este sería un diálogo que "envuelve una discusión amplia sobre las realidades económicas, sociales, políticas, culturales y hasta ambientales del momento contemporáneo mundial, latinoamericano y nacional".

En el fondo, esa es la principal reivindicación de la guerrilla: después de más de 45 años de lucha armada, se niegan a rendirse y desmovilizarse en vano, sin tomar parte en las decisiones sobre el futuro del país. Hay que saludar el hecho de que en vez de una sarta de acusaciones o reivindicaciones añejas, en contravía de un nuevo contexto global, las comunicaciones del nuevo jefe de las Farc sean más puntuales, consideradas y agudas.

Agudas por lo actuales. Sin dejar de mencionar los muchos hechos en los cuales las Farc sienten que el Estado y el Establecimiento los han birlado (Villarrica, la persecución de la UP, Casa Verde y El Caguán, entre otros), acogen temas de debate nacional tan mediáticos como la movilización de los estudiantes en contra de la Ley 30, las preocupaciones sobre la Ley de Seguridad Ciudadana o las condiciones en las cuales están avanzando grandes proyectos mineros y agroindustriales.

Tampoco es como para echar voladores, porque las Farc no aceptan ninguna crítica, ni el narcotráfico, ni las condiciones crueles de los secuestrados que mantienen en su poder.
'Timochenko' no concreta en sus comunicados las condiciones de liberación de los seis uniformados que anunciaron en diciembre, ni el panorama de los restantes cuatro miembros activos de la Fuerza Pública o de los civiles secuestrados.

Más aún, cuando la carta del profesor Medina los sitúa en un análisis histórico de largo plazo, los textos de referencia están articulados con apego a un marxismo ortodoxo. Cualquier reconocimiento a medidas y políticas del actual gobierno, como la aceptación de la existencia del conflicto, o la reivindicación de las víctimas vía ley de víctimas y restitución de tierras, es interpretado como una contemporización con el Establecimiento. En últimas, las Farc ven estos avances desde una radical oposición donde ningún argumento es suficiente muestra de voluntad política, sino apenas un ropaje para justificar la lógica de la guerra.

Precisamente la implementación de esa ley aparece como el reto más apremiante para el Estado y la sociedad de cara a la reconciliación. Es indudable que si a los líderes de la restitución de tierras no se los protege de manera efectiva de las amenazas de las 'bacrim' y de los poderes de facto que las respaldan, un nuevo ciclo de violencia se podría abrir en el país.

Por otro lado, es necesario destacar que las Farc no están pidiendo el despeje del Caguán, ni siquiera el de Florida y Pradera.
Este hecho podría leerse como una aceptación de la pérdida de terreno en lo militar y en lo político que los ha mermado en los últimos años.

Por su parte, el presidente Santos no ha cerrado las puertas a una
salida negociada con esa guerrilla, siempre y cuando las muestras de voluntad se traduzcan, más allá del discurso, en hechos concretos: la liberación de los secuestrados, el fin del reclutamiento de menores y un cese al fuego verificable.

Santos y las Farc parecen estar sincronizados en un mantra: el conflicto colombiano, por más largo y larvado que esté, debe terminar en una solución política, pese a que ninguno ceje en sus esfuerzos militares. El tono de la carta de 'Timochenko' da espacio para que el presidente Santos, en su punto más alto de popularidad y respaldo político y económico, saque la llave de la puerta a la paz y la reconciliación.

Esta coincidencia de propósitos es un llamado también al realismo político de los sectores más radicales que esperan una rendición incondicional e inmediata o la desaparición del último miembro de esa guerrilla por acción del Ejército. En cualquier proceso, las Farc esperan "garantías efectivas" para el ejercicio político. Es decir, esperan que no se repita el genocidio de la UP y de otros sectores sociales por los cuales el Estado colombiano está siendo investigado en las cortes internacionales.

Un acuerdo con las Farc no garantiza la paz, pero sí sería un paso adelante hacia la reconciliación. A las palabras ahora las deben seguir los hechos. El primero, pero no el único que espera la sociedad, es la liberación de los secuestrados. Ese gesto podría posibilitar un escenario más allá del intercambio epistolar. Ponerle fin a la guerra es un compromiso ineludible de las generaciones actuales de colombianos.

El pasado miércoles nos llegó desde el Asía Pacífico una lección histórica en ese sentido. En Myanmar, el Gobierno y los rebeldes Karen firmaron un cese al fuego con el cual esperan poner fin a un conflicto armado tan antiguo como el nuestro. ¿Por qué no podría ser el turno ahora para Colombia?



Farc responden a Medófilo Medina

En julio del año pasado, el historiador Medófilo Medina envió una carta al entonces comandante 'Alfonso Cano'. 'Timochenko', actual jefe de las Farc, le dio respuesta. En ella, justifica su permanencia en las armas al indicar que "siempre se nos han cerrado las puertas para tomar parte" del debate nacional sobre el desarrollo y futuro del país.

Afirma, además, que "es una verdadera hazaña lograr hoy comunicarnos con el resto del mundo" porque "las veinticuatro horas del día hay sobrevuelos sobre nosotros ubicando la mínima señal para molernos a bombas". Tras solicitud de Medina, 'Timochenko' da su posición sobre la ley de víctimas y restitución de tierras. Afirma que esta norma hace parte de "astutas maniobras para neutralizar a la opinión internacional y cooptar opositores" y agrega que la restitución de tierras a víctimas llevará a que "nuestro país se vea abocado a una nueva y terrible ola criminal de masacres, asesinatos y destierros". Frente a las negociaciones con el gobierno de Andrés Pastrana en el Caguán, dice que "el Establecimiento se burlaba no solo de nosotros sino de la comunidad nacional e internacional" y agrega que esto se dio porque "nunca" se analizaron puntos para trazar una agenda de diálogo. Concluye que seguirá en la lucha armada hasta que se abra un espacio de diálogo democrático.

Sobre la autora

María Victoria Duque es subdirectora de la revista 'Razón Pública', columnista, analista y experta en temas políticos, conflicto armado y paz. Fue gerente del informe del PNUD 'El Conflicto, callejón con salida'.

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Última edición por RICARDO69; 13-01-2012 a las 10:34:50
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