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 |  Una junta militar tutelará al sucesor de Kim Jong-il
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 | Una junta militar tutelará al sucesor de Kim Jong-il
Debido a su juventud e inexperiencia, Kim Jong-un compartirá el poder con la octogenaria cúpula de generales para asegurarse el apoyo del Ejército
El nuevo caudillo de Corea del Norte, el joven Kim Jong-un, no tendrá el poder absoluto del que gozaron su padre, el «Querido Líder» Kim Jong-il, y su abuelo y «Presidente Eterno», Kim Il-sung. Por primera vez desde que este fundara el país, el «Reino Eremita» no será una dictadura unipersonal. Pero eso no significa que Corea del Norte vaya a abrazar la democracia tras la muerte de Kim Jong-il, ya que su heredero tendrá que aceptar la tutela de una junta militar para asegurarse de que el Ejército siga sosteniendo al régimen.
Así lo teme el Servicio Nacional de Inteligencia de Corea del Sur, que informó ayer a puerta cerrada a un grupo de diputados. Según anunció el parlamentario Hwang Jin-ha a Reuters, un comité militar del Partido de los Trabajadores asesorará al «Gran Sucesor» en asuntos clave de Estado. En dicho grupo figurará su tío Jang Song-thaek, que está casado con la hermana menor del difunto Kim Jong-il, Kyong-hui, y emerge como «regente» entre bastidores. El nuevo caudillo de Corea del Norte deberá compartir el poder debido a su joven edad —aún no ha cumplido los treinta— e inexperiencia, ya que ha tenido poco más de un año para foguearse a la sombra de su padre desde que fue ungido como sucesor.
Su debilidad ha sido aprovechada por la cúpula de generales octogenarios que controlan el Ejército norcoreano, formado por más de un millón de soldados, y con un arsenal nuclear de entre seis y ocho bombas atómicas. En esa junta tendrá un papel destacado el general Ri Yong-ho, que es una de las figuras más prominentes del régimen y ejercerá de contrapeso al triunvirato compuesto por el hijo de Kim Jong-il, su tío, el vicepresidente de la todopoderosa Comisión Nacional de Defensa, y la esposa de este.
¿Hasta cuándo tendrá que esperar el «Gran Sucesor» para hacerse con el poder absoluto? ¿Será el primer paso para el desmoronamiento de los Kim, la primera dinastía comunista del mundo? Como todo en este hermético y aislado país, su futuro es un misterio que ni los expertos más reputados se atreven a aventurar.
Periodo de prueba
Cuando tomó las riendas del país tras la muerte de su padre en 1994, Kim Jong-il llevaba dos décadas como delfín y, aun así, declaró un periodo de luto de tres años hasta que finalmente se hizo con el control en 1997. Todo indica que su hijo menor, de 29 años, tendrá que esperar mucho más si quiere seguir contando con el apoyo del Ejército.
«Kim Jong-un no va a dirigir el país ahora; solo representa el relevo generacional de la revolución», explicó a ABC el responsable de la Asociación de Amistad con Corea del Norte, el español Alejandro Cao de Benós, quien subraya que «el presidente del Presidium de la Asamblea Popular Suprema, Kim Yong-nam, de 83 años, es ahora la máxima autoridad del país». A su juicio, «no hay lucha de poder porque el proceso de transición está muy claro: los veteranos tienen una larga experiencia y saben cómo dirigir el país, mientras se forma el general Kim Jong-un, que está aprendiendo y empezando su carrera política».
Formada por generales de más de 80 años con amplia experiencia militar y las solapas cargadas de medallas, la cúpula del Ejército y sus familiares son la élite en la paupérrima Corea del Norte. Mientras la mayoría de los 24 millones de norcoreanos malviven con cartillas de racionamiento, apagones constantes y todo tipo de penurias, los militares y sus parientes disfrutan de considerables privilegios.
Como pudo comprobar este corresponsal en un viaje a Corea del Norte, por las casi desiertas calles de Pyongyang circulan Mercedes de alta cilindrada conducidos por altos cargos del Ejército y del Partido mientras sus hijos se entretienen en la bolera o jugando a las máquinas tragaperras. En las cooperativas estatales de los pueblos, los campesinos aran con bueyes por falta de gasolina para los tractores y recorren kilómetros a pie acarreando troncos de leña para calentarse con hogueras porque no hay electricidad.
Represión
En Corea del Norte, el Ejército no solo mantiene al Partido y ejerce la represión encarcelando a 200.000 presos en los «kwan li so» (campos de trabajos forzados), sino que es su principal pilar industrial gracias a la venta de armas, misiles e incluso secretos nucleares a regímenes tan poco recomendables como Birmania o Irán. Unos turbios negocios que, según estimaciones de EE.UU. y Corea del Sur, reportan al régimen estalinista varios cientos de millones de euros al año. A unos precios que están entre los 1,5 millones de euros y los 3,1 millones, Corea del Norte podría haber vendido quinientos cohetes Scud y cien misiles Rodong a los gobiernos de Irán, Libia, Siria, Egipto, Yemen, Vietnam, Sudán o Pakistán. Por su parte, el más avanzado de los misiles norcoreanos, el intercontinental Taepodong 2, costaría 16,4 millones de euros.
Bajo la política «songun» de primacía militar, el Ejército ha desarrollado además un avanzado programa nuclear que le sirve para practicar la diplomacia atómica en las estancadas negociaciones a seis bandas, por las que Corea del Norte pretende obtener ayuda humanitaria, petróleo y reconocimiento diplomático a cambio de su desarme.
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