NOTA: Este relato es una continuación de “Reencuentro con mi hermano, mi cuñada y mi sobrina”. Si bien puede leerse en forma independiente. Si tienes ganas, leer la primera parte hará que la historia te resulte aún más entretenida, o al menos esa es mi intención.
Luego de lo sucedido con mi sobrina mientras me bañaba, mi mente entró en un estado caótico. Por un lado estaba con una sensación de éxtasis total, y cada vez que me volvían las imágenes de lo sucedido mi exitación aumentaba, en particular cuando recordaba como mi sobrina me había pedido que le llenara lo boca de leche. Pero por momentos me invadía una sensación de inquietud, ya que temía que mi hermano (Ruben) o mi cuñada (Sofía) se dieran cuenta de lo sucedido.
Cuando los padres de Laura (mi sobrina) llegaron de hacer las compras sentí que mi corazón se aceleraba, incluso mis ojos se humedecieron y casi rompieron en llanto. Una vez más no sabía que hacer, ni como comportarme...
- ¿Como estuvo todo? -preguntó mi hermano-
- Super bien -respondió mi sobrina-, el tío ya se baño y me dijo que estaba muerto de hambre.
Yo la miré sorprendido a lo que ella me correspondió con una guiñada y una sonrisa pícara.
- ¿Así que estás muerto de hambre? -dijo mi cuñada mientras me pasaba una de las bolsas de proviciones que traía-. Pues que bien, porque traje muchacomida. El almuerzo transcurrió con normalidad, salvo por las pocas palabras que yo me animé a soltar: a cada pregunta respondía con “si” o “no”. Pensaron que era porque estaba muy cansado, por lo que no le prestaron mayor atención. Claro que el viaje fue cansador, pero ese no era el motivo de mi retraimiento.
- Hermanito, me vas a tener que perdonar.
- ¿Porqué? -le pregunté a Ruben-
- Es que tengo que llevar a Laurita a la Universidad y luego voy a hacer unos trámites. Te iba a decir que me acompañaras, pero veo que estás cansado y no tiene sentido pedirte que vengas.
- Bueno, tranquilo, no pasa nada. No es como para pedirme perdón.
- Pero yo no te pido perdón por eso.
- ¿Ah no? ¿Y porqué me pides perdón?
- Porque te vas a tener que quedar aquí con Sofía, y estoy seguro que te va a enloquecer para que leas sus escritos, por lo que no creo que te deje descansar mucho tampoco -dijo sonriente, mientras su mujer le hacía un gesto de reprobación-
- ¡Ya le estás metiendo en la cabeza a tu hermano que soy una pesada! ¡Recién llegó y ya lo quieres poner en mi contra!
- ¡No mi amor! Es solo una broma...
- No te preocupes Sofía -tercié-, no me molestaría para nada leer lo que hayas escrito.
- Gracias -dijo sonriente-. ¡Ves! ¡Deberías ser más como tu hermano! -contraataco mi cuñada, al tiempo que Ruben aceptó el golpe sin molestarse- La comida terminó con normalidad, mi sobrina actuaba como si nada hubiese acontecido. Termino de comer, se cambió de ropa y se dispuso a salir con su padre. Solo cuando vino a despedirse noté que el beso en la mejilla que me dio fue un poco más intenso de lo convencional.
Sofía estaba limpiando la mesa, me ofrecí a ayudarla pero rechazó la oferta de plano. Me dijo que ella tenía que ordenar algunas cosas y que no me preocupara por nada, que me dedicara a descansar. Así lo hice...
Entré en el cuarto que Laurita me había cedido temporalmente y me tiré sobre la cama. Estar allí, recostado en el mismo lugar donde ella dormía habitualmente, alborotó mis ideas nuevamente. Pero logré calmarme y dormir un poco.
Pasaron tres cuartos de hora cuando me desperté al escuchar ruidos que llegaban desde arriba, del dormitorio de mi cuñada. Parecía que se estaban cayendo cosas, por lo que subí a revisar. La puerta estaba entreabierta, pero de todas formas golpee antes de entrar.
- Pasa, pasa -dijo mi cuñada- te debo haber despertado con el ruido, perdón.
- No, ya estaba medio despierto -mentí mientras entraba al cuarto-. Ella estaba sobre una escalera intentando bajar algunas cosas de la parte superior de un armario, pero al intentarlo ya había desparramado varias de ellas.
- ¡Quieres ayuda?
- No quiero incomodarte. Sino vas a pensar que realmente soy una pesada.
- ¿Que dices! Nada de eso. Dime que necesitas.
- Estoy intentando bajar unas cosas que tengo por aquí arriba.
- ¿Quieres que suba?
- No, porque yo se lo que estoy buscando. Pero si te quedas al pie de la escalera te puedo ir pasando algunas cosas. Me puse entonces bajo la escalera y esperé que mi cuñada comenzara a pasarme cosas. Fue en ese preciso instante que capté lo que estaba a punto de suceder: Sofía llevaba puesto un vestido de tela que cubría parcialmente sus muslos y desde mi posición podría ver fácilmente por debajo. Comenzó entonces una batalla dentro de mi, ya que una parte intentaba mantener la vista fija en el suelo, mientras que la otra pretendía ver todo lo que fuera posible. Hasta ese momento nunca había visto a mi cuñada de esa forma, era la mujer de mi hermano y punto. Sin embargo, en aquel momento las cosas eran totalmente distintas. Como si un velo su hubiese corrido frente a mis ojos, caía en la cuenta de lo hermosa que era Sofía, con unas piernas espectaculares, y un trasero tan redondo y firme como el de su hija, aunque un poco más grande. Para colmo de males (o para mi fortuna) ella se inclinó hacia adelante, buscando algo que estaba a cierta distancia, por lo que su vestido subió un poco más, dejando al descubierto la mitad de sus nalgas.
Mis ojos ya no pudieron resistirse, una y otra ves se desviaban para ver aquella cola espectacular. Sofía llevaba una tanga roja, metida en la raya del culo. Y por si faltaba algo, en uno de sus movimientos su vestido quedo colgando, despegándose de su cuerpo por debajo de ella, con lo cual me abrió paso para ver sus preciosos pechos. Estos eran bastante más grandes que los de Laurita, pero tenían casi la misma firmeza. Incluso sospeche que no fueran naturales, ya que me parecían demasiado perfectos y duros para tratarse de una mujer de cuarenta años.
La verdad es que ella era preciosa, no cabía dudas. Como tampoco tenía dudas de que estaba despertando en mi un deseo que podía meterme en nuevos problemas. Comencé a transpirar por los nervios y la calentura, temía que ella se diera cuenta que estaba mirando por debajo de su falda, sin embargo ella tenía la vista hacia adelante, incluso cuando me pasaba las cajas lo hacía mecánicamente, estirando su brazo hacia atrás sin voltear. Inconscientemente aproxime mi rostro un poco más hacia su cola, quedando a pocos centímetros, conteniendo mis deseos de morder aquel trasero. En ese preciso momento ella comenzó a descender si previo aviso por lo que su cola impactó de lleno contra mi rostro. Una vez más yo quedé paralizado, temiendo por su reacción.
- Disculpame -dijo ella con naturalidad-, no te vi.
- N... no, no es na.. nada -dije tembloroso-.
- Si que podría decirse que te dí un culatazo -bromeo-. Poco a poco volví a la calma, dado que mi cuñada evidentemente no había notado nada raro. Bajamos hacia el living y nos quedamos conversando un rato, hasta que llegó mi hermano.
EL RELATO CONTINÚA AQUÍ ABAJO...