Regresaba al país luego de estar viviendo seis años fuera, trabajando como constructor. Ruben, mi hermano mayor, me había convencido de regresar al país.
Llegué al aeropuerto por la mañana, casi sin retraso, y luego de terminar los trámites de aduana me dirigí al encuentro de Ruben, Sofía mi cuñada y Laura, mi sobrinita. Al abrirse la puerta pude verles a unos diez metros, Sofía y Ruben comenzaron a caminar sonrientes hacia mí, mientras que una joven que estaba junto a ellos se abalanzo corriendo en mi búsqueda. La verdad es que en el primer golpe de vista no la reconocí, la última vez que la había visto Laurita era una pequeña colegiala y ahora se había transformado en una mujer expectacular. Ya con diecinueve años no era una niña, y el paso de los años habían le habían otorgado unos dones muy notorios. Su cabello rubio ondulado llegaba hasta la mitad de su espalda, sus labios eran delicados y sus ojos verdes estaban llenos de inocencia. Cuando me alcanzó se lanzó sobre mí quedando colgada de mi cuello y hombros, mientras que yo tube que soltar mis maletas para intentar contenerla y mantener el equilibrio.
- ¡Tío querido! ¡Como te extrañaba!
- Hola Laurita, yo también te extrañaba -respondí con algo de sorpresa-.
- ¡Al fin llegaste!
En ese momento nos alcanzaron Ruben y Sofía, quienes se sumaron al abrazo del reencuento. La verdad es que me sentía un poco descolocado, ya que antes de partir yo no había sido un tío muy cercano que digamos, ya que si bien los visitaba con frecuencia, yo no jugaba ni charlaba mucho con Laura, casi siempre me quedaba hablando con mi hermano, ni siquiera a su madre le prestaba mucha atención.
Luego de los saludos nos dispusimos a ir al auto de mi hermano. Llenamos el baúl de su coche y aún quedaban varios bolsos por guardar, es que estaba regresando al país y no simplemente de paseo, por lo que venía cargado. Al poner el equipaje restante en el asiento trasero me di cuenta que quedaba poco espacio allí. Le indiqué a Sofía que yo viajaría atrás, ya que no quería que ella estuviera incómoda por mi culpa. Ella se negó, insistiendo en que yo había tenido un largo viaje, pero yo insistí diciéndole que si no accedía me tomaría un taxi. Finalmente ella accedió, sin que ninguno de los dos imagináramos las consecuencias de aquella decisión.
Entré en el auto con cierta incomodidad, tratando de hacer el máximo espacio posible para que Laurita tuviera suficiente espacio, sin embargo pese a mi esfuerzo apenas sí lograba dejar unos diez centímetros libres. Ruben y Sofía vieron el poco espacio que quedaba, tras lo cual le indicaron a su hija que tendría que viajar en taxi.
- ¡Pero papá! -protesto- yo quiero viajar con ustedes.
- Pero no ves que no queda lugar, ¿que quieres que hagamos.
- Puedo ir en la falda del tío.
- Pero niña -sonrió Sofía- ¿no te das cuenta que pesas un poquito más que cuando tenías diez años?...
- Además mi hermano tubo un largo viaje y debe estar cansado, no queremos incomodarle -sentenció Ruben-.
- No me incomoda -intervine-, podemos arreglarnos aquí.
- ¿Estás seguro? -pregunto mi cuñada-
- Si, no hay problema.
- ¡Gracias tío! -festejó mi sobrina mientras se disponía a entrar al auto-
En ese momento recién tomé conciencia de lo que estaba a punto de enfrentar. Laurita estaba vestida con unas calzas negras que llagaban hasta sus rodillas, ajustándose a sus muslos y culo. Encima tenía una remera estampada, debajo de la cual marcaban presencia un par de hermosos pechos juveniles, bien firmes y parados. Noté que no llevaba sostén, por lo que sus pezones se marcaban claramente bajo la remera. Repentinamente pensé en dar marcha atrás y conseguir un taxi, más cuando Laurita se sentó exactamente sobre mi paquete. Comencé inmediatamente a exitarme, casi con la misma velocidad que comenzó a aumentar mi nerviosismo, ya que no quería que mi sobrina se diera cuenta de lo que estaba pasando. Para colmo ella se reclinó hacia adelante, cruzando sus brazos sobre el respaldo del asiento delantero y apoyo allí su mentón, postura que presionaba más su culo sobre mi paquete. Mis manos eran otro problema, ya que no tenía casi espacio donde ponerlas. Opté por el momento en dejarlas a mis costados,en una postura muy incómoda. Parecía un soldado montando guardia, esforzándose por no producir ningún movimiento inapropiado.
