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Antiguo 02-12-2011 , 21:47:52   #4
..::B.D.S.M::..
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10 Años Mencion De Honor Denunciando Mencion De Honor Denunciando 
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Predeterminado Respuesta: “Por el culo, por favor”

Al final es el quien se tumba en el banco y le pide a ella que se siente en su cara. María sabe que la puerta está cerrada con llave. Él se lo dijo una vez, que la cerraba siempre. Pero aún sabiéndolo, no puede evitar temer que alguien consiga entrar y los vea de esa manera. El Sr. Altamira, el amo, tumbado en un banco con su traje de alta costura y ella a horcajadas sobre su cara, abriendo su coño mojado a la boca y la lengua de él. Sus pechos abundantes colgando y temblando suavemente, el aliento de él rebotando en la humedad de ella, su lengua penetrándole el ano una y otra vez, como una pequeña polla incansable. Una vez más el le pellizca el clítoris con delicadeza pero sin compasión, presionando a través del capuchón mientras mantiene la lengua lo más adentro posible dentro de su culo.

María ha aprendido a tragarse los gemidos, a sofocar su respiración, pero su cuerpo se agita como si toda ella fuera un único músculo que se tensa y se relaja, que se dilata y se contrae en un orgasmo intenso que se deshace en sudor en las raíces de sus cabellos, en la saliva dulce de su boca, en el flujo fragante de su coño de hembra entregada.

Después ella se pone a cuatro patas en el suelo, sobre su propia ropa, y el Sr. Altamira la posee como a él le gusta, le clava la verga en el culo en un solo y hábil movimiento que a ella le para la respiración. Esta vez él se mueve lentamente, consciente de que es la última vez, alargando el placer y la unión todo lo que puede.

María siente la polla abrasándole el culo, recuerda las primeras veces, cuando una vez en casa, a escondidas, se aplicaba compresas de agua fría para aliviar el escozor. Inesperadamente él se separa, hace que ella se de la vuelta y le mete la polla en la boca. Nunca antes había sido así. Los ojos de María se llenan de lágrimas porque la enorme polla casi la ahoga. El hombre la coge por el pelo y guía la boca de ella adelante y atrás, a veces le presiona el cogote y la obliga a tragarse todo el miembro, es entonces cuando le falta el oxígeno, pero él calcula bien y la vuelve a separar para que ella recupere el aliento.

A María le gusta la sensación, esa carne dura y vibrante, la piel tirante, tensada por la acumulación de sangre. La polla arde sobre su lengua, el glande de una suavidad que la sorprende resbala una y otra vez en su paladar. Y el olor… una vez más la flor del saúco…

El Sr. Altamira acelera los movimientos de la cabeza de María, él vestido como un gran señor, ella desnuda y brillante de sudor bajo el par de fluorescentes. Eyacula abundantemente, la boca de María se llena de esperma caliente, dulce y áspero a la vez, empieza a tragar, hasta la última gota.


Junio de 1993

Hoy María celebra sus veinte años de matrimonio con Manuel. Veinte años en los que ha habido de todo. El nacimiento de tres hijos, la enfermedad y muerte de sus suegros, la convivencia al principio difícil, después feliz y al final monótona y aburrida con un marido trabajador y fiel.

Ella sabe que no puede quejarse. Algunas de sus amigas no han tenido suerte y ella vive una existencia plácida en la que no le falta de nada, con tres hijos ya crecidos que no le causan problemas.

Celebran una comida familiar en un restaurante de Barcelona. Su marido, sus hijos y los dos hermanos de María con sus parejas e hijos. Forman un buen grupo, animado y alegre. Hay regalos, brindis por los veinte años y María y Manuel se besan en la boca a petición de todos.

Por la noche, los dos acostados, a oscuras, Manuel busca el cuerpo de ella, le arremanga el camisón, se pone encima, la penetra suavemente y eyacula después de un delicado vaivén que no llega a los cinco minutos. Después él se tiende a su lado, le pregunta si le ha gustado, ella responde afirmativamente y él se duerme plácidamente. Los ronquidos de él envuelven la insatisfacción de ella. Siempre ha sido así con Manuel, suave, dulce, rápido, igual durante veinte años. Nunca le ha pedido nada y ella tampoco a él. Hace años que ella no piensa en el Sr. Altamira, a veces tiene un orgasmo cuando Manuel la penetra, una sensación leve de placer, un placer casero, seguro, sin remordimientos. Tiene todo lo que una puede desear, o casi todo…


Junio de 1998

Veinticinco años de matrimonio, como pasa el tiempo, María se acerca ya a los cincuenta años, está teniendo una existencia sosegada y sin sobresaltos. Dos de sus tres hijos ya no viven en casa. Aunque hoy están todos reunidos, celebrando una vez más su aniversario de boda. Esta vez también han invitado a primos lejanos a los que hacía años que no veía.

Están ya en la sobremesa, en un lujoso restaurante. María ha bebido más de la cuenta, se siente desinhibida y alegre, con ganas de hablar. Ha salido a ver los magníficos jardines del restaurante, pasea entre los árboles y parterres acompañada de uno de sus primos lejanos. Recuerdan tiempos pasados, algunos veranos en Sitges, junto al mar, o unas Navidades en casa de unos parientes en Andorra.

Se sientan en un banco. Como los dos están un poco achispados la conversación deriva hacia temas más íntimos de una forma que a los dos les parece natural, incluso les produce una leve excitación hablar sobre su respectiva vida conyugal. Ella sabe que su primo, de unos cincuenta años, es una persona abierta de mente, que a pesar de estar casado desde muy joven, ha intentado siempre disfrutar de los placeres de la vida, aunque por desgracia su mujer no le ha acompañado en los gustos y él ha vivido algunas historias fugaces y ocultas. Él se muestra comprensivo y atento a las explicaciones de María, hasta que casi sin ella darse cuenta, la mujer le confiesa que su vida sexual es un completo desastre. Y ella misma se sorprende oyendo por primera vez en su vida y en voz alta lo que hacía con el Sr. Altamira en el cuarto de taquillas…

“El placer que sentí entonces con el sexo anal, no lo he llegado a sentir nunca con mi marido, pero jamás me he atrevido a pedírselo porque sé que él no lo entendería, y no sabes como lo añoro, como lo he añorado durante todos estos años…”.

Y al decir estas palabras María deja que sus preciosos ojos almendrados, húmedos de emoción, resbalen por las azules pupilas de su primo, que sonríe y le dice “te entiendo”.

Después se levantan, abandonan el jardín y regresan con el grupo sin volver a cruzar ni una palabra hasta la despedida a las puertas del restaurante.


Junio de 2000

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★★★★

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