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Predeterminado Lina y Esteban Calificación: de 5,00

Los mejores licores
A él le parecía que Lina jugaba a desesperarlo con palabras difusas, discursos viciados por el olvido, a él, le parecía que lo que hacía Lina era un acto turbulento contra su existencia, pues cuando aparecía en la biblioteca lo perturbaba de tal manera que dejaba de ser él y se convertía en un costal de nervios. Él quien las mismas palabras lo hacían tan humano, con solo la aparición del nombre de Lina en la pantalla se volvía en todas las posibilidades de vida que pudiesen concurrir. El extremo del asunto radicaba en que se desvanecía cuando en una frase Lina le cambiaba su decidida definición cosmogónica de mundo.
Ella solía hablar cuando Esteban le hablaba, si Esteban se quedaba en silencio ella también lo hacía, era tan fría que siempre, siempre esperaba, así la vida no le diera nada.
Él la soñaba a través de palabras y Lina simplemente se le tornaba más distante, se creía todas los enredos de la mujer de nombre sonoro y esto implicaba no tener nunca la necesidad de zafarse de lo que sentía, así fuese consciente que ella jugaba a desesperarlo, así las promesas de pronto estar juntos fueran un cuento que no era contado ni por cuenteros, ni fuese de hadas. Él jugaba a jugar, que jugaban con él.
Lina jugaba a confundir y hacer feliz a un hombre, Esteban; Esteban jugaba a dejarse confundir –por Lina- y a ser feliz. Ambos se creaban incertidumbres, ambos eran tan inverosímiles el uno para el otro que no podían imaginarse juntos porque era como acabar con la imagen que cada cual había construido. Por ello se evitaban cuando se encontraban en los pasillos de la biblioteca, cuando, quizá, se miraban y sentían que una exaltación corporal los sacaba de si, ella se sonrojaba, él perdía la voz, pero ambos eran conscientes que no podían amarse, pues si llegaban a tocarse podrían perder la magia que uno ejercía sobre el otro y viceversa. ¿Tal vez –animados lectores- si era amor?
Podemos afirmar con vehemencia que había un gusto entre los dos, un gusto que rompía con la barrera de lo corporal, era un gusto desde el juego, desde las palabras, desde el olvido, no había manera de entender por qué un hombre de tal estirpe le gustaba una mujer como ella, y como una dama jovial gozaba al poner sus ojos en un ser tan longevo, pero era un gusto, y como decía mi madre “Entre gustos no hay os”, y, es que al final de cada historia el orden lógico de las cosas pareciese que fuera alterado por lo anormal.
Sucedía todas las noches cuando Lina se conectaba y Esteban iniciaba su rosario de oraciones construidas con palabras estéticamente coherentes, bueno, eso le parecía a él, con las cuales pretendía escribir poesía libre y cuyo personaje central era Lina, la musa, la dueña de las palabras “que habrían de inmortalizarla”, ella seguía el juego lingüístico intentando desesperarlo, dejándolo en el olvido un buen rato, haciéndolo padecer pues no podría ser fácil todos estos juegos de seducción. Entrada la noche él acostumbraba a terminarla con ciertas palabras metafísicas como estas:
Todo esto son juegos de seducción mujer, que nos conducen a construir estrategias y tácticas con las que podemos confabularnos los unos contra los otros y así vencernos en la batalla, recorriendo nuestras pieles y hundiéndonos en guerras de pasión.
Y no importa si pierdo en la guerra, siempre soy prisionero de tus deseos incontrolados, de tus torturas tan placenteras que me practicas cuando las sabanas son mis cadenas y tus labios inquisidores los culpables de mis suplicantes ansias de vos.
Al final de los juegos terminas por imponer las reglas, y las hace cumplir a cabalidad permitiéndome recorrerte – lentamente- con mi lengua en la piel, en cada poro, haciéndote estremecer y fundiéndome en ti por medio de mi saliva, de mis ganas de vos, ya no siendo yo, para comenzar a vivirte y sentirte en el cuerpo, en la sangre, en los labios.
Ella entonces respondía al juego como si el mundo estuviese enredado en tanta palabrería y jugaba también a ser feliz, ella era feliz, él era feliz y se arropaban en ese juego donde la única regla era amarse por medio de las palabras, sin tanto prejuicio y menos sin tanto preámbulo.
La historia no podrá dársele un fin apropiado porque a esta hora Esteban ha de estar escribiéndole poemas a Lina y ella jugando a confundirlo y hacerlo feliz, mientras se aman desbordadamente por la pantalla del pc, por las palabras.





Samuel Salazar Blandón.

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Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni a la psicología ni la retorica. Jorge Luis Borges.
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emoticon Re: Lina y Esteban

 
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