El auto comenzó a marchar y junto con el fue aumentando mi nerviosismo. Cada frenada o aceleración, así como cada imperfección en el asfalto que mi hermano no eludía, generaba el movimiento involuntario de quienes ocupábamos el vehículo. Eso implicaba que el culo de mi sobrina se refregara una y otra vez sobre mi pene, el cual ya estaba en plena erección bajo mi pantalón. Temí que ella se diera cuenta de esta situación, ya que no sabía como podría reaccionar. Pero ella no parecía notarlo, o al menos nada parecía indicar lo contrario.
- Te vas para casa ¿No? -preguntó mi hermano-
- Si, si... luego me llevas hasta un hotel.
- ¿¡A donde!? -intervino Sofía- ¡De ninguna manera! ¡Te quedas en casa con nosotros hasta que te instales y consigas un alquiler!
- Pero no quiero molestar. Además la casa de ustedes no es tan grande, no hay dormitorios libres...
- No será muy grande, pero siempre hay lugar para la familia -sentencio mi cuñada con una sonrisa-.- ¡Se puede quedar en mi cuarto! -propuso mi sobrina entusiasmada-
Eso había pensado, vos le dejas el cuarto a tu tío y dormís en el living.
- Pero no quiero molestar -insistí- no le voy a sacar el cuarto a Laurita, además están sus cosas allí y va a ser un problema.
- Ningún problema -respondió ella mientras se volteaba para mirarme- si necesito algo entro a buscarlo y ya está. Además el living y mi cuarto están pegados, así que ni siquiera tengo que subir la escalera.
- ¡Viste, no hay problema! -concluyó Ruben mientras su mujer sonreía complacida-
- Está bien, pero solo hasta que logre conseguir algo para alquilar.
- ¡Que divertido! ¡Me vas a contar todas las aventuras que vivistes estos años! -me dijo mi sobrina sonriente, mientras sus padres comenzaban a hablar entre ellos sobre algunas compras que tenía que hacer y otros arreglos-
Luarita se recostó sobre mi hombro al tiempo que sus brazos me abrazaron, aprisionando los míos, que aún estaban pegados junto a mi cuerpo. Sus piernas quedaban ahora perpendiculares a las mías, por lo que aquella danza infernal de su culo sobre mí obtenía así un pequeño descanso. Sin emabrgo ahora tenía un nuevo foco de inquietud: a través de mi remera podía sentir claramente sus pechos contra mi. Para colmo, por la postura, el escote de ella quedaba a unos veinte centímetros bajo mis ojos. Me resistí al comienzo, no quería que me viera observándola, pero el impulso pudo más. Aquel escote me revelaba solo parte de su piel, pero lo suficiente para saber que tenía junto a mi un par de pechos espectaculares, juveniles, firmes, bien parados y de buen tamaño, sin ser exageradamente grandes. Mis ojos parecían querer sambullirse entre ellos, como si estuvieran a punto de salirse de sus órbitas.
En ese momento se desviaron levemente para ver el rostro de mi sobrina, que continuaba recostada contra mi. Me sobresalté al ver que me miraba fijamente, era evidente que se había dado cuenta de que instantes antes estaba hipnotizado por sus pechos.
Sentí que mi corazón saltaba de nerviosismo al tiempo que mi garganta se anudó. Levanté como por un resorte mis ojos y todo mi rostro, pretendiendo disimular lo indisimulable. Durante unos interminables segundos mi mente se imaginó un sin fin de situaciones terribles que podían llegar a desatarse de un momento a otro si mi sobrina me recriminaba por aquello frente a sus padres.
(CONTINUA PART 2)
